miércoles, 11 de mayo de 2016

Un día de las Madres

Hace algunos años, verano de 1987 para precisar, sin mucha conciencia más que mis impulsos, mi sentido de libertad, mis ganas de verme separado aunque sea por una semana del yugo de mi madre y su autoritaria forma de educarme, me llevaron a pedir unas vacaciones un respiro, pero ¿a donde puede ir uno a la edad de cinco años?, sino con la abuela consentidora, carente de firmeza y con un nulo sentido de autoridad hacia su nieto preferido y con un desbordado corazón donde estábamos un titipuchal de primos, hijos y anexas, ¿de que huía? ¿qué puede hacerle una madre a su hijo de 5 años en contubernio de su ogro marido?,a pues muy sencillo, puede enseñarle a leer a temprana edad, — que salvajada mas infame— , también puede enseñarle a contar hasta el cien — una brutal tortura— , entre ambos lo orillaron a saltarse las dulces y bondadosas planas de palitos y bolitas para encaminarlo de lleno con toda conciencia y alevosía a las letras y sin comenzar por las vocales. También con cierta malicia en sus planes macabros de ambos, creo que era hacer de este pequeño una suerte de cocinero prematuro, aprovechándose de su infinita curiosidad, recibía lecciones de cocina que inundaban sus sentidos, era sometido a aromas formas y técnicas diversas que con el tiempo lo atraparon en ese mundo. También con pretextos baratos lo hacían lavar sus trastos de la cocina, incluso sus ropas, el castigo por pintar los pantalones de verde justo a la altura de las rodillas era salvaje y aterrador, y eso que sólo pasaba por andar jugando en los pastos, esa penitencia consistía en despintarlo a puro bracito en un lavadero de piedra sin más ayuda que una enorme barra de color rosa llamada jabónZote.
¿Quién no querría un poco de libertad de ese autoritario sistema?, que usaba los gritos cómo arma de tortura, e imponía tareas interminables cómo transcribir textos de los libros escolares a una libreta, — y por cada error que detectara era, hacer una plana con la respuesta correcta, y si por desgracia eran más de cinco, no había de otra más que repetir la copia— también me ponía a resolver operaciones matemáticas a cambio de una media hora de televisión, — mucho tiempo y sin que se diera cuanta utilice la calculadora científica de mi padre, hasta que me atrapó en el acto y… me fue mal pa pronto — todo esto para poder ver los Guardianes de la Galaxia, — un trueque bastante ventajoso— pues bien, en cuanto se dio la oportunidad de estar una semana lejos de todo esto, lo aproveché, no sin antes recibir una dosis de chantaje con preguntas tan perfectamente estudiadas para intentar tambalear la decisión de este pequeño revolucionario, cosas como ¿No me vas a extrañar?, Vas a llorar, y no podré ir por ti, ¿eso quieres?, pero mis ganas de libertad no se vieron afectadas, se cimbraron pero nada más, cogí valor y no me detuve.
Las letanías de mi madre no pararon en la puerta de mi casa cuando salía tomado de su mano y con mi pequeña maleta, sino que en casa de la abuela a varios, varios kilómetros de distancia continuaban, pero ya iban en otro sentido, ya no eran para mi, la carga emocional y la sicología eran distintas, era un discurso más amenazante dirigido a mi abuela en resumen mi madre sentenciaba que si a su pequeño esclavo le pasaba algo, la iba a conocer, sólo que mi abuela con esa inteligencia emocional y su infinita paciencia la escucho, pero hizo caso a la mitad de sus peticiones, por no decir que la ignoró. Una sentencia de mi madre, es que por una extraña razón presentía que mi abuela estaba planeado un viaje a su pueblo natal, al bello y hermoso estado de Michoacán… ¿Porqué sospechaba eso mi madre? no se, creo que esta dotada con una suerte de sensor de desgracias o con un don de adivina, o algo aún peor es cómo un oráculo, es decir, si ella dice: no hagas tal o cual cosa por que te puede pasar tal o cual cosa, y si uno decide desobedecerla, pasa exactamente la desgracia descrita anteriormente.
Evidentemente a mi abuela le valió tres cominos y en la madrugada nos fuimos a Michoacan, que huevos de mi abuela, tomo sus maletas mis cosas las cosas de la tía ratona — una suerte de tía a destiempo ya que tenía mi edad, Magda es la hermana menor de mi madre, lo de ratona se lo asignó su profesor de la primaria, a su corta edad tenia más sobrinos que otra cosa— no tengo mucho detalle del viaje, un par de autobuses tal vez, comer unas ricas tortas de frijol y queso a medio camino que aunque fuera largo el hecho de tener plena consciencia de estar como prófugos lo hacia bastante agradable y lleno de adrenalina. Yo le pregunté a mi abuela que haríamos si se daba cuenta Ceci, pero ella sólo se limitaba a decir, ¿Y qué me hace tu madre? — y pues si, que le podía hacer mi mamá—
Muchas veces escuche del rancho donde había nacido mi mamá, muchas veces oí a mi abuelo contar divertidas historias de ese lugar, y por fin lo conocía, y también conocí a muchos familiares que no tenia idea siquiera que existían, volví a ver a mi bisabuela, una señora hermosa con miles de arrugas en el rostro que era hipnótico ver su rostro, siempre con un cigarro delicado encendido en medio de los dedos de la mano derecha, era un espectáculo ver como lo apagaba con la lengua no sin antes haber encendido otro.
Me tocó ver cómo las primas de mi madre se levantaban diariamente de madrugada a llevar el maíz al molino para hacer las mejores tortillas que jamás he probado, solas son deliciosas, pero son los frijoles que se preparan allá eso no tiene igual en ningún lado, es un manjar, — no he vuelto a probar algo así, no se que es, si la cazuela de barro, l manteca o el corazón con que se preparan o todo junto, pero que rico se comía al pie del fogón— ver como se inflaban las tortillas al calor del comal, es el mejor espectáculo del que pude ser testigo.
Todo estaba perfecto, el viaje estaba como lo planeado, muy muy a gusto, sin contratiempos, yo no recordaba ni que tenía madre ni hermanos ni nada, pero las profecías de Ceci pronto se harían presentes, cuando un tarde de lluvia, — por aquellos lugares llueve con tal intensidad que es hasta perturbador, y a la vez tan placentero que llega a ser muy relajante— un primo llamado Alejandro, brincaba del quicio de la ventana que medio iluminaba una de las recamaras, el salto lo llevaba hacia la calle, lo repitió tantas veces a manera de juego, que a mi se me hizo fácil intentarlo, la verdad es que lo sentí como un reto, y así sin tanto pensar, ya estaba trepado en el borde de la ventana listo para dar el salto, recuerdo que no era una gran altura, se podía librar fácil, ya había visto a Alex como lo hacia, esta una suerte que no requería mucho esfuerzo, y lo hice, salte, pero salte hacia arriba, no directo a la calle, y al haber echo eso nunca contemple las laminas que sobresalían a manera de marquesina, y las golpee con la cabeza, hecho que me descontroló y me envío descompuesto y aturdido a caer sobre la mano derecha con todo mi peso, de más está decir que solté un llanto de horror, que estoy seguro mi madre escuchó, — días antes ya había tenido un aviso, cuando la tía ratona y yo accedimos a treparnos a una yegua, nos pusieron un banco y con muchos esfuerzos nos montamos, el pedo es que nadie había atado la silla; el animal en cuanto sitio el peso salió disparado dejándonos en el aire, nos dimos un buen madrazo y un susto que pasó rápido convirtiéndose en carcajadas— Yo creo que mi abuela se espantó de a deberas, y aunque tomo las cosas con calma, no dudó en revisarme y tratar de aliviar mis molestias, al día siguiente me llevó junto con mi bisabuela a ver a un huesero, unos pueblos más adelante, San Francisco lo recuerdo perfecto, llegamos donde un señor alto, de mirada perdida con una piel como si estuviera seca y de color cobre nos esperaba, me dio una sobada con cremas y aceites, puso una venda, cobro y a la chingada. — yo me sentía igual o peor, pero no dije nada—
Las vacaciones acabaron pronto, mi madre hizo el drama de su vida cuando se entero que me fui a conocer su pueblo natal, sin su permiso — hoy la entiendo perfecto, me pone de muy mal humor cuando consienten de más a mi hija, cuando sus abuelos o tíos o quien rayos sea toma decisiones sin consultar, cuando llego a buscarla y no está por que ya se la llevaron, y no por ser egoísta, sino por la preocupación que genera el que ande lejos de mi control, de mi protección, es una angustia terrible, pobre de Ceci, debió haberla pasado mal— de alguna manera menos exigente, mi pequeña también es mi esclava, ya lava trastes, ya se encarga de su cuarto, y esta aprendiendo a cocinar poco a poco, en realidad estoy agradecido con la forma en que mis padres me educaron y formaron, gracias al carácter severo y poco tolerante de mi mamá, es que se hacer muchas cosas, y sí, si me da terror que un día Valentina me pida vacaciones cómo yo lo hice alguna vez.
Al final del viaje ya en casa, yo me quejaba demasiado cuando tenía que usar la mano derecha o sea... todo el tiempo, supongo que a mis padres les llamó la atención también y paramos en el hospital, pobre de mi padre le acomodaron una regañada y casi terminamos en el DIF por maltrato infantil, lo llamaron inconsciente salvaje y no se que más, ya que producto de la caída me rompí la muñeca, más de un mes con yeso, desde el codo hasta la palma de la mano —se veía muy chido ese yeso lleno de firmitas y dibujitos de colores— , esa gritoniza paso directo a mi abuela por parte de mi mamá, ya ese es tema de ellas como se hayan arreglado, pero es una anécdota que aún se recuerda que aún esta presente, mi madre la platica con más coraje, después de ese primer viaje al rancho hicimos varios más y en cada uno ocurrieron mil cosas.
Pasé muchas aventuras con mi abuela, desde bebé, como cuando me llevó a Chalma obvio sin permiso y no llegamos a tiempo para evitar que Ceci se diera cuenta porque se descompuso la vieja camioneta del abuelo, y que para calmar mi llanto compró leche en un tienda y me la dio en una botella de caguama — solo espero que haya sido victoria, odio las coronas— pero ya en otro momento las contaré con más detalle.
Amo a las mujeres de mi familia, Ceci espero te guste esto que escribí sabes que te estoy agradecido. A donde quiera que andes abuela te amo y no te olvido, nunca te eche la tierra como me lo pediste, a mi bisabuela corajuda que siempre me llamó muchachito, su muchachito —recuerdas cuando me regañaste por estar lavando mis pantalones y obligaste a mis tías a hacerlo pegando de gritos y diciendo "muchachas cabronas que no ven a este "jijo" lo que está haciendo, se le van a caer los huevos, órale a lavar esos pantalones”— , yo te recuerdo con mucho cariño. Por sus enseñanzas e influencias es que soy lo que soy.

¿A qué te mandé? ¿A que chingados te mandé?

Corría el año de 1900 y algo, creo que 93, teníamos poco de haber cambiado la moneda recuerdo que se le decía nuevos pesos y era un desmadre los pinches de las tienditas se ponían algo necios y de la nada ya no recibían dinero que no tuviera N$ grabado o impreso, esto aún cuando en la tele y radio se comunicaba lo contrario, si existía una fecha límite pero le faltaba un ratote.
Las monedotas pesadas pasarían a la historia y darían lugar a unas más pequeñas, y aquí comienza lo que en realidad quiero contar, las monedotas eran practicas, había cinco diferentes denominaciones; iban de los 50 centavos con Morelos si no mal recuerdo hasta la de 1000 pesos con Sor Juana, en medio las de 100 200 y 500, mi fiel compañera por muchos años fue la 100 con don Venustiano Carranza, de éste ejemplar, mi madre me daba una todos los días para gastarlo a la hora del recreo, y créanme se hacían maravillas con esa cantidad por allá en 1989, esta fiel compañera versátil era aliada de padrinos y tíos, ideal para dar cómo domingo a chamacos latosos, o como limosna en la misa pero lo más destacado era que por sus características físicas por muchos años fue usada para ser introducida por una ranura y darle vida a los videojuegos en las maquinitas, dependiendo tu suerte pasabas largas horas de juego, esto mientras en casa la familia esperaba las tortillas, o refrescos, o pan o lo que fuera, que te hubieran mandado, la realidad es que las retas se tornaban épicas y no podías abandonar el juego así como así, nomás por llevar a tiempo el mandado, digamos que te veías mal.
Así estaba yo una tarde de muy buena suerte frente a la maquinita, Mortal Kombat 1 era el motivo, practicaba mis mejores trucos y habilidades aplicando fatalities sin piedad, sin exagerar mi record más menos 15 wins, las monedas formadas al calce del cinescopio, cuatro amigos cagados de que no podían sacarme, ¿a qué me había enviado Ceci? no puedo recordarlo, el punto es que en la batalla más apretada y cerrada cuando ésta exigía mayor atención; de repente sentí una mano que tomó mi despeinada cabellera y que también sacudía mi cabeza brusca y salvajemente, estoy seguro que quería arrancarla como ZubZero que era mi personaje en ese momento, de inmediato pensé que era algún ardido de mis compas, sólo atiné a gritar ¿Qué te pasa pendejo? pero enseguida supe que se trataba de mi madre porque preguntó ¿A qué te mandé? ¿A que chingados te mandé? Obvio sin soltar mis greñitas, cómo pude, logré zafarme de su mano vengadora y correr hacía mi bici, salir en chiga lejos de mis amigos y conocidos para llegar a casa y… y nada, ¿Ahí hacía dónde te mueves? Cuando ella llegó me terminó de ejecutar pero bueno ya no había testigos, y es que del susto no se y no recuerdo hasta hoy día qué madres me encargo de la tienda esa tarde.
Que vergüenza con los cuates, esa vez no solo perdí mi record también perdí un poco de respeto con el barrio, la confianza de mi Ceci y es que para se honesto eso sólo fue el colmo de su paciencia pues por esos días siempre tardaba horas cada vez que me mandaban a algo.
Algunas tardes que seguí jugando, mis amigos utilizaron el terror psicológico por mucho tiempo para desconcentrarme, de repente y de la nada, a medio juego gritaban: ¡Ahí viene tu jefa! Mi cara debe haber sido muy cagada siempre porque nunca dudaba y siempre me aseguraba que no fuera cierto, entre tanto dejaba de poner atención al juego por salvaguardar mi desgastada dignidad, y pues me vencían.