viernes, 7 de agosto de 2015

Pon atención en no chocar con la cabeza en el túnel

Chambeando en diferentes lado me he despedido tantas veces de tantas personas, pero nunca de tantas de personas en tan poco tiempo, unos se fueron por voluntad propia y otros por la ajena, es extraño, los que se van por voluntad propia tienen un status, un nivel, se les festeja la valentía de tomar decisiones de adulto, es un espejo en el que quisiéramos vernos, “bravo que te valla chingón, mucho éxito, la suerte es para los pendejos”, etc. -tantas cosas que he dicho y otras que he escuchado-. En contraparte, la banda que se queda sin chamba, a la que le ponen las zapatillas ¡madres! es como si les hubiera dado alguna enfermedad, se les ve con lástima, con reserva o miedo, se les evade, imagino que podría seguir yo, y con un “chale que mal pedo, pues... suerte que te valla chido” se libra la despedida y se quitan malas vibras. Es éste es otro espejo, pero en el cual no nos quisiéramos ver, - a menos que el cheque de finiquito este chingón, he visto varias caritas de felicidad y las he envidiado- para esta banda no hay comidita de despedida, no da tiempo ni ganas, es cómo un duelo supongo, debe estar muy cabrón llegar a casa y dar una noticia tan de la chingada, el pinche dinero no se va a estirar por más que quieras. En comparación, los valientes si tienen despedida rifada, a veces hasta permiso del jefe, para que el viernes después de comer no regresar a chambear y festejar chido y sin interrupciones al que se va, insisto tienen un status.
Esta semana se fueron amigos y compañeros, unos valientes y otros el destino los alcanzó, así que opté por no decir adiós ni ninguna frase trillada o incomoda, decidí que no me gustan las despedidas, ésta nueva costumbre no nació de la nada, recién leí libro llamado “El país de las sombras largas” -muy recomendable- trata de la vida esquimal y como el hombre blanco llega a perturbar la paz con sus ideas, exigiendo respeto por sus costumbres, pero sin respetar las ajenas. La lectura esta llena de detalles sobre las costumbres de estas personas que viven y temen poco, comen y aman mucho, entre tantos hay uno que me llamó mucho la atención y que me marco, ellos no se despiden, no tienen una palabra para tal acción, la vida es tan dura y el vivirla es una constate aventura que de repente y  de la nada no se vuelven a ver los que se veían siempre, ello sólo festejan las llegadas y encuentros, pero jamás las despedidas, pues las separaciones son tristes cuando la compañía es grata; a lo sumo podía decirse a quien abandonaba un iglú: "aporniakinatit", algo así como... "amigo, pon atención en no chocar la cabeza al salir del túnel"
Yo me limité a decirles: “al tiro” que en lenguaje godínez quiere decir “cuidado con las escaleras al salir, no te vallas a caer” o “no se te valla a abrir el "toper" con el caldo, ahora que regreses a chambear” 

De la sangre de Guerrero...

"De la sangre de Guerrero, en mis venas sangre traigo, ¡sé de un volado de suerte!, que deja un sabor amargo, ya que la vida o la muerte nomás por ser Guerrerense hay que jugar frente a frente, además sé que en Guerrero el diablo siempre anda suelto, que de un traidor no vale nada, su águila o sol por un muerto... Vil producto de emboscada, ¿Cómo si arriesgar nada? Mataron a..."
Lo tomé de un corrido que escuchaba mi padre desde que era niño, fue escrito hace tanto; es increíble, lo volví a escuchar y es tan actual que da tristeza y enseguida miedo y escalofrío porque no ha pasado nada, la denuncia sigue siendo la misma, la injusticia sigue siendo la misma, el dolor es el mismo, lo único que cambia todos los días para maldita suerte... es el nombre de nuestros muertos.

jueves, 6 de agosto de 2015

No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad.

Había planeado o por lo menos pensado en este relato desde que tengo conciencia, creo, hay muchos detalles que dejaré para mis propios demonios, otros tantos se tergiversaran por el simple hecho de que ya paso algo de tiempo y no tengo tan buena retención.
Fui víctima de una extraña y rara enfermedad a los tres años, comenzó con unas calenturas de treinta y nueve/cuarenta grados —odio esta palabra, al menos me causa una doble impresión pero el grueso de mi familia y de los mexicanos así le dice cuando sube la temperatura del cuerpo— estos niveles son peligrosas ya que deben, a huevo llamar la atención de los padres, o de quién te cuide, espero; al menos a mis padres no sólo les llamo la atención sino que les preocupo y les ocupó al menos a mi padre por que mi mamá se tuvo que quedar sosiega; ya que estaba embarazada… muy embarazada de mi hermanita y esta cabrona con un torniquete de tres vueltas de cordón al cuello. No debió ser fácil ir de médico en médico gastando y obteniendo nada —desde entonces y algún tiempo después de que supieron que enfermedad me atacó, buscaron y busqué respuestas en cuanto médico, charlatán, brujo o quién fuese recomendado— hasta que alguien honesto le sugirió a mi papá que, si contaba con algún tipo de seguridad; pues echara mano de tal servicio ya que no había ningún puto antecedente por ningún lado de que madres me pasaba. Quiso el destino y la suerte que mi madre y yo nos quedáramos en el mismo hospital al mismo tiempo sólo que en alas contrarias, ella pariendo a mi hermanita por un lado y yo, al otro siendo diseccionado porque para entonces había perdido la movilidad en las extremidades inferiores. Después de que a mis tres añitos ya podía caminar, mi piernas se volvieron de trapo y esa incapacidad de movimiento avanzaba sin que hasta ese momento se tuviera una idea clara de que rayos pasaba. 
Nació mi compañera, salió mi madre y yo me quedé, dicen que un par de meses; para mí fue una maldita eternidad. Pobre de mi viejo le debo varias pero esta sí que no podría pagarla con nada, lo bueno es que es fuerte, soportar la angustia del parto y las pocas noticias de mi padecimiento… no cualquiera. Ese hospital y yo tenemos historia y cuentas pendientes, quién diría que años después mi padre estaría ahí un largo rato; que lo salvó de milagro o que acogió a mis dos abuelas cuando pasaran unas vacaciones largas en ese lugar —una más que la otra y en distintos tiempos; y circunstancias— incluso años después entrego al sueño eterno a mi abuela Isabel, cuando una madrugada de diciembre se fue. 
Polioneuritis, ese resulto ser el nombre de mi padecimiento, lograron detener el avance de la inmovilidad, pararon las altas temperaturas pero hubo consecuencias; yo era una poquebola, los huesos y tendones de mis pies quedaron atrofiados para siempre, condenado a usar aparatos ortopédicos con fierros a la cintura y a las burlas de niños crueles sin piedad que hicieron de mi autoestima un tapete de central camionera en Semana Santa. Al salir de aquel lugar tenia muchas novias y regalos, eran de las enfermeras que me amaban o me tenían mucha lástima no lo sé pero estoy seguro que hicieron de mi estancia en ese lugar un poco más soportable. Me cuentan mi abuelo y mis parientes que mis berridos y llanto se escuchaban a varios pasillos después de despedirse de mí, francamente creo que exageran, incluso llegaron a considerar las visitas por evitar esta terrible escena. Aprendí a caminar de nuevo -bueno medio a caminar- debido a las secuelas, mis pies estaban chuecos como encontrados, mi centro de gravedad se vio afectado y vivía la mayor parte en suelo a consecuencia de los tropezones. Fuimos como ya dije con cuanto personaje nos recomendaran, nada más de recordar tanto ir y venir me deprimo, es sorprendente cuanto dinero gastaros mis viejos en tantos charlatanes, incluso estuvimos en sesiones espiritistas para tratar de encontrar una cura para dejar este lastre, a nadie más que a mi me importaba librarme de todo esto, soñaba con un día despertar y ver mis pies normales sin ninguna deformidad, pero aún me faltaba harto camino por andar. 
Estaba tan perdido y errado en lo que padecía en verdad que no tenia ni idea de que diablos era lo que me pasó, esas infructuosas consultas me dieron recetas y remedios estúpidos e inservibles; como usar zapatos especiales, pomadas, caminar de puntitas, y de talones alternando diez minutos y diez minutos alrededor de la mesa del comedor, incluso a andar descalzo o a usar calzado al revés y mil más. 
Hasta que un día mi suerte cambió por completito gracias a una buena recomendación, inteligente y sensata porque me condujo a lo que sería el mayor y duro golpe a mi padecimiento, esa señal me llevó al Hospital Shriners, recuerdo que llegue a mi primer cita con toda la ilusión y deseo de que me ayudaran, ese día mi madre me despertó de madrugada me alisté y salimos estando oscuro aún, sería una larga travesía por la ciudad que incluyó camiones, metro, combi y un taxi por que nos perdimos por los rumbos de Coyoacán, llegué por mi propios pies —chuecos pero servían, con tropiezos pero no me cargaban cómo a muchos otros que tenían el mismo destino y que me encontré en el acceso del hospital— ese día conocí a dos demonios horribles tan distintos e iguales, el primero me hizo ver por primera vez de manera cruda la realidad de muchos niños y jóvenes que hacían de mi enfermedad una simple gripe, conocí de frente las consecuencias del fuego en la piel de muchos pequeños, vi dos niñas unidas por la abdomen, compartiendo el hígado y el riñón, vi el esfuerzo y trabajo que le costaba a un señor el cargar a un joven sin piernas que venían desde el culo de mundo buscando ayuda, por primera vez me sentí afortunado, ese día entendí que siempre habrá alguien que sufre más que uno, y que tu desgracia es tan egoísta frente a la de los demás, por un momento me vi curado. De repente y sin darme cuenta me estaban llamando para presentarme a mi segundo demonio, no sólo me dijeron como se llama sino que ¡no tiene maldita cura! porque ya la había recibido, lo que yo buscaba en realidad —sólo que sin saber— era una reconstrucción estética o por lo menos algo que me sacara de los suelos y librara a mis rodillas de tanto madrazo, ese maldito demonio se llama Síndrome de Guillan-Barre, es un problema de salud grave que ocurre cuando el sistema de defensa del cuerpo ataca parte del sistema nervioso por error, es decir que mi cuerpo se estaba auto destruyendo, y lo mas cabrón que me dio hasta miedo y coraje a la vez, fue enterarme que no es algo común, que ataca a una persona de cada cien mil adultos y que en niños es más raro, le da a uno en un millón, es cómo ganarse el melate de las desgracias creo. 
No fue fácil que me aceptarán en el Shriners, esa primera cita es de valoración a muchos los regresan porque les hablan con la verdad cuando no hay nada que hacer, en ese entonces había que librar unos estudios socioeconómicos, investigaciones y muchos tramites. Cuando por fin logré ser paciente me quedaban algunos años antes de cumplir los dieciocho que es el limite de edad que permite el hospital, pensé que sería suficiente para lograr una mejoría notoria, la realidad es que me intervinieron quirúrgicamente dos veces, en tiempos distintos primero un pie y luego el otro, al final el resultado me dio una mejor condición, los cirujanos cortaron tendones limaron huesos y otras cosas más para reducir lo chueco de mis pies, desde entonces me caigo mucho menos, lo importante es que tenia la promesa de que sería intervenido un par de veces más para dar el gran paso, y dejar mis pies muy coquetos, el pedo es que ese día nunca llegó el jefe de cirugía del Hospital Shriners, valoró mi caso y me dijo con toda la sinceridad que se le puede hablar a un niño, —Hoy caminas y te vales por ti mismo, yo te puedo operar y dejar tus pies muy bonitos, pero no te garantizo que puedas caminar al cien, si fueras niña entendería que deseas unos tacones hermosos, pero eres hombre y los hombres somos feos, entonces ¿que quieres? ¿El noventa por ciento de algo o el cien por ciento de nada?, o sea ¿qué prefieres? ¿unos pies de concurso pero sin poderlos usar? o ¿quedarte como estas y andar por ti mismo? — 
No hay mucho que adivinar opté por quedarme cómo estaba, me sentí bien y me sigo sintiendo bien con esa decisión, no ha sido fácil la gente aún me ve caminar y no me quita la vista de los pies, mis calzado se hace horrible pues adopta la figura de mis huesos deformes, uso sólo tennis, otro tipo de zapato me hace la vida imposible, neta que la sufrí chido me hicieron miles de radiografías, si pudiera sumar las horas que pasé frente a las máquinas de rayos-X seguro sería un numero importante, no hay mucho por hacer ya, en realidad un día me acepté como era y deje de hacer intentos realmente estúpidos por ocultar mis deformidades, aunque no pueda estar mucho tiempo de pie o correr he sabido librarla de la mejor manera, no hay que ser el mejor sicólogo para escudriñar y conjeturar que mi autoestima casi se extingue; me gané mil apodos y burlas realmente me hicieron ver mi suerte en los primeros años escolares, —Recuerdo los días de estar internado, había muchos niños esperando cirugía yo hacia todo solo, bañarme, comer etc, y la gran mayoría no, así que en cierto modo también del otro lado sentí algo de rechazo— me sobrepuse a todo y si me conoces tal vez ni te hayas dado cuenta de todo lo que escrito.

Mi viejo yo

Después de algunos años regresé a mi vieja casa, no para quedarme, sólo porque necesitaba unas cosas que creí haber dejado... Todo cambió nada es como solía ser, el Abuelo ya no grita como antes, mi padre dejo de beber, de andar con tantas mujeres y ya no les pega a mis hermanos, mis primos dejaron las drogas, incluso las tías lejanas e incomodas han llegado a vivir ahí, mi hermano mayor les ha construido una choza en el viejo árbol junto al granero, son cuatro y son una sola a la vez.
Lo mejor es que hasta una lava vajillas hay en la cocina, los pequeños bebés se bañan a escondidas en ese armatoste, desde que mi madre se fugó con aquel prestidigitador nadie había cocinado y menos aseado ese espacio de mi viejo hogar... siento mucha felicidad por ellos... y una cierta nostalgia porque parece que sólo esperaron a que me fuera la primera vez para cambiar...
Lo malo es que traigo conmigo todo esa herencia y no se como quitarla de mi ser, tal vez si me paseo por una llamarada grande hecha con mis tristezas y rencores logre chamuscar ese maldito rastro de mi pasado.

Calorina. La historia de un soñador

3:40 a.m. lo supe porque revisé el reloj, pero principalmente porque alguien me despertó, fue suficiente una leve sacudida en el hombro y paré de roncar, cuando despegue mis pestañas vi a un joven de uniforme naranja con amarillo de aspecto amable pero directo, estiró la mano y me dio un paquete de papel higiénico de cuatro rollos, dijo que esos son lo mejores para descansar la cabeza si te quedas dormido en una banca del OXXO.

¿Cómo llegué aquí? ¿Y por qué en lugar de estar en mi cama, estoy en una banca más dura que las piedras? ¡Ah sí ya recordé! Básicamente es por caliente, sí así es, ¡Fue por caliente! Creí que podría pasar una noche muy ardiente, muy chingona y tener sexo desenfrenado con una chica y que además sería fantástico, tomando en cuenta mi poca, casi nula experiencia sexual su oferta me resultó más que atractiva y conveniente, me retumbó en la cabeza horas y horas hasta que me ganó lo animal.

Lo del amanecer en un OXXO se lo debo realmente a mi buena suerte, pude haber pasado la noche bajo un puente o en un parque o sepa Dios con tantos peligros que hay estando de noche en la ciudad y algo lejos de casa. Realmente si no cogí con ella, no fue por mi inexperiencia sino porque creo en el karma y en las buenas costumbres de las familias.

Por aquellos días yo tenía una linda novia, amable y compresiva, de sentimientos muy nobles, se preguntarán ¿Qué buscaba yo con otra mujer? —Si regresan al segundo párrafo justo al principio, ahí lo dice claro— Pues bien a la otra mujer la conocí en la fila de un módulo para tramitar mi identificación para votar —Necesitaba ese plástico para poder ir de fiesta sin la necesidad de sobornar a nadie y para dejar de causar molestias a mis amigos, es muy denigrante ser el tipo que acaba con la fiesta antes de que esta siquiera comience, varias veces nos regresamos porque yo no tenía como comprobar mi edad, obvio eso implicaba desde burlas hasta insultos e improperios varios, que está de más detallar— Volviendo a la fila para tramitar mi identificación, era muy larga, varias veces estuve a punto de claudicar; pero me mantuve en ella, después de varios minutos con el sol a plomo y harto de esperar, en un descuido cayeron de mi mano los documentos que debía entregar para realizar el trámite, y ahí estaba ella, muy hermosa, con un vestido corto, sandalias doradas, una piel color canela pasión increíble, con unos ojos verdes realmente muy verdes, fue muy amable, me ayudó levantando las hojas regadas, las sacudió y las puso en mis manos; me atrapó su linda cara y ahí se chingó la cosa, antes de este incidente yo no sabía que ella existía, nunca me percaté de su presencia detrás de mí, en fin, comenzamos una platica agradable, amena en verdad, le agradezco que las dos horas siguientes antes de ser atendidos se fueran muy rápido. El proceso pasó, la foto, la firma, la entrevista, etc. Me pidió que no me fuera, que al finalizar el trámite nos esperáramos. Así lo hice, al salir del módulo me buscó entre la gente y de verdad estaba radiante con una sonrisa enorme e hipnótica me dijo: que chingón que te esperaste, seguimos la plática, conectamos muy chingón, así me enteré donde vivía, que estudiaba, hermanos, música y comida favorita, hubo muchas preguntas pero la obligada de ambos, fue para indagar la existencia de algún novio o novia, aunque no se crea, yo no negué nunca que tenía una relación, ella en cambio dijo que estaba libre como el viento y feliz, que recién salía de un noviazgo tormentoso. Casi sin darme cuenta la acompañé hasta su casa, ahí nos despedimos, intercambiamos teléfonos, —De casa, antes no era tan pinche común el celular— Aún no llegaba bien a mi hogar y ya me estaba llamando, cuando atendí solo dijo que creyó por un momento en que le había dado un número falso, agradeció la compañía, la platica, reafirmó que le caí muy bien y me invitó a una fiesta para el fin de semana me esperaría en su casa a las 8:30 p.m. y por favor, que no faltara.

7:00 a.m. llegó el viernes, y yo con el puntual a la clase en la Universidad, mis labores escolares pasaron cómo debían pasar, 3:00 p.m. todavía no he cometido nada indebido, y ya me sentía algo extraño, al final, mi cita de la noche solo me invitó a una fiesta, pero por obvias razones no le platiqué nada a mi novia, seguro estoy que si a ella le hubiera pasado esto y me lo cuenta, se la armo de súper pedo. 

3:15 p.m. me despedí de mi novia, de mis amigos y a casa, nada de ir a algún tugurio de mala muerta o a comparar caguamas y beber atrás del taller de serigrafía, —Una bonita tradición de aquellos tiempos, en realidad podía ser cualquier día de la semana pero los viernes era mucho más común porque adquiría un tono de ritual— Tenía el pretexto exacto para no quedarme más tiempo, yo asistía a un curso los sábados por la mañana, argumenté tarea y un examen, por lo que la despedida fue rápida.

Un camino largo y tedioso me esperaba, poco más de una hora y media hasta mi casa; 4:54 p.m. entraba directo a la cocina buscando comer algo, después hacer la tarea de mi curso y alistarme para la cita, ya estaba emocionado y me emocioné más cuando mi recién conocida amiga me marcó para confirmar que iría con ella, yo tenía unas dudas pues no estaba claro si la fiesta sería en su casa, a lo que contestó que no, que sería donde su mejor amiga pero remató con algo muy pero muy inquietante; me dijo que no me preocupara por el regreso pues prometió que después del festejo podría quedarme en su casa, en su habitación y todo esto con un tonito muy coqueto y seductor que no fue difícil terminar de convencerme. 

Los siguientes instantes pasaron más lento que la fila en la que estaba antes de conocerla, honestamente se me hacía tarde para llegar con ella, imaginaba cómo y qué haríamos estando solitos, inventé a mis padres que saldría con mis amigos y que me quedaría en casa de uno de ellos y no hubo mayor problema. 8:30 p.m. estaba tocando el timbre en casa de Carolina justo a la hora acordada ella aún se estaba arreglando, su mamá y su hermana me invitaron a pasar, la casa era pequeña pero muy agradable con una decoración sencilla pero de buen gusto, paredes blancas relucientes, en unos pasos estaba en la sala, los sillones eran de color negro muy cómodos me senté, y justamente observé a Carolina, ella salía corriendo de una habitación que supuse era el baño, aún envuelta en una toalla y su cabello también —¿Porqué les encanta hacer esperar?¿Es esto una especie de deporte extremo? ¿Es parte de un ritual de apareamiento o una prueba? A mí francamente se me hace una falta de respeto— Caro se dirigió hacia el fondo donde había unas escaleras de madera y debajo de estas su habitación, ¡Así es! Su habitación estaba debajo de unas escaleras, a las 8:35 p.m. hora en que lo supe, esa indignación por que no estuviera lista para la cita ya me era totalmente intramuscular, ya se había desvanecido y en su lugar se posicionó de mí esa condición de cavernícola que me anunciaban un futuro muy alentador en la bola de cristal que para ese momento era mi imaginación, podía adivinar que la habitación de sus papás y de su hermana estaban en la planta alta de la casa justo al final de esas benditas escaleras.

Carito muy hermosa apareció después de unos minutos, bárbara, tremenda, etérea, sublime, inalcanzable y empoderada en unos pantalones blancos ajustados, ¡Qué manera de caber en esos pantalones! Eran algo transparentes que dejaban apreciar muy bien la forma de su cuerpo, la piel de sus hombros descubiertos en tono canela pasión se veía más brillante con una blusa azul de motitas blancas, un escote de holanes y encaje que terminó por desbaratar mi cordura, me saludo amable y coqueta asumió que yo me había presentado ya con su familia y sin decir más nos fuimos a la fiesta.

9:15 p.m y un par de colonias más adelante de la casa de mi nueva amiga, estaba lo que ella llamaba “la fiesta”, en realidad lo que sucedía es que su mejor amiga estaba celebrando su embarazo pero realmente el que festejaba era el futuro papá, la chica no se veía nada emocionada, lo supe porque Caro me puso al día con la situación de la pareja, “algo falló” hubo una bala perdida y ella quedó embarazada; si su amiga iba a continuar con el embarazo era por la presión y chantaje emocional de su novio, un tipo arrogante y con la sangre más pesada que el plomo. “La fiesta” era una reunión familiar justo para dar la noticia, en la mesa de la casa había pollo frito de un coronel muy famoso con nombre de ciudad estadounidense, complementos y cervezas para compartir, Carolina paso un buen rato platicando con la futura madre, yo cené algo y bebí poco, me preocupaba y me ocupaba la imagen que daría más tarde en la habitación debajo de las escaleras, después de unas cervezas Carito tomó mi mano y me acercó a ella supuse que hablaba de mí con su amiga por las risas y comentarios en voz baja, me miro y me besó, fue algo agradable y lindo para ser la primera vez, después vinieron más y más besos, mucho más intensos y cálidos, en un instante me apartó hacía un balcón y me preguntó ¿Qué somos? Me quedé mudo pues hasta entonces mi novia no se había aparecido en mi conciencia y fue hasta que lanzó como balazo su pregunta cuando recordé mi relación, yo dije bien seguro y muy macho  empoderado que no sabía qué éramos pero que me gustaba estar así sin ponerle etiqueta ni nombre, al menos por el momento, mis palabras creo que la ofendieron e hizo un pequeño drama, pero bastante incomodo, logre calmarla y entendió mi situación o al menos eso me hizo creer, los besos siguieron y en el momento menos esperado escuché de sus traviesos labios la frase esperada, “En cuanto quieras nos vamos”, en cinco minutos ya estábamos despidiéndonos y en camino, 11:50 p.m. habíamos entrando a su casa, me dijo, espera aquí en la sala avisaré que ya llegué, me dejó otro beso con mordida y subió a prisa con ese pantalón blanco tan provocativo, me dejó con los nervios y las ganas hechos un desmadre.

11:52 p.m. revisión y auto exploración de puntos de seguridad; peinado, aliento, condones todo en su lugar y sin novedades, nervios y ganas malditas ganas a tope, Carito apareció después de unos minutos, sin decir mucho más de lo necesario y con una cara algo triste me despidió. 11:58 p.m. estaba cerrando la puerta en mi cara, al fondo escuché la voz de su papá algo enérgico y determinado que preguntaba si ya me había ido. Ahí estaba yo a la mitad de su colonia, una colonia desconocida sola, sin un gramo de amabilidad de mi Caro para haberme llamado un taxi, exiliado, sin ganas de sexo creo, más bien con ganas de llegar a casa. Caminé hacía la entrada principal del fraccionamiento, lo primero que se me ocurrió fue esperar un taxi de los que iban arribando a dejar a los residentes, creo que mi aspecto de desterrado les hacía acelerar en cuanto me acercaba pidiendo el servicio. Sin exagerar, me senté en la banqueta junto a un poste con una luminaria medio desgastada y titilante, ya no había opciones ni nada, solo nervios y ese sabor amargo en la garganta cuando hay cierta incertidumbre y temor.

Después de muchos intentos fallidos de conseguir transporte me dirigí más derrotado y más resignado a un OXXO que estaba a la vuelta, compré un café y me senté a esperar o más bien fingí esperar qué hacer, el plan se iba dando conforme avanzaban las acciones, ese vasito de café me duro un muy buen rato, al cabo del cual el dependiente se acercó y me preguntó si estaba bien, ¿Qué le debía decir? “soy un perdedor, se me escapó viva la paloma y no tengo cómo irme a mi casa”, no dije nada, su atención fue muy amable, dije que esperaba a alguien que había quedado en pasar por mí, y entonces dijo algo que nunca contemplé en mí improvisado plan, el joven ofreció su teléfono para que llamara y fueran por mí al  OXXO ¿Quién hace eso?, le tomé la palabra y fingí que hacia una llamada y que nadie contestaba, me dijo que en el fraccionamiento había cuatro tiendas similares que tal vez ese era el problema e insistió en que indicara que era el de la segunda sección, que marcara las veces que fuera necesario, obviamente no le podía hablar a mis padres, en primera no tenían forma de ir por mí y en segunda me golpearían hasta que salpicara sangre y después yo tendría que limpiar, la realidad es que no tenía a nadie a quien llamar para pedir ese tipo de ayuda. —Espero realmente que cuando tenga una emergencia y requiera un teléfono alguien me lo pueda facilitar cómo aquella noche— Fielmente creo que el encargado se dio cuenta de mi desgracia y simplemente se apiadó de mí con un poco de pena ajena ya que supo que nadie iría a buscarme, y ya no insistió, compré un café más y regresé a mi banquita.

2:00 a.m. todo parecía tranquilo, unos cuantos borrachos y tercos, nada extraordinario, hasta que hizo su aparición una horda de mal vivientes saqueando el establecimiento en una forma sistemática, unos cuantos se formaron en línea de cajas, la mayoría se disipó por los pasillos; vi como tomaban cervezas y todo tipo de bebidas y las escondían entre chamarras largas, lo mismo con botanas y lo que se pudiera, mi amigo el dependiente no podía hacer nada ante tal situación intento detenerlos y cobrar pero en minutos ya se habían retirado, en un par de autos sin placas, mientras esto pasaba él ya había hecho el llamado a la policía con un botón de pánico, los oficiales llegaron solo para escucharlo, pedirle que cerrara y solo atendiera por la clásica ventanita ya que estos delincuentes traían racha pues en las otras tiendas del fraccionamiento habían pasado a surtir su fiesta con la misma dinámica. ¡Qué pinche consuelo! Siendo honesto esa situación me pegó un buen susto, entre tanto yo creí que mi ángel protector de la noche me botaría a la chingada, no fue así pues me quedé dormido y solo me despertó para hacer menos duro mi sueño con un paquete de papel higiénico que usé como almohada, mismo que cuando amaneció compré como souvenir junto con otro café, agradecí infinitamente el hospedaje y me despedí.

6:30 a.m. llegué con mi almohada improvisada a casa era muy buena hora, quedé bien con mis padres pues estaba a tiempo para ir a mi curso. De Carolina no supe mucho más, francamente no quise ni buscarla estaba herido en mi orgullo, alguna vez habló para pedir disculpas, no recuerdo si le conté mi aventura, como sea tal vez me lo tenía merecido por andar de caliente, aquí entre nos lo que más me ardió es que esa noche frente a sus escaleras no tuvo el valor de desafiar el mandato de su padre, yo muy bien sabía cómo guardar silencio.