lunes, 11 de diciembre de 2023

Mi Guerrero Ikal...

Si hay algo en esta vida que amo con todo mi corazón es beber café y comer; me encanta probar de todo y si hay algo que odie con todo mi ser, es un mal café y desperdiciar mi hambre en algo que no esté delicioso. Entonces, por suerte apareció este lugar de mis hermanos @Lalix, @Saner y el guerrero Ikal. Ellos sí que supieron fusionar el arte, la cocina y el buen café un templo único.


Por ahí se dice que las grandes cadenas de café no venden precisamente café ni mucho menos está bueno, venden la experiencia, pero en este lugar, va todo incluido magistralmente: una sofisticada experiencia, una sazón espectacular que explora los sabores de México y el mejor café de la ciudad grano por grano. Gracias a mis amigos por la oportunidad de haber conocido y experimentado este templo antes que nadie. Si bien está inspirado en el arte de mi carnalito SANER, también estoy seguro de que el toque elegante y de buen gusto de Lalix está en cada rincón de este espacio, con detalles que hacen de la visita una experiencia única.

Es imposible probar toda la carta, pero justo ese es el mejor pretexto para volver y volver. Sin embargo, lo que degusté no tiene madre; las tlayudas que bien pueden ser la joya de la corona, los molletes en un pan especial horneado con arándanos y un toque secreto que los hace únicos, o las enmoladas que guardan una explosión de sabores en cada bocado. Una carta de bebidas increíble; terminar la experiencia con un volcán de chocolate y su toque discreto de chile, desde luego acompañado del café de la casa que también no tiene madre. —Tal vez esa sea mi única queja, que aún no hay venta de ese café en alguna presentación aunque fuera de medio kilo para mi prensa francesa—. Ojalá alguien conociera a los creadores para pasarles mi sugerencia.

Vayan, regálense una experiencia única; no se van a arrepentir. Y quién quita que tengan suerte y se encuentren a Saner y lo puedan conocer y hasta platicar un ratito con él.






martes, 5 de diciembre de 2023

Que su ora pronobis por aquí y por allá

Hace unos años se fueron unas de las personitas más hermosas que pude haber conocido; me cuesta un poco reescribir esto. Es la razón del por qué las navidades y yo no teníamos una relación cordial, siendo que en el pasado era por mucho mi época favorita del año. Esas personitas hermosas fueron en vida mis abuelos; uno no escoge a sus familiares, se dice por ahí y qué bueno, de no ser así, quién sabe cómo me hubiera ido. Desde siempre le doy gracias al destino, a Dios y a la vida por haberlos puesto en mi camino.

Solía pasar algunas vacaciones con ellos; en diciembre era la más esperada su familia es muy numerosa y hubo una época donde era obligado estar en la noche de Navidad en su casa, y durante mucho tiempo fue así. Una reunión que comenzaba desde que mi abuela organizaba las posadas en su cuadra y era emocionante cada una de las nueve noches recorrer la calle principal con una velita encendida y cantando para pedir posada y que nos dieran los aguinaldos con un tamal y atole. Incluso no faltaba la niña con las greñas chamuscadas, ya fuera a propósito o por accidente.

Y pasó que de repente volví a emocionarme por la temporada, después de unos buenos años de amargura y cierta reconcómia con la Navidad —A veces creo que uno solito se tortura sin ningún propósito saludable, solo sentir tristeza y ya, y se invade de nostalgia, y culpas, propias y ajenas ambas imperdonables— Yo culpaba al último mes del año y a la temporada de haberse llevado a mi abuela y a mi abuelo, también por rupturas sentimentales o por malas noticias y malas pasadas del destino y siempre decía algo así como "sorpréndeme diciembre ¿ahora con qué saldrás?" y tonterías por el estilo, era como si ser amarguetas y externarlo fuera algo "cool".

Me quejaba desde las lucecitas prende y apaga hasta la comida —O sea sigo creyendo que los romeritos no están chidos, pero cada quien, simplemente ya no lo externo en mal pedo como antes, esta culero que uno hable pestes de algo que con seguridad alguien si disfruta— O los Intercambios navideños, ya fueran familiares, godines, de valedores o con algún vínculo emocional, esos si me tenían muy frustrado y amargado mal pedo, pero francamente estoy seguro que uno con sus malas vibras siempre va a ver mala onda donde no lo hay, si llegué a decir bárbaridades de esa dinámica, en muchos rechacé mi participación pero no siempre se podía ya fuera por conveniencia o por compromiso, el punto es que casi nunca quedaba satisfecho y creo saber la razón.

Hace unos días escuché a un tipitín expresarse de la navidad y de los intercambios casi tal cual como lo hacía yo y chale, que duro fue verme reflejado en esos comentarios, si pensé: que pinche mega hueva haberme escuchado así tantas veces, me dio vergüenza y diría que pena ajena pero no, eso fue real y genuina pena propia; bueno, les decía que creía conocer el origen de mi repudio a los intercambios que combinado con mis penas no me dejaban disfrutar la navidad plenamente... Creo que tendría algunos 6 añitos cuando la profesora Felicitas de segundo año de primaria organizó el primer intercambio navideño en que iba a participar, no tenía ni puta idea de qué era eso, pero mi jefita me ayudó a entender y a emocionarme por esa dinámica con mis compañeritos de clase. Las reglas eran muy sencillas: un intercambio nada ostentoso ni pretencioso y de no más de unos cuantos pesos, totalmente libre, el punto era convivir y pasarla chido antes de las vacaciones decembrinas. Mi mamá me ayudó y me guió muy sabiamente, recuerdo que me tocó darle regalo a María de los Ángeles, entonces me sugirió que le diera algo que le fuera útil en su día a día y seguramente ella lo apreciaría y aunque fue un intercambio de niños de primaria, uno siempre se «mopetea», o sea no hubo que su lista de 3 preferencias, ni pistas, ni nada de eso, entonces compré un lápiz muy lindo, un osito de color rosa que era un saca puntas super coqueto y una goma bien chula, lo envolvimos con su moño navideño y listo. De verdad que estaba emocionado y ansioso por entregarlo. Llegó el día y vaya que sentía mucha emoción por ver la cara que pondría María de los Ángeles al recibir mi regalo y sí estuvo chido, el saca puntas de osito tenía mucha onda y claro que una niña de seis años se iba a emocionar un chingo. Después pasaron casi todos mis compañeritos y hasta la maestra, y yo nada, se sentía mucha emoción y nervios y en eso escucho el nombre de Leydi Diana y ella se acercó a mí y me dio mi regalo... Un adorno navideño en forma de cometa hecho de papel metalizado, no sé qué esperaba recibir, pero les juro que eso no era. Mi mamá lo tomó muy mal cuando lo vio y creo que me influenció para que yo lo tomara peor y por mucho tiempo, sin culpar a mi madre eh, yo asumo que fue mi decisión dejar que ese hecho tomara mucha relevancia en mi vida. Por años recordé esa anécdota en muy mal plan y decidí que había sido una sentencia para siempre pasarla pésimo en los intercambios navideños. He aquí la importancia de soltar a tiempo y no que después uno se escucha horrible maldiciendo la dinámica y amargando a los demás.

Hoy pienso en el contexto de Leydi Diana, de entrada ella profesaba otra religión, tal vez simplemente no me quiso dejar sin regalo y lo solucionó de la mejor manera que se le ocurrió, tal vez no había para más, nunca lo sabré, solo sé que lo debí haber soltado desde hace mucho, me faltó empatía. Ella ya no está en este mundo y no me hace sentir chido que aunque fuera en broma yo hubiera seguido recordando esa mañana de diciembre de 1988 como si hubiera sido algo realmente grave. Sin la carga negativa y siendo objetivo claro que he tenido muy buenos intercambios de regalos, solo que por alguna razón pendejamente siempre le di más importancia y más peso a lo que para mí fueron malos ratos, quién sabe, que tal que alguien por ahí recuerda algún regalo mío como una pésima experiencia.

Ya es diciembre otra vez y hacía mucho tiempo que la navidad no me emocionaba ni tantito, muchos años han pasado de la última vez que recuerdo haber sentido ansiedad e ilusión por la temporada. Las cosas pasan, los seres queridos y amados se van y ni los meses ni las personas eligen irse o llevarse a nadie en una fecha específica para afectarnos, cada quien sus miserias y sus penas pero sin mal vibrosear a los demás, recuerdo a mis abuelos con mucho cariño, los he soñado mucho y los extrañaré siempre, y quiero pensar que allá donde están verán que hoy vuelvo a disfrutar estos días como cuando morrito, como cuando mi abuela ponía su nacimiento y la pasaba tan bien en las vacaciones esperando el 24 de diciembre con un chingo de ilusión yendo de posada en posada derritiendo velitas y que su ora pronobis por aquí y por allá y chamuscando sin querer las greñas de alguna vecina.








viernes, 1 de diciembre de 2023

No es lo mismo ser el borracho que ser el cantinero

No es lo mismo ser borracho que cantinero...
Yo creo que es mi frase favorita, o al menos es la que ahora más me define en algunos cuantos sentidos de mi juventud tardía...
Y es que aplica para casi todo, sobre todo a falta de empatía porque es triste ver que a veces hasta parece que se disfruta saber que alguien la pasa mal con nuestras acciones, pero así es este jueguito mecánico de feria de barrio montado en tablitas, todo hechizo y tambaleante llamado vida que, por fortuna, da y da un chingo de vueltas, en unas estamos arriba y otras abajo y no pasa nada, y no tiene nada que ver con el karma, porque creo que ese es asunto de otra ventanilla y cada quién sus deudas; si la hiciste, chance y te pase que el destino te la cobre igual...
Pero antes de que divague más y se me vaya la inspiración, esto de que no es lo mismo ser borracho que cantinero lo tengo más presente ahora, creo que es porque ya estoy algo vividito y es que aunque Dios me hizo con carita de "yo no fui", pues yo sí fui varias veces, se dice y no pasa nada, con amigos, novias, maestros, mis hermanitos y un largo etcétera, sobre todo por allá en mi adolescencia. Bueno, para qué ser hipócrita si hice varias desde morrito, pero varias y chidas, y es que uno se acuerda, y más hoy que soy papá de una preadolescente y que comienzo a ser el cantinero, ya no está taaaaan chingón, o sea, la borrachita que me tocó no me ha hecho ninguna memorable aún, pero como yo sí fui bárbaro y dicen que se parece más a mí que a su santa madre —Mujer, chingona y ejemplar de todos mis respetos—, pues da miedo, porque insisto, yo sí fui varias veces...
Por ejemplo, decía a mis cantineros que llegaba o me reportaba por cualquier cosa, sobre todo los viernes, y no lo hacía, ni llegaba y muchas veces ni hablaba, decía que iba a un lado pero me iba a otro, pedía varo para un libro que de repente y de la nada se convertía en brebaje helado sabor cebada y otras más, o como cuando me fui a mi primer concierto, y esa es la que voy a desmenuzar hoy porque esa anécdota tal vez es la más loca hoy veo fríamente que por la emoción, creo que me expuse un chingo muy inconscientemente, la neta... Pasó así: mi grupo favorito de ese entonces, Limp Bizkit, venía al Palacio de los Deportes, en esos días para mí era imposible pensar en ir desde mi pueblito hasta el otro lado de la ciudad, no había forma legal con mis cantineros de conseguir dinero y permiso; 8 de mayo del 2001, $500 pesos el boleto, 8 PM. Soñaba con poder lograrlo y era un panorama muy cabrón porque para nada es como hoy que desde el celular puedes comprar boletos, en ese entonces, tenía que ir hasta la CDMX a un centro Ticket Master con dinero principalmente, que no tenía, del permiso, pues ya vería, pero no juntaba los centavos y tampoco es que hubieran durado mucho los boletos, se agotaron en muy poco tiempo y aunque abrieron una fecha más, mi panorama seguía siendo sombrío. Llamé a todos los programas de radio para conseguir un boleto, vendí unos peluches de mi hermana —A súper escondidas, oooooooobviamente—. Rasqué mis ahorros y no hubo suerte. Yo platicaba mi tragedia a mis compañeros y valedoras de la escuela, y muchos sabían de mis ganas genuinas de ir a ver a esa banda, entonces, cuando ya estaba todo perdido y faltando unas horas para el concierto, una amiga de la escuela me habló por teléfono y me dio una noticia que hizo que el corazón casi se saliera de mí, me estaba vendiendo un boleto cuyo dueño original no podría usar, y me lo dejaba en abonos de dos pagos, pero debía decir en ese instante si aceptaba o no. Solo pensé por un milisegundo en todo lo que debía resolver antes de aceptar, pero no le di mucha importancia y acepté, ya veré cómo consigo el permiso de mis papás.
Y es aquí donde hoy entiendo mucho a mi jefita, o sea, el contexto real es que, por mucha emoción que tuviera y ganas y todo eso que es muy válido, nunca había ido a un concierto de nada, la neta lo más cercano a eso fue el ver una estudiantina y un mariachi en la boda de unos tíos, bueno, ni puta idea de dónde estaba el Palacio de los Deportes, pero lo más cabrón era pensar en el regreso, insisto, no tenía idea de nada, solo es que todo se me hacía muy fácil por la emoción de estar tan cerca de lograr ir al concierto. Obvio que todo lo anterior y más fueron las dudas encabronadas de mi cantinera, pero todas las sorteé con suerte, unas respuestas las evadí y otras las inventé, sobre todo cuando preguntó por cómo me iba a regresar, dije que me quedaría en casa de la amiga que me consiguió el boleto, me recalcó ¿Estás seguro? y con unos huevotes, pos le dije que sí. La realidad es que solo pensaba «Ya veré cómo putas le hago, o sea, ni siquiera sabía ni cómo llegar al lugar del concierto, así que una batalla a la vez, lo primero era ir por los boletos, ya después Dios dirá... » Y Dios nunca dijo, mi mamá se quedó más o menos tranquila, o eso creo, yo me fui a mi concierto y estuvo poca madre y ahora que lo pienso bien, qué chingón haber ido a un concierto solo. —Con el pasar de los años he ido a más conciertos, obras de teatro o al cine, y ahora recién a un festival de música solo, y qué lindo es en comparación de ir acompañado o en bola, porque nunca falta que si ya se perdió tal, que si ya se peleó la parejita, que si tu novia se emputó por esto o lo otro. Vaya, creo que es un pedo empatar gustos y pasarla bien yo por eso recomiendo la soledad—. Volviendo... No fue difícil llegar al Palacio de los Deportes, sobre todo por la ola de gorritas rojas portadas al revés al que iban al mismo destino que yo es que el vocalista así la usaba, yo estaba tan emocionado que pude colarme casi hasta adelante y aún recuerdo ese instante justo antes de sonar el primer guitarrazo y haber escuchado mis canciones favoritas y haberlas gritado, sin preocupaciones de nada, sin estar al pendiente de nadie, me sentí tan seguro y todo un experto en conciertos y cuando acabó el éxtasis de haber visto a mi grupo y después de ver la hora, supe que era momento de correr, como la cenicienta porque el metro me iba a durar hasta las doce de la noche. Corrí como nunca y no me caí afortunadamente, tuve suerte y alcancé a entrar al metro antes de que lo cerraran. Después llegué al paradero Cuatro Caminos y esa fue la primera vez que, al verme en serios problemas y al desamparo de la medianoche, sentí mi lengua seca como esponja y un sabor amargo cuando vi vacío el lugar donde habitualmente estaban los microbuses «Izcalli 1-2-3. No paro en Lechería» sentí que mi trasero me abandonaba, sí, confieso que dije chale, mi jefita tenía razón, era importante contemplar el regreso. Ya me veía entusado en un puesto por ahí esperando la luz del día o no sé qué. Recuerdo que corrí hasta el otro extremo del paradero intentando por la otra ruta de autobuses y nada, lo mismo después intenté un taxi y salía más caro que el mismo concierto, para ese instante tenía más seca la boca y más sabor amargo y de repente de la nada un microbús a baja velocidad que no sé de dónde salió pero que portaba el letrero más hermoso del mundo «IZCALLI 1-2-3. No paro en Lechería» iba lleno de gorritas rojas al revés... Me volvió el alma. El microbús, un taxi, un par de horas después y llegué sano y salvo a casa, me tiré en mi camita y la emoción de haber visto a mi grupo favorito me duró días... Bueno, con su respectiva pausa cuando mi cantinera se dio cuenta de que su borracho consentido llegó como gato parrandero entre la madrugada, un par de ¡te lo dije! y otros gritos más y después también noté cierta paz de verme de vuelta a casa completo.
Hoy sé perfectamente que para nada será lo mismo ser el borracho que ser el cantinero. Y que no se te olvide que a la vuelta también venden pan...

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jueves, 9 de noviembre de 2023

¿Qué tanto es tantito?

Este mes cumplí un año más de haber llegado a «La Ciudad de los Niños». Así comenzó mi aventura en ese maravilloso lugar que después cambió de nombre a KidZania y se hizo más y más grande. Pero esa es harinita es de otro costal. Lo que hoy me nace contar es lo satisfactorio que ha sido trabajar para una de las empresas más chingonas a las que he prestado mis servicios profesionales de lavado, planchado, rotulación, diseño, publicidad impresa y digital, y que además es orgullosamente mexa al cien...

KidZania es una mini ciudad interactiva para niños, donde siendo morrito puedes ser lo que se te antoje. De hecho, en un principio se llamaba «La Ciudad de los Niños». Aún me tocó hacer muchos proyectos para ese antiguo nombre del negocio. Antes de comenzar a trabajar ahí, nunca había ido a ese lugar. Y cuando lo conocí, sentí algo de lástima por mí, porque en mi niñez hubiera deseado ir a un parque así, donde literalmente puedes ser y hacer lo que se te inflame, con libertad y mucha seguridad. Tan es así de emocionante que en un día de operación es perfectamente normal que los extraviados sean los papás y no los niños.

Hay una máxima en esta chamba, un lema: «KidZania es para siempre». Y lo es, porque así se siente. Se pensó para los visitantes, pero es tan genuino y singular que difícilmente te vas a encontrar otro lugar igual para chambear. Entonces, ese lema se extiende para todos los que conforman KidZania. Lo digo desde mi perspectiva de vida y desde mi realidad y mi experiencia. Podrá no ser igual para todos, pero aquí he trabajado con muchas áreas y disciplinas, lo que hace mucho más grande y rica la experiencia laboral. Es una oportunidad invaluable contar con un chingo de puntos de vista para casi todos los proyectos de diseño y campañas de publicidad y comunicación en las que he podido participar. Sin embargo, lo que más he valorado siempre ha sido a las personas, a los compañeros, lo que deja su calidad humana más allá de puestos o de títulos, para «bien» y para «mal», con todo lo ambiguo que pueden ser esos significados. Ha habido banda que se ha convertido en amigos del alma, que dejaron enseñanzas bien chulas e invaluables, banda que sin pensarlo tira paro para solucionar cualquier inconveniente... Y otro tipo de banda que... Bueno, tal vez simplemente no hubo puntos para coincidir y tan tan, y otros poquitos entrañables que chale, algunos duelen en el cora, porque hoy son más un «Sí, un día te vi, ni me acuerdo», siendo que en algún tiempo compartimos más tiempo juntos en la oficina que en la propia casa...

Los días, los meses, los años pasan muy rápido cuando se disfruta, cuando te tratan chido y te valoran. Aún recuerdo que la primera vez que pude pedir vacaciones en mi vida fue en esta empresa. Antes, en mis otros trabajos, fui de contrato temporal en contrato temporal, a veces subcontratado y otras a la buena de Dios, ni pensar en unos días de vacación u otras prestaciones. Pero en esta empresa todo se sintió distinto además ninguna compañía festeja como KidZania, aniversarios, aperturas, cambios de nombre, llegadas, despedidas, cumpleaños, cenas y brindis de fin de año, vaya, todo lo festejable siempre queda increíble, a veces pasa que de vez en vez a alguien se le pasan las cucharadas y hace desfiguros o impertinencias, nada grave pero no voy a entrar en honduras que se me pueden salir de control y además ya no bebo.

Cuando llegué a trabajar ahí, no tenía planes de tener hijos, y de repente ya tenía una pequeña y las responsabilidades de adulto fueron más y más grandes y, por supuesto, más caras. Recuerdo perfectamente que el día que nació Valentina le avisé a mi jefe y me dijo el mejor cumplido que se le puede dar a un colega diseñador, «Esa pluma sí que tenía tinta Saulillo», bueno, no lo dijo así tal cual, dijo: «Es el mejor diseño que has realizado», pero a eso sonó, y sentí chingón y nunca lo olvidé, y el día que su primera hija nació le hablé para decirle exactamente el mismo mensaje.

Los días se han ido entre campañas de publicidad y diseño de esto y lo otro, y que una promoción para el día del niño, y que el día de la tierra, y que el aniversario de la empresa, que la apertura de nuevos parques y que si el Halloween y que la Navidad. Pero hubo un evento que lo cambió todo justo el instante en que mi hija Valentina fue por primera vez a KidZania como una pequeña turista. Todo, absolutamente todo, cobró sentido de golpe. La experiencia se volvió más auténtica y es que mi bebé reconoció el logotipo y el nombre del parque antes de siquiera haber dicho papá o mamá. Muchas veces participó como pequeña modelo para fotos y comerciales de KidZania, y al ser una ciudad a escala, tenía su licencia de conducir, su credencial de elector, su tarjeta de banco, pasaporte y kidZos —Que para los que no conocen, son la moneda oficial de esa gran nación—. En cada caso, había estado involucrado para su diseño de todos esos elementos y fue emocionante, muy emocionante, ver esos proyectos cobrar vida en las manitas adecuadas de una pequeña como mi Valentinita hermosa chula preciosa...

Podría detallar mucho más mis responsabilidades y deberes; sin embargo, no es la intención aburrir. En esencia, ha sido un abrir y cerrar de ojos este ratito de vida que he pasado chambeando aquí. He crecido un chingo en muchos aspectos, aprendí cómo redactar un email correctamente, a desenvolverme sin miedos con directivos y no hacerme ni sentirme pequeño en una reunión. Algunas veces amanecí en mi lugar de trabajo por proyectos complejos y urgentes. Aprendí a meter las manitas más allá de mi responsabilidad en muchos proyectos. También perdí el piso alguna vez y aprendí a recuperar el camino. Me dolió ver partir muchos compañeros y agradecí cuando llegaron nuevos. He tenido muchos jefes y solo una mera patrona que se le extraña siempre.

Aquí he aprendido grandes frases y enseñanzas que se han vuelto parte de una constitución semi-godín no escrita como esa de... "¿Cómo hacer de mi problema, el problema de alguien más?" Hay que aprender a detectarlo porque si no estás a las vivas, te la pueden aplicar. O esa invaluable analogía que me encanta, «Tengo harto que lavar y planchar y se me cayó el tendedero», y queda perfecto cuando estás tapado de chamba y viene más chamba, y surgen bomberazos e incluso ya hay cambios de lo que aún no entregas. O esa capacidad de hasta medio viajar en el tiempo cuando surgen pendientes que resulta eran para ayer, o como cuando el mero patrón pregunta «¿Cuándo va a estar listo, mi hermano?» Algo que sabes que es enteramente tu responsabilidad y de la presión y nervios, uno todo menso solo responde «No sé», y justo en ese instante el patrón lanza otra pregunta muy retórica, hermosa y que cae como agüita helada cuado se acaba el gas: «¿A quién le pregunto entonces?» Creo que es mi favorita, la utilizo bastante en mi día a día... Y justo esa es una de las mayores satisfacciones de trabajar en KidZania, porque estoy seguro de que en pocas empresas se puede interactuar de manera tan directa con el creador y director de la compañía en muchos sentidos, aparte del profesional y es que su visión en cada proyecto es enriquecedora, y aunque la tinta roja pueda parecer cruel, la realidad es que estoy seguro de que no confía tanto en la memoria de sus colaboradores a la hora de solicitar cambios en los proyectos por eso lo deja más que clarito. Tengo muy presente que cuando por fin pude salir de viaje fuera de México, fue gracias a la empresa, pero principalmente a la extraordinaria capacidad de persuasión del jefe. Se agradece, y es que para haber sido mi primera vez fuera de México, fue de manera épica: fue por la grande, fue a Miami para abordar un crucero pero no un barco cualquiera ahí todo pedorro, ¡No! En ese momento me tocó navegar por el Caribe en el barco más grande del mundo, y no fue a un solo país fueron varios, todo para celebrar el aniversario de KidZania en un viaje de integración. ¿Qué empresa hace eso? Si algún día pueden irse de crucero, de verdad no lo duden ni tantito.

Entonces... ¿Qué tanto es tantito?

Es una de las preguntas con más respuestas posibles y al mismo tiempo me parece un pretexto muy poco fundamentado para darse un permiso casi en cualquier contexto... Que si ya sonó la alarma... ¿Qué tanto es tantito, otros cinco minutitos más? Que si ya me siento mareadón, ¿Qué tanto es tantito una copichuela más? Que si ya me tengo que ir ¿Qué tanto es tantito una horita más? Que ya no me beses el cuello mujer que sino perdemos el bono de puntualidad. ¿Qué tanto es tantito un round más? Y así me podría seguir con más y más ejemplos. El punto es que ¿Qué tanto es tantito 16 años en esta gran nación?
















































viernes, 27 de octubre de 2023

Cómo salir en calzones y sobrevivir para contarlo


Micro Relato...

Como consumidor y a veces creador involuntario de memes vivientes, me vi representando uno de manera épica y genial…
Y es que estoy seguro de que a puro tarugo se le olvida ponerse el short antes de salir de casa. O sea, nadie me iba correteando, no me cacharon con nadie, tampoco nadie llegó de sorpresa. Motivos suficientes como para salir huyendo de alguna situación peligrosa por decirlo decentemente ¡no! Nada de eso. Yo por voluntad salí así en calzones. Bueno, aclararé que son unos lindos bóxers negros con una línea de color rojo —No están balaceados, aún conservan muy bien su color y me quedan ajustaditos, es decir que no aprietan para afuera— Pero en calzones al fin y al cabo; y sigo pensando… ¿Cómo chingados me pasó? Hice toda mi rutina con normalidad: desperté, replanteé mi existencia, busqué un motivo lo suficientemente fuerte para dejar mi huequito en el colchón, me acordé de que soy pobre y feo y ya con eso me animé a ir al gimnasio y luego a trabajar. Así que me aseé, lavé mis dientes, preparé mi mochila, mi cambio de ropa, tennis y hasta vi memes mientras se preparaba mi café. Enseguida me puse mi chamarrita gris y salí… Y ahí iba yo muy motivado y contento, ahora sí despierto de verdad después del primer sorbito de café. Todo muy don chingón hasta que me vi en calzones en el espejo del elevador. Eso sí, muy enchamarrado. Suerte que ninguna vecina hubiera coincidido conmigo a las seis de la mañana como habitualmente pasa. Fue hasta que me vi en ese reflejo que entendí por qué esa madrugada tan desafortunada sentía un poquito de frío en mis piernas y tantito más arriba.









martes, 5 de septiembre de 2023

Mis primeros 41

Mañana es mi cumpleaños y a diferencia de otros años esta vez me siento muy emocionado, de hecho estas últimas semana me he notado contento y con ganas de que ya sea el día, no es que tenga un gran plan para festejar o algo parecido simplemente es que se siente chingón cumplir años.

Esta vez es diferente por muchas cosas, algo más sano principalmente porque hubo muchos años que pesaba demasiado y me deprimía pensar en un año más de vida, conscientemente no sabía bien por qué pero este último año lo descubrí y me pude librar, di un gran paso, acepté muchas cosas, por ejemplo que las personas son como son y no como uno quisiera que fueran, entendí que uno, si quiere de verdad debe aprender a amarlas así, sin querer cambiar nada, pero principalmente comprendí que por más que quieras no se puede cambiar el pasado y mucho menos ignorar lo sucedido, de tal suerte que por fin solté lo que ni siquiera sabía que me estuvo consumiendo por dentro durante tanto tiempo, y que casi acaba con mi paz; con mi tranquilidad, con mi capacidad de relacionarme sanamente, ya lo pude contar ¡Ya lo puedo contar! 


Pero es tan perturbador y tan de la chingada que no tengo un comienzo coherente como en otras historias que he compartido, solo sé que mucho de lo que me ayudó a sanar es justo este ejercicio de escribir mis recuerdos, mis gustos, mis miedos y sobre las personitas que quiero, me di cuenta que en sí todo lo que he escrito ha sido mi auto terapia y sin ponerle o atribuirle poderes mágicos a estos ejercicios de redacción que de vez en vez comparto, un día mientras escribía y trataba de ordenar mis ideas y recuerdos para una anécdota me llegó con mucha claridad lo que me pasó una tarde mientras regresaba de la escuela, de pronto fue como si hubiera vuelto a ser ese chico de prepa que un viernes después de una semana pesada se durmió en el único asiento que encontró libre en la parte final de un microbús y que fue abusado por un tipo asqueroso que puso su mano entre mis piernas aún y cuando yo tenia mi mochila justo como protección y almohada improvisada él se aprovechó de mi sueño y con toda la malicia y premeditación metió su mano entre mi pierna y mi mochila y me tocó, me apretó los genitales y me despertó de golpe, por lo que estaba haciéndome, quedé helado sin poder reaccionar, tenía miedo, tenia terror, no sabía lo que pasaba y él no dejaba de tocarme, le dio igual que el transporte fuera a su máxima capacidad, no le importó que yo fuera un menor de edad, el simplemente no dejaba de invadir mi intimidad, hasta que de repente pude mover mi mochila un poco y eso lo hizo salir disparado, se bajó del transporte como si nada, sin que yo hubiera podido gritar ni pedir ayuda, ni hacer algo por detenerle. 
Recuerdo que no pude estar en paz todo el camino que me restaba para regresar a casa, fue eterno, recuerdo que sin tanto detalle le conté a mi madre lo que me había pasado pero no pude ser tan específico, solo quería un poquito de consuelo tal vez, recuerdo que lloré mucho y recuerdo que ese abuso me cambió para siempre, yo me culpé por haberme quedado dormido, por haber elegido ese transporte, por haber decidido sentarme junto a ese señor, muchos días lo soñé, un tipo calvo, con su sweter tejido de color azul y su mirada depravada y solo quería golpearlo y eso me hacía recordar que en realidad no pude hacer nada en su momento, me castigué con pensamientos autodestructivos recriminándome mi cobardía, recriminándome el por qué no hice nada. Cada vez fue creciendo y creciendo ese miedo y nunca se fue, nunca se lo dije a nadie hasta que me llevó a una depresión casi sin salida, ese señor me hizo dudar de mi, de mi sexualidad, de mis preferencias, nunca lo pude olvidar o dejarlo ir, y con los años solo se hizo más y más grande mi tormento y de repente todo me daba terror, odiaba que llegara la noche, ya no estaba tranquilo y solo quería estar dormido, hasta que me armé de valor y pedí ayuda, encontré una buena sicóloga que me sanó con algunas terapias de hipnosis, que me hizo ver que nunca tuve la culpa de nada, que nadie puede vulnerar tu espacio ni tu persona por el simple hecho de quedarte dormido, o por vestir de una forma u otra, o por emborracharte, ni siquiera por ir solo de noche, él era un depredador sexual, un estúpido subnormal enfermo. Lo comprendí, sentí paz desde la primer consulta, el simple hecho de haberlo contado me quitó una maldita loza que tenía cargando, pero hasta ahí, solo fue entre mi sicóloga y yo, no se lo conté ni al siquiatra que me ayudó en el proceso porque resultó que la terapia debía estar acompañada de un medicamento controlado para que pudiera salir del maldito hoyo, así que cuando el doctor me preguntó ¿qué me pasaba? Solo le platiqué lo que sentía, más no la razón y me explicó que a veces la depresión se debe a un desajuste en la química cerebral, me recetó unas pastillitas diminutas que me relajaban un chingo y que solo debía consumirlas por un lapso muy cortito, porque podían causar adicción y me dijo muy fuerte y claro, que yo era muy propenso a hacerme adicto fácilmente a cualquier sustancia tóxica que fuera, hay personas así, así que ten cuidado de andar experimentando o te vas a quedar en el viaje. 
Con la terapia y con el medicamento pude terminar mi universidad en paz, pude recobrar mi vida, pude bloquear esa tarde, pero nunca lo había podido asimilar ni digerir del todo, nunca lo había podido aceptar para poderlo soltar, cuando lo hice, me di cuenta de todo lo que me había dañado, hoy puedo comprender mucho mejor porqué he sido como he sido con las personas con las que me he relacionado, mis amarguras, mis manías, mis inseguridades y todo lo pinches tóxico que llegué a ser. Ya no me avergüenza esa parte de mi historia de vida porque simplemente yo no hice nada, solo fui un joven que se quedó dormido y alguien más se aprovechó y abusó de mi. 

Mañana que es mi cumple solo quiero permitirme pasarlo chingón como tal vez nunca, el pasado pisado y ya está, he vivido muchas más cosas bien chingonas pero bien chingonas, y son más importantes en mi vida que esa mala tarde, me siento afortunado porque pertenezco a una generación que fue bautizada como «Y» o «Millenial», soy algo así como un nativo digital y es que sin querer me tocó ser una especie de amalgama entre lo análogo y lo digital y con el hecho de haber nacido en este país pues resultó que yo crecí casi al ritmo en que la tecnología iba cambiando mi mundo, o sea, yo no nací con las super computadoras ni con los teléfonos inteligentes funcionando, más bien los vi aparecer en el camino, por ejemplo: yo aún pude grabar unas canciones del radio en un cassette y hacer el ridículo más grande de mi adolescencia al regalarle una compilación de esas a la Amalia de 3C con mi voz incluida. Yo conocí los videoclubes, rentamos películas de karate, vi tele en blanco y negro, vi de cerquita año con año la evolución de los videojuegos, aún tuve la experiencia de hablarle a muchas niñas desde un teléfono de disco, me tocó instalar la primer computadora que hubo en casa con todo e impresora y un buen día contraté internet casi que sin avisarles a mis papás, aprovechándome de su exigencia para cumplir con todas mis tareas de la prepa y la «urgente», «urgentísima necesidad» de contar con el servicio para poder hacerlas, y lo recuerdo con mucho cariño porque mis hermanitos muy sorprendidos y casi diría que asustados, se pusieron detrás de mi y cada uno abrazado a cada una de mis piernas como koalas, hacían ruiditos y con un temor inocente que daba ternura, señalaban hacía el mueble improvisado donde estaba conectada la computadora, que si con sus majestuosas bocinas, que si con su veloz internet de 32 kbps conectado al teléfono, mismo que ya era de botoncitos muy bonitos,  seguramente muy sorprendidos mis hermanos con todo lo que se podía hacer, y es que eso para ellos era como un portal a un mundo que desconocían, obvio que les deba terror, bueno, bueno a todos nos pasaba eso, solo que yo no podía quedar como un poco paseado y me hice el muy experimentado para ser el hermano chinguetas que ellos necesitaban en ese momento, lo cierto y hablando neta, creo que eso nos cambió el panorama a todos. 

Está de más querer detallar todo lo que me ha sorprendido y lo que he visto evolucionar en estos 41 añitos, así que antes de que divague más y se me pierda lo que quiero decir concretamente... Para mi ha sido emocionante ir creciendo con los cambios y descubrimientos tecnológicos, por eso estoy particularmente contento ¡qué momento para estar vivo! ¿qué nuevas cosas vendrán? Pero como no sé cuanto me queda antes de desvivir pues se vuelve mucho más chingón respirar y apreciar esta época, esperando que si llego a mi próximo cumpleaños todo sea mucho pero mucho más chingón, que nunca pierda la capacidad de asombro por todo lo nos depara pero también me quiero libre, de ataduras, apegos y rencores, me necesito mucho más libre de pensamiento y del corazón.

Feliz cumpleaños para mi.




viernes, 1 de septiembre de 2023

¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Lo recuerdas?

   Voy a trabajar, voy a chambear; voy a camellarle, vamos a perseguir la chuleta... Desde siempre he escuchado frases así por el estilo refiriéndose a lo que significa ir a ganarse el pan, las he ido guardando, no con recelo ni apuntándolas, decir eso sería muy mamón, solo las recuerdo y ya está... Las recuerdo de la gente que me ha enseñado lo que significa chambear, amar y respetar el trabajo, a hacer lo que me gusta para no tener que trabajar, mi papá es un gran ejemplo de eso, mi mamá ni se diga que hasta cruzó la frontera de ilegal para ir a trabajar; de mis hermanos, mis tíos, mis amigos, mi vinculo emocional que es una guerrera, todas estas personitas cuando hablan de su trabajo lo hacen de una manera tal que enamora, no dicen voy a trabajar, dicen voy a dar clases, voy a repartir gas, voy a pelotear unas ideas, porque son buenos en lo que hacen y les gusta y lo disfrutan, al menos eso he notado, como en todo seguro hay días grises pero no lo suficiente como para opacar el panorama general,  y eso me gusta, que al final no voy, o no vamos de malas o peor aún, odiando con cada fibra de nuestro ser lo que tenemos que hacer para ganarnos la vida.

¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Lo recuerdas?

Yo fui velador, esa fue mi primer chamba cuando tenía como cinco años, me acuerdo y me emociona un chingo, era una responsabilidad muy grande cuidar una secundaria, bueno bueno, fui ayudante de velador, el mero encargado era mi papá, pero yo lo asistía, así son las pequeñas familias se tienen que apoyar siempre, porque en realidad ese trabajo era de mi mamá, por cuestiones de la vida en los periodos vacacionales la ella le tocaba hacer guardias en la escuela donde trabajaba o algo así, pero mi papá la cubría y yo no lo dejaba solo. Nuestra hora de entrada era a las 9 de la noche, mi mamita me ponía en una bolsa mi leche en una tacita de plástico con su tapita muy coqueta, un pan o un plátano o ambas porque yo siempre he sido de buen comer —A mi desde siempre, desde que me acuerdo la única comida que no me gusta es la poquita— Después de llegar a la chamba y checar nuestra hora entrada yo cenaba en lo que mi papá me hacía un tendido en el laboratorio de la escuela, yo creo que decidió que fuera ahí porque ante una emergencia, por si alguien se metía o lo que fuera, ese era el lugar más seguro, y ya después de cenadito con mi pancita llena pos daba sueño y buscaba el lugar menos duro y me dormía, pero mi papá vaya que hacía bien su rol de velador, porque de vez en vez lo buscaba y él se iba a dar el rondín entre la madrugada y lo hacía dos o tres veces... A la mañana siguiente... al día siguiente pues, lo mio solo era descansar porque trabajar de noche es muy pesado.

Pero ahora que he ido destapando los recuerdos de mis trabajos que pude conseguir, me llegaron de golpe muchas otras ocupaciones de las que obtuve muchas ganancias, ganancias de vida, cosas que no se pueden comprar con varo, gané mucho, en amigos, en maestros de vida y sí, también gané mis pesitos que me permitieron ciertos gustitos y otras cositas más...

Como cuando tenía 10 u 11 años, para ese entonces ya había dejado muy atrás mis prácticas como velador, ahora me dedicaba a hacer mandados a los vecinos a cambio de unas propinas, siempre tuve buenas ganancias de eso, con sus excepciones muy decepcionantes, de una vecina en particular, se dice y no pasa nada, pero  entonces encontré mi primer chamba formal y todo, y digo que fue formal porque eso fue, un trato de caballeros con un buen vecino, el ingeniero Porfirio que en «pants descanse», que siempre me trató de poca madre. Su esposa tenía una tienda de abarrotes por eso los conocía tan bien, yo ahí compraba que si el quesito blanco, que si los huevitos, que si el cloro, que si las galletas marías; y un detalle muy coqueto es que ellos tenían una hija, la Andrea, y mi mamá juraba que me iba a casar con ella, y no solo lo pensaba eh, la doña Ceci lo decía así sin filtros, obviamente eso nunca pasó, y no por mi, pero esa es otra historia. Mi trabajo consistía en podar el pasto, lavar los autos y ayudar en su taller, pero antes, antes de comenzar los deberes, siempre me recibía para desayunar, y comíamos chido para agarrar fuerza y darle duro a la chamba, cabe aclarar que yo nunca había, ni lavado autos, ni cortado el pasto; ni muchas otras cosas más, entonces pues me asignó con su sobrino y su hijo y ellos me enseñaron, de todo, desde cero, uno cree que sabe hasta que se da cuenta que no sabe ni madres, bueno, hasta intenté aprender a soldar, vaya, todo fue muy emocionante, el inge se dedicaba a automatizar procesos industriales, fue una gran época, aproveché unas vacaciones de verano para ir y pedirle chance de trabajar y así tener mis propios pesos para comprarme mi tele y mis galletas marías para mi solito, y para ahorrar para irme de vacaciones con mi abuela y para no sé que más, uno a esa edad solo quiere dinerito.

En fin, así pasaron algunos veranos y de vez en vez otros trabajos por ahí, fui dependiente en una papelería que era de una amiga de mi madre, insisto, uno cree que sabe y hasta que la vida te grita que no sabes ni madres, cuando tienes que sacar copias de una identificación por ambos lados al 150% y buscar una monografía de la drogadicción, y medio metro de chaquira del número 3, pero dorada. Esa chambita no era pesada para nada, tenía su encanto, había una chica que iba a comprar... Nada o paquetitos de estampas de Goku solo para platicar conmigo. ahí el tiempo se pasaba en chinga, entraba a las 2 y cerraba a las 8, y no se sentía.

También trabajé en una recicladora de plásticos, ese si fue un trabajo, una chinga, una tortura, no sé cómo se me ocurrió, el anuncio decía que se solicitaba ayudante general, estaba frente a mi calle,  cruzando la avenida, había prestaciones de ley y era medio tiempo, yo solo recuerdo que necesitaba juntar dinero para el catorce de febrero, —Odiaba deberle favores a mi hermana a cambio de algún peluche, o peor aún, ya no quería robárselos para quedar bien con alguna o algunas niñas— Y pues fui, y me quedé y duré una semana, por poco y me quedo sin rabadilla. El primer día me toco descargar un camión con material de reciclado envuelto en pacas más grandes que yo, pesadas y muy voluminosas, un tipo las dejaba caer en mi lomo y a darle, tenía que cruzar un pasillo hasta la bodega y ahí iba tambaleándome, rebotando en cada pared hasta llegar. Esa noche me dió hasta calentura cuando por fin me pude escurrir en mi camita al terminar el turno, todo para poder comprar por un peluche y unos chocolates para la Nancy, eso fue el primer día y me tocó la mala suerte de que hubiera llegado el camión justo ese maldito día a esa hora, ese cargamento solo iba una vez a la semana. Al día siguiente regresé por orgullo para poder cobrar los cinco días, pero odiando cada fibra de mi ser. Me quemé con la maquina que convertía los retazos de fibras plásticas en una especie de palomitas de maíz, era una olla enoooooorme que se calentaba y giraba muy cabrón mientras le agregaban unos chorros de agua, yo solo tenía que arrimar una bolsa y cuando el operador volteaba la cazuela esa, debía estar atento y cachar las bolitas calientes y empaquetarlas y sellar la bolsa y cargarla y estibarla de una manera específica y hacerlo rápido sino eso se hacía un desmadre. Esa era mi responsabilidad, el operador de la máquina siempre fue muy amable, una chulada de tipo, mientras yo solo quería comprar unos regalos, él dormía ahí para doblar turno y poder mantener a su esposa y a sus gemelas y uno que 
venía en camino. 

De los trabajos más extraños que tuve, un mes fui aplicador de vacunas, o al menos eso decía mi contrato, eso si fue lo más raro que he hecho, nunca aprendí a poner ni gotas siquiera, solo hacía visitas a casas en el cerro y a medias porque terminé correteado por perros e ignorado por gente muy grosera y desconfiada, la paga era horrible y los compañeros de brigada, pues ni mal ni bien, eso sí, nunca falté y le puse todas las ganas. Para otra ocasión fui mesero y creo que ese ha sido el trabajo más irresponsable que he tenido, me alquilé por una noche para servir en una cena, pero no cualquier cena, era la última cena del milenio, así que para el último día de 1999 yo estaba en un hotel de esos que terminan en INN muy lejos de casa y tratando de cachar todas las instrucciones que mi primo me había dado, que si el encendedor va por aquí, que si el cenicero se retira cubriéndolo con otro y con cuidado por la izquierda,  que si hay que descorchar un vino mejor me buscas porque no creo que puedas, y bla bla bla, cosas que no entendí muy bien y que al final me pusieron muy nervioso. Yo fui a esa chamba ilusionado por las maravillas que me dijo mi pariente,   que si las propinas eran jugosas y me iba a llevar mucho varo, y la noche la iban a pagar al doble y que daban de comer y un buen de cosas más, al final, la neta y aquí entre nos, yo acepté porque sentía que si trabajaba esa noche donde habitualmente todo mundo esta de fiesta pues iba a estar chingón, como una especie de ofrenda, como un ritual para que nunca me hiciera falta trabajo, que mejor manera de recibir el año ¡El siglo! ¡El milenio! que trabajando. Oooooobviamente que no pasó eso de ganar un chingo de varo, la realidad es que de mala gana me pagaron la noche y de suerte y por no decir de lástima conseguí cien pesos de propina, y no me quejo, la verdad es que ser mesero es una chamba que no cualquiera, mis respetos al oficio, estoy seguro que esa fue la última vez que he trabajado, así trabajado, lo que se dice trabajado, como lo que creo que es chingarle, porque no atendí a mis comensales con una sonrisa, no fui rápido ni hábil, le sufrí y me costó mucho terminar el servicio, me costó mucho trabajo librar la presión y los nervios, yo solo espero que mi idea de haber comenzado un nuevo milenio chingándole, a manera de ritual de ofrenda, pues me funcione siempre.

Después vino lo que creo fue mi mejor aventura laboral, la que me enseñó que la vida es como es, no como uno quisiera y desearía que fuera. Lo recuerdo así: resulta que una madrugada desperté abrúptamente por los gritos de mi jefita, algo decía con palabras dulces de que se me hacía tarde y que me había dormido y que no iba a llegar a clase y todas las bendiciones que puede decir una madre cuando está enojada, pues bien, en chinga me alisté para salir volando y entre que me secaba el cuerpo y me ponía mi cremita nivea y exprimía un limón para peinarme, mi mamá le prendió a su «radito», y ahí estaba, un anuncio del INEGI, solicitaban encuestadores para el censo del año 2000, se escuchaba re bien, un trabajo temporal para jóvenes que estuvieran estudiando, ideal para las vacaciones que se aproximaban,  que con sus prestaciones, que con su seguro especial, que si la capacitación pagada y vaya, algo muy encantador. Me grabé el teléfono, medio desayuné y salí corriendo a la parada del camión rogando no perderlo, y ahí estaba yo, en la calle, esperando y esperando y esperando y nada, ni un alma, ni la gente que habitualmente coincidía conmigo, resulta que yo había desconfiado de mi reloj biológico para confiar en mi mamá, siendo que la neta mi reloj nunca me ha fallado, —Ni mi madre, hasta esa madrugada.— A mi nunca me habían tenido que despertar para ir a la escuela, nunca, resulta que la señora se le «cuatrapeo» o se le quedó pegado el flotador y me despertó a patadas casi dos horas antes de lo habitual, lo supe cuando un cristiano se paró junto a mi y me dijo la hora.  En fin, tal vez de no haber pasado por esa pena de estar a media madrugada en la calle, no habría sabido a tiempo del trabajo en el INEGI, llamé y llevé mis papeles justo a tiempo y digamos que fui de los últimos que contrataron. Y tal cual lo ofertado, así pasó, mi capacitación en tiempo y forma, un buen trato siempre, la paga a tiempo y por medio de una tarjeta de débito del banco BITAL, eso fue una chulada, yo estaba que no me la creía —A veces iba al cajero automático solo por la satisfacción de meter la tarjeta y ver mi saldo y sonreir y sentirme importante, único y especial— Pues bien, lo logré y yo fui encuestador para el censo de población y vivienda del año 2000, me asignaron ir a Santa Bárbara de los Aguaros, en las afueras del municipio de Cuautitlán Izcalli y hasta ese entonces no sabía que existía ese poblado, una zona catalogada como rural casi como mi Huilango, me asignaron la manzana 65, me dieron mi morralito, una gorra, un chaleco, mi identificación, un croquis y a darle, casa por casa a patita hasta visitar todas pero tooooooooodas, toditas las casas de mi listado.  Vi de todo, fui testigo de lo sublime y lo injusto que puede ser la vida —Desde luego que con los ojos de mi poca experiencia y mi contexto hasta ese entonces.— Me tocó visitar viviendas humildes y pequeñas con 12 o 15 personas que me invitaban de comer, o me ofrecían agua. También visité casotas enormes habitadas solo por 2 o 3 almas que con mucho trabajo y desconfianza me respondían el cuestionario, también conocí gente que platicaba mucho, muy amables que parecía que el encuestado era yo y no al revés, me corretearon unos perritos, tuve que visitar y visitar muchas veces varias direcciones que nunca me atendieron, pero al final sin temor a equivocarme toda esa experiencia me hizo un poco más sensible y empático y mucho menos ignorante de la realidad de mi país. Sé que con gusto lo volvería a hacer sin duda alguna.
Esta vez con mi sueldo no quería peluches, ni chocolates para regalar, con mi primer depósito compré un par de pizzas, nunca en mi vida las había comido, pero se me antojaban muchísimo no sabía cómo eran en realidad, solo recuerdo que quería llevarlas a casa y compartirlas con mis hermanos, y eso hice, y hoy se los puedo jurar que han sido las peores pizzas todas mal hechas casi quemadas, pero ¡qué momento!  ¡qué satisfacción!  pasar esa tarde con mi familia, y como uno no extraña lo que no conoce pues esa tarde nos supieron poca madre. 

Después trabajé un tempito con mi tía Vicky en su negocio de material de papelería, ahí aprendí a hacer cuentas, aprendí a moverme por la ciudad; aprendí a vender de la mano de su colaborador el buen Oscar, un tipazo que me enseñó a conducir de la manera más amable y con un chingo de paciencia, ese cabrón me dio la confianza esa primera vez que entré y salí del periférico en la troca del negocio, me exigió que nunca tocara el claxon como estúpido subnormal, que aprendiera a ceder el paso, sobre todo a los peatones, esa chamba fue increíble, emocionante,  de calle, el Oscarín se sabía los mejores lugares para comer, y mi tía siempre me dio la confianza y me trató chido, sí que fue un gran encargo. 

En fin... Después de ese trabajo me enfoqué más a mis estudios de universidad, hice algunas practicas en un canal de TV, entre muchas cositas por el estilo y si  me doy cuenta que ha sido muy satisfactorio ver que mi profesión me ha dado de todo y por eso es que yo no siento que sea un trabajo, me siento muy afortunado de ser lo que soy, yo no trabajo yo hago diseño y comunicación gráfica, y me divierto mucho con eso, que si la toma fotográfica, que si los comerciales, que si los anuncios de revistas; recuerdo cuando empecé siendo solo ayudante de ayudante y que ganaba menos que el salario mínimo, pero mi ganancia real fue en experiencia lograda cada día y era emocionante diseñar anuncios luminosos, lo aproveché al máximo y fui muy paciente, pero también casi me rajo por la presión de no tener un buen sueldo y si ya tener responsabilidades, por poquito y termino siendo ejecutivo agrario del gobierno del Estado de México, pero afortunadamente y casi al mismo tiempo de esa rara oferta, llegó mi oportunidad de tener un contrato mejor, como diseñador y nunca más tuve que trabajar, al contrario, ha sido increíble, un tiempo pude ver los diseños de las promociones de los tapipesos en la tiendita de la esquina, de cuando diseñé para una marca de resfrescos grandota, o mis anuncios en las publivallas del metro o mis espectaculares en el periférico con el parque de diversiones, los comerciales en la tele y en el cine, el hecho de que muchos años la Valentina fue modelo de hartos proyectos impresos y digitales.
Me gusta lo que hago, me gusta y lo disfruto mucho, y si, si hay días y también temporadas muy difíciles donde todo es urgente pero cuando eso pasa yo solo digo «Ya se me juntó la lavada con la planchada y se me acaba de caer el pinche tendedero» y se continua con los pendientes.

Si llegaste hasta este párrafo sin aburrirte solo quiero cerrar diciendo que espero haber logrado transmitir mi idea de una manera clara, sé que de repente casi siempre divago mucho y me da por ampliar y ampliar la historia, sin embargo creo que el resultado termina por convencer o por agradar, si te pasó déjame un «Laik» o una mentada, todo sirve para mejorar mis historias.