Irma
En la vida hay personas que se cruzan en nuestro camino y lo
hacen mejor y más divertido, son parte de nuestros días, la magia está en que se
ven poco pero cuando sucede, el tiempo pasa un poquito más lento y eso hace que
este viaje valga la pena.
Eso es justo mi sentir con usted, me da mucha alegría y
mucha emoción haber coincidido en este valle de lágrimas llamado vida, tengo
muchos recuerdos muchas historias que la hacen parte importante de mis días,
siento una profunda admiración por que es una mujer de las que ya no hay
muchas, inteligente, íntegra, sensible, guapa, excelente madre, la mejor de las
comadres – dicho por mi y avalado por mi Ceci—amiga incondicional, leal, muy
alegre, --tanto, que se contagia-- con un profundo arraigo a sus raíces, tal
vez y sin temor a errar uno de los corazones más nobles que existen.
Era mucha emoción cuando se sabía de una visita a su casa,
ir a su hogar era un viaje increíble, porque seguro que sería un día de lo más
agradable, tal vez son pocos pero eso no demerita el hecho de que fueron
increíbles, la amabilidad desbordada, la hospitalidad tan generosa y ese sazón
de hogar que se quedó muy grabado, hacen de esos días muchos y muy buenos
recuerdos.
Está muy presente en mí, un fin de semana en que llegamos a visitarlos,
muy temprano, enchiladas de desayuno, una delicia, las mejores sin duda, de
niño se nos va en jugar pero eso no evitó que pusiera atención a los detalles
esos que hacen la diferencia, recuerdo muy clarito el plan para la comida, mi
padrino Hermilo dijo con mucha seguridad, caldo de pescado, lamento mucho no
haber apuntado la receta porque sin duda es el mejor caldo de pescado que jamás
he vuelto a probar. No exagero en decirle que ese fue uno de los fines de
semana más agradables que pasé, las despedidas eran emotivas, después de una
larga platica de adultos y de jugar tanto pues era inevitable, aún cuando era
triste el regreso había algo que lo hacía único, en alguna parte del camino
teníamos que tomar un transporte y justo era afuera de una panadería enorme,
dónde mis padres aprovechaban y se hacían de unas conchas y leche LALA, que en
esos días era tan raro encontrarla que resultaba ser una verdadera delicia
llegar a casa y ver ese envase de leche con letritas color naranja y azul en la
mesa, morder el pan y saber que de no haber ido a visitarlos no tendríamos ese
pequeño placer.
También tengo tristezas y tragos amargos, cosas que me hacen
mucho ruido aún hoy. Un fin de semana no pude ir a visitarlos junto con mis
padres, lo lamenté mucho pues nunca imaginé que debía estar ahí porque iba a
ser la última vez en donde se vería a mi padrino, alegre y tan desprendido como
siempre, por el simple hecho de que mi familia los visitaba, tanto me pesó que
al fin de semana siguiente decidí ir yo solo a visitarlos y es aquí dónde más
pienso en que el destino me gritaba e impulsaba a hacerlo, no lo entendí sino
hasta una semana después que en realidad me fui a despedir de él.
Madrina espero de corazón que la vida nos siga permitiendo
hacer más historias y más anécdotas, más risas que tristezas, más abrazos y más
buenos momentos. La admiro desde siempre, la admiro por lo que mi madre cuenta
de usted de antes, de cómo se conocieron de cómo se abrió camino y la admiro
desde que la recuerdo y no quería dejar pasar el tiempo sin que lo supiera, y
lo hago de la mejor manera que sé.