martes, 9 de abril de 2019

Una más del Transporte Público


Noviembre 2014

Un día cambié mi rutina, decidí no levantarme temprano, pensé que era saludable de vez en vez permitirme un respiro y no ir al ejercicio, -y desde luego que lo es-, sólo que nunca imaginé que esta decisión me pondría en una situación peligrosa. De ese día recuerdo casi todo, me desperté a la misma hora -Más bien el celular se encargó de hacerlo-, también recuerdo el segundo exacto en que decidí quedarme a dormir un poco más y obvio posponer una hora el sagrado ritual del aseo y arreglo personal, aquí esta la clave de todo, pues opté por ponerme una chamarra que hacía mucho no usaba, fue un regalo de mi carnal, una prenda camuflada.
Salí con buen tiempo incluso deje pasar dos o tres autobuses hasta que llegó un con asientos disponibles, más menos es un viaje de una hora hasta la estación del metro más cercana, creo que es mucho tiempo para ir de pie y a la vez es poco tiempo para una “jetita”, cómo sea siempre es mejor lo segundo. Diez minutos después había una pandilla de monos asaltando al chofer y a todos los pasajeros, los vi y lo presentí, intentaron subir a otro camión, éste cerro sus puertas y se movió a prisa, pero el chofer de la unidad donde yo dormitaba decidió subirlos supongo que pensó que la cuenta iba floja, pero su decisión solo provoco que de desplomara más y no sólo la de el sino la de todos sus pasajeros. 
Palabras más palabras menos, para lo asaltantes no éramos menos que unos hijos de quien sabe cuantas madres, obvio putas, porque nunca dejaron de repetirlo, incluso para que quedará claro soltaron dos pistolazos al aire o al piso no se, -Nunca había percibido el olor de la pólvora con tanta impotencia y temor, y así tan de cerca- eran seis ratas, subieron rápido por la parte de adelante, todos armados y coordinados; dos se fueron para la parte de atrás, uno con el chofer, uno en el pasillo central, uno en la puerta delantera y el último, el más desequilibrado, alterado, loco, pendejo estaba revisando y amedrentando a todos los pasajeros. Comenzó por mi, cuando le llamó la atención mi chamarra camuflada, de un salto estaba a mi lado y preguntó “¿tú que sientes con tu chamarra?”, yo lo miro al los ojos y al instante me acomoda un madrazo en la cabeza con la pistola, al mismo tiempo que pregunta “¿que me vez?, viéndolo de nuevo le iba a contestar que nada, y sin dar tiempo dijo “¿haz de querer otro?” pero esta vez no me dejo contestar - Obvio iba a decir que no y el ojete me aderezó la pregunta con otro cachazo-, me pasó báscula, sacó dinero y teléfono, se ríe y me dice amenazando con asestarme un tercer chingadazo “hay puto traes un iphone” -neta pensé que me lo acomodaba de nuevo- al final sólo hizo la finta y siguió con los otros pasajeros, era culero el compa, a la morra que estaba atrás se la hizo gacha pues el celular que le entregó para el no rifaba; amenazo con madrearla si le encontraba “el bueno”. 
Todo el show del asalto paso rápido no más de seis siete minutos, al instante de los chingadazos y de la amenaza no sentí miedo, al contrario lo que experimenté es cómo si me abrazara alguien y esto me invadiera de una paz tranquilizante muy extraña, creo en Dios no creo en sus emisarios fanáticos, así que estoy seguro que él estaba ahí, esta paz y esta calma me hicieron pensar que era mi hora, no lo se, hacía poco que por menos que esto que cuento le metieron dos balazos a un morro en la misma ruta, incluso este tipo dijo que no quería héroes por que se llevaban un plomazo en la cabeza a su casa; tuve suerte, mucha los golpes sólo me hicieron sentir un calor impresionante en la cabeza, un pequeño hilo de sangre y es todo, de cualquier forma terminé en el hospital de traumatología Lomas Verdes con un neurocirujano que al ver una radiografía me dijo que tenía suerte y una cabeza dura, porque normalmente estos golpes terminan en fisuras craneales -Que chingón es por cierto, ahora las radiografías son digitales, te la toman y cualquier médico del hospital la puede ver en tiempo real, con sólo teclear el nombre del paciente- 
Lo que si me da mucho miedo, terror, es terminar en una portada de periódico, con un coqueto encabezado hecho con las patas o sacado de la cola; todos los días las veo y cuando creo que estos cabrones que las escriben no me pueden sorprender más, siempre se esmeran los hijos de la chingada.

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