viernes, 8 de marzo de 2024

María

María...

Es una mujer muy hermosa, ¿verdad? Siempre fuerte, incansable, de seriedad absoluta y palabra de ley, de mezcal y de cerveza, con un don especial en la cocina y con mucho amor en el corazón, de ese que se demuestra y no del que solo se dice. Mi primer recuerdo de ella es muy mío, es muy antiguo y a veces parece más un sueño, pero nadie me lo cambia ni me lo corrige, los sueños no tienen olores y esa es mi mayor prueba de que lo viví porque justo la recuerdo cocinando, con el olor del pueblo, ese olor rico que te hace volver a un pasado maravilloso; con notas de leña y de tierra y notas destacadas y saturadas de maíz y chile y de fortaleza y pasión. De pocas personas uno se acuerda exactamente el día que las conoció, solo las especiales, las que marcan para siempre como la vez que la vi recorrer mi pueblo cargando una sandía en la cabeza solo con la ayuda de su reboso y con las bolsas del mandado en las manos sin perder el equilibrio con una enorme maestría envidiable. Así conservo esos recuerdos de mi abuela en un rincón muy especial de mi corazón, y yo cuido mucho mis recuerdos.

Dicen por ahí que solo es cuestión de rascarle un poquito a la historia de las abuelas y bisabuelas y gran parte de ellas tienen rastros de tristeza, de resignación, a veces de frustración y hasta de violencia, como si su pecado hubiera sido haber nacido mujer, y pienso mucho en los sueños de mi abuela más allá de lo que significa para mí su fortaleza y su poder, más allá de haber cocinado increíblemente siempre o de haber cuidado y guiado a sus hijos y nietos. Pienso con cierta pena y vergüenza en lo que ella hubiera querido realmente para sí misma si la vida hubiera sido más ligera, pienso en esos sueños tan personales, tan de uno que son casi como fantasías, eso me hubiera gustado conocer de mi abuela y no solo de ella, pienso lo mismo de mi madre y de mis tías y mi bisabuela.

Qué impactante es ver hacia atrás y darse cuenta de que hubo mujeres en mi familia que seguramente dejaron sus anhelos y sus sueños para que hoy yo pueda estar escribiendo esto. Hoy tengo bien clarito la influencia y lo grandioso que ha sido que mujeres valiosas como mi abuela María hayan forjado y sembrado semillas tan chingonas que me permiten ser menos inútil emocionalmente.

viernes, 23 de febrero de 2024

"¡VRGA!"

Imagina qua ya estás por terminar la semana, que solo quieres pasar un momento de calidad con la luz de tus ojos, entonces decides ir al parque con tu pequeña hijita a darle una buena zaradeada en los columpios, corretearla un poquito y después ir por unas paletitas heladas y así disfrutar de la tarde pero principalmente disfrutar de su inocente sonrisa. Pues así lo hice, no solo los columpios, con ella no hay plan que sea efectivo, a pesar de que hacía un calor insoportable busqué el lado más sombreado de los juegos y fui juez de sus nuevos pases de baile, cantamos una canción y le pregunté ¿qué había sido lo más asombroso que había visto ese día?, dijo —Tú crees que David se comió sus mocos, casi vomito cuando lo vi. Sonrió y después se colgó del pasamanos con una habilidad envidiable, otro ratito de correr y ya cansados más yo que ella, la persuadí para ir por unas paletas de hielo y ahí estábamos comiendo una paleta helada cada quien ella disfrutaba una de limón y yo de una "sabor rojo" entre el ruido de chamacos corriendo y gritando, de repente mi pequeñita dejo de sorber su postre por un segundo, se me quedó viendo con su carita de yo no fui incluyendo su miradita hermosa toda tierna y de la nada me pregunta: papá ¿Qué es verga? lo soltó así en seco sin avisar sin más, de la manera más genuina e inocente, una pregunta muy cabrona pero ella no sabía que me estaba metiendo en un problema solo me miro y siguió en lo suyo sorbiendo y dejando sin color su paleta helada de limón. 

¡VERGA! se me congeló el cerebro, nunca imaginé que a sus cuatro añitos pasaría de preguntar ¿Por qué el cielo es azul? a eso tan cabrón, en ese momento, en un segundo se me pasmó la rata, todo lo hermoso del parque, el poquito viento pero bien reconfortante que nos pegaba en la cara se detuvo, parecía como si alguein hubiera apagado el ruido de fondo y todo fue silencio incómodo, se me atragantó la paletita y pasé aceite con esa pregunta. Uno no está preparado para recibir estos pases y tirar al gol, si fuera esa analogía seguramente lo más sencillo hubiera sido prender la bola como venía y patearla a donde topara, o sea regañarla y decirle que eso no se debe decir nunca y voltearle la carita de un cachetadón aunque después ella tuviera que cenar por la nuca, pero no, ese pase era perfecto, bajé el balón lo controlé y después tiré al ángulo... —Si fue gol o no ya lo decidirás tú después de terminar de leerme— 

Por la cabeza me pasaron muchas cosas lo principal era indagar ¿Dónde lo había escuchado? Me aterrorizó pensar en que podría estar en una situación de abuso, entonces con mucho cuidado y serenidad le pregunté ¿Dónde lo haz escuchado mi amor? ¿Quién te lo dijo? —Su respuesta fue algo reveladora por decirlo menos, honesta, directa y sin temor a nada, —Tú la dices mucho, y mi mamá también y hasta mis tíos, se mandan a la verga entonces yo quiero saber ¿qué es verga?
¡VERGA! otra vez. Tal parecía que esa tarde Vale, tenía la misión de ponerme a prueba y replantearme si en verdad estaba capacitado para ser papá, o sea si bien no hay un manual para estas cosas, también tampoco se puede criar una bebe en medio de un ambiente tan pelado. La realidad es que nadie te enseña que hacer en estos casos, bien pude ignorarla o distraerla para hacer menos incómodo el momento; bien pude haber dicho cualquier cosa pero tengo la convicción de no inventarle respuestas, si sé lo que pregunta le respondo, si no lo sé se lo hago saber sin miedo y le digo que lo voy a averiguar y ya está no pasa nada. Siempre ha sido así, así cuando crezca sabrá que su papá no lo sabía todo pero también tampoco nunca le inventó cosas con tal de convivir ye querer quedar como un chingón sabelotodo. Pero lo que respondí siempre fue la neta sin pelos en la lengua. Mi propósito es guiarla y tratar de generar un espacio de confianza y no minimizar sus dudas o sus miedos ni mucho menos sus logros por pequeñitos que pudieran parecer, entonces le di la más honesta y clara de las respuestas, así tal cual la definición de la palabra y no es que me la sepa de memoria, no soy enciclopedia, formulé mi respuesta después de ver la "güiquipedia" en chinga, al final eso no era lo importante, lo importante vino enseguida, con la definición clara en la mesa y ya que Vale y yo habíamos desbloqueado un nuevo nivel de confianza le expliqué los usos y el impacto de usar esa palabra en su entorno, con su familia, en su escuela en general en este país, intentaba no ser incongruente, es una grosería así se le conoce y sí, yo hablo y me expreso con muchas groserías, esa y un chingo más, desde que me acuerdo siempre ha sido así; que antes fuera más o menos recatado o me controlara cuando vivía con mis padres es diferente, pero vaya siempre he estado rodeado de personas que se expresaban con muchas palabrotas, mi abuelo decía un chingo, mi mamá se sabe las chidas, mi bisabuela ooooots no se diga, la tía Yola cuando los salvajes de mis primos le crispaban los nervios les gritaba antes de llorar " A ver jijos de su puta madre" era muy gracioso.
Tal vez en la familia de mi papá siempre han sido mucho más reservados para ese tema, no los recuerdo nunca tan efusivos haciendo uso de las groserías más que de manera divertida para darle ese toque chido a una plática y no más y ahí en medio quedé yo, entonces decidí ponerme reglas sencillas pero bien efectivas, partiendo del principio sublime de que las palabras se hicieron para ser usadas y no censuradas y de que no hay malas palabras sino malas personas, entonces decidí que iba a expresarme con groserías para hacer más chingona una plática, nunca para una discusión acalorada o un tema demasiado serio o sensible y mucho menos con alguien que quiero y aprecio. 

Y eso fue lo que le expliqué a mi Valentina curiosa, obviamente de manera mucho más sencilla pero igual de efectiva, solo agregué que nunca use groserías para referirse a ella misma, que no se insulte. Fue muy fuerte enfrentarme a la realidad, yo creía que era mesurado con mis expresiones, cuando nunca fue así, tal vez desde que ella se acuerda ya me conoció así para ella siempre ha sido muy normal escucharme hablar de la forma en que lo hago, si está bien o no, no lo sé solo sé que trato de ser lo más congruente posible al final es muy liberador mandar a la chingada algo que nos incomoda o simplemente hablar en completa libertad pero siempre con respeto.



 

viernes, 16 de febrero de 2024

Escribir un libro, plantar un árbol y tener una hija...

 El famoso dicho "En esta vida hay que hacer tres cosas: escribir un libro, plantar un árbol y tener una hija" tiene sus raíces en un relato profético de Mujámmad, Mensajero del Islam, el cual dice: "La recompensa de todo trabajo que realiza el ser humano, finaliza cuando éste muere, excepto tres cosas: una limosna continua, un saber o un conocimiento beneficioso y un hijo piadoso que pide por él, cuando éste está en la tumba". 

Este fino proverbio, aunque ampliamente conocido, a menudo se malinterpreta. El relato establece que las recompensas de las acciones humanas cesan al morir, excepto por tres cosas: la caridad continua, el conocimiento beneficioso y una hija piadosa que ruega por su padre después de su fallecimiento. En lugar de interpretarse como un intento del ego humano por asegurar su legado, este dicho resalta la importancia de acciones altruistas y orientadas hacia el bien común. La esencia de estas tres actividades radica en su capacidad para generar beneficios duraderos y trascender la vida individual del ser humano. 

Y aunque la filosofía y la interpretación detrás de "Plantar un árbol, tener una hija y escribir un libro" sea más profunda y compleja que esas tres acciones en sí mismas, hoy me siento un poco menos inútil e ignorante; tengo una hija hermosa que tendrá buenos recuerdos de mí y, con suerte, hará oración cuando ya no esté. Estoy casi seguro de que ayudé a plantar los tres árboles que están en casa de mis padres —Muy a pesar de que una noche se metió una enorme y loca vaca a nuestro terreno y casi los desaparece— Y literalmente escribí un libro y estoy haciendo otro que eventualmente verá la luz, y eso es para mí una forma de dejar evidencia de que en este lapso que me tocó vivir, la pasé bien. Y quién sabe, con algo de suerte, mis relatos lograrán llegar al corazón de alguien, o le arrancarán una sonrisa y le servirán de algo.
Fue un proceso muy largo, mucho más de un año en que por fin pudo llegar a mis manos. Hoy que lo leí, me sentí bien chingón y aún cuando lo consideré un mero ejercicio para el libro que estoy haciendo, la memoria que está plasmada en estas copias es genuina y de gran valor para mí. A veces me pregunto: ¿Qué diría Carolina si un día lo lee? Al final, es una historia donde ella fue el principal motivo que me hizo escribirlo...

miércoles, 7 de febrero de 2024

Un yesito para el corazón

Estaba haciendo una analogía para tratar de encontrar un consuelo o una cura, o por lo menos una explicación, para cuando se rompe el corazón; algo así como un remedio para pasarla lo menos mal posible, o al menos algo que te haga reír en esos momentos tan feos... Total que una cosa en mi pensamiento me llevó a otra y así, entre tanta maraña de ideas para lo que intentaba teclear, recordé las veces que he regresado de la anestesia...

Han sido varias si contamos las de los dientes y muelas. Siento que anestesia es anestesia y aquí no se discriminan historias. Tres veces fui dormido total, total así de inyección en la espina dorsal con una sensación de toques eléctricos que recorren toda la rabadilla hasta la nuca y la punta del coxis; que incluyeron rodada en camilla por un pasillo interminable viendo al techo pasar y pasar, titilantes lamparitas deprimentes de hospital rumbo al quirófano. No faltó también la mascarilla de oxígeno y su cuenta del uno al cien, aunque nomás llegué hasta el tres. Volver de esas es una experiencia cuasi religiosa que me dejó siempre la sensación de haber ganado una batalla sin siquiera haber levantado la espada: dos cirugías en mis pies para caminar sin caerme y una para extirpar la apéndice. La primera vez lloré, lloré y lloré. No sabía ni entendía nada, tal vez lo único claro es que la operación era esperanzadora para una mejor calidad de vida, pero en ese preciso momento de volver no tenía a mis padres cerca, no conocía nada ni tenía idea de qué pasaba hasta que una enfermera me dio la paz que necesitaba, me ubicó en tiempo y espacio y me ofreció un refresquito de manzana. Esa madre cura el corazón y la panza y las penas y todo lo hace más sencillo, neta. La segunda vez que regresé tuve la sensación de que la cirugía estaba en proceso. Me dio pánico y terror, pero al igual que la vez pasada, un enfermero me tranquilizó después de que le pregunté muy angustiado si aún estaba la operación en proceso. Se rió. De solo imaginar mi cara, yo también me hubiera reído, la neta. Pero fue muy empático, esta vez me tocó jugo de manzana y una explicación de por qué despertaba aun en el quirófano y no en una sala de recuperación, con una máquina que tomaba mi presión automáticamente cada quince minutos, así vi pasar las manecillas del reloj una hora y media. La tercera, esa sí fue la más rara de las tres. Volví en un cuarto oscuro, incrustado a una camilla sin poder moverme. Parecía como si me hubieran envuelto, me sentí muy incómodo, acongojado, apretadito como tamal. El espacio era totalmente oscuro, lo recuerdo interminable, con muchas camillas a mis costados al frente, frío y aparentemente nadie cerca. Si creí que estaba en la morgue o medio muerto o esperando audiencia con San Pedro. Y como esta vez no lloré y me sentía tranquilo, en paz pues solo esperé, y de nuevo un enfermero bien amable y super chido me habló, me explicó todo el pedo y listo todo bien ya no había apéndice dando lata y en breve me iba a trepar a piso para recibir visita.

Ahora, las otras "menores", las de los dientes. Primero una muela maldita que se me picó hasta la raíz, tendría como siete años y era la primera vez que escuchaba la palabra endodoncia. Me iban a hacer una endodoncia en el hospital de especialidades dentales de Tlatelolco en CDMX, un miércoles a las siete de la mañana. ¿Saben a qué putas horas me tuvieron que despertar para llegar puntuales desde el pueblo al mentado hospital ese? Exacto, no eran horas de Dios cuando salimos, mi madre y yo. Primero caminar, luego carreta, luego un camión, luego metro y luego transbordar y más metro y caminar y caminar y luego correr cuando mi mamá se dio cuenta que faltaban cinco minutos para la cita y había que llegar si no se perdería el espacio y se reprogramaría para uuuuuuuuun chingo después, y eso era un lujo que no nos podíamos dar. En fin, llegamos minutos más minutos menos pero sin tema, nos recibieron. Me acomodaron en un sillón dental bien cómodo, bien comodísimo, bien rico y madres. A abrir la boquita, solo recuerdo una jeringuilla de vidrio, un piquete de anestesia, una especie de globo azul y ¡Madres! alguien bajó el switch. Me desmayé, la única vez que me he desmayado fue esa. Qué vergüenza por mi jefita, cuando regresé de esa anestesia vi a mi mamá y no tenía color, estaba bien espantada, el pobre dentista con sus ojotes bien pelados y más espantado que mi mamá. Y todo nervioso preguntando si el paciente iba en ayunas. ¡No mame, doc! Venimos de allá, de la tierra de Juan Dieguito, antes diga que cenamos, ¿quién va a desayunar a las tres de la mañana? Todavía nos quiso regañar y le pidió a mi mamá que fuera por un pan, aunque fuera. Yo obviamente no me podía ver, pero estoy seguro que por sus caras yo estaba embarrado en el sillón con la lenguita por fuera, toda seca y más pálido que una vela toda escurrida.

En fin, la otra de dentista fue con las muelas del juicio, me brotaron en la parte inferior como granos de maíz pozolero, todo reventado y apuntando para donde se les inflamó. Esas madres estaban incrustadas hasta el fondo, les juro que el doctor puso un pie en mi cara para poder generar palanca y jalar el del lado izquierdo, cuando lo vi salir era una pieza gigante, nunca me imaginé que tendrían ese tamaño monstruoso, con razón dan un chingo de lata. Al otro hubo que hacerlo pedazos con una sierra ruidosa, yo sentía cada jalón, cada corte y el ruido cuando se desprendieron de mi quijada fue escalofriante. Esta vez la cirugía fue de noche, así que comí bien antes de. Fui y regresé solito de la clínica, yo ya estaba más crecidito eso fue un año antes de la pandemia. Recuerdo que iba en el transporte mordiendo unos comprimidos de algodón con la fuerte indicación de no escupir por lo menos una hora. ¡Un suplicio total!

Eso sí, la recuperación de "ambas cuatro ocasiones" fue tortuosa, las muelas del juicio fueron las más desgraciadas, la indicación fue no hacer nada, pero uno se siente bien león y ya había planes, ni modo de cancelar. Esa primera noche fue terrible una vez que pasó la sensación de tener labios de colchón bimbo, medio cené un caldito de pollo, pero los cuidados eran una chinga, no podía comer nada tostado, tenía que enjuagar los huecos que quedaron con una jeringa y agua oxigenada, el dolor en la mandíbula me duró semanas, de repente sentía cada jalón que dio el doctor, y esa molestia solo pasaba con una pastilla que se disolvía debajo de mi lengua, pero la muy perrita me quitaba el dolor, pero me provocaba una sensación horrible en el tracto digestivo; justo a la altura del pecho se sentía horrible. —Nunca tomen ketorolaco sublingual para nada— Del apéndice, chale, ese me provocó unos cólicos de la rechingada, no sé si sepan, pero para poder extirpar la madre esa sacaron todos los metros de tripas que uno tiene, cortaron lo que debían cortar, echaron un nudo y regresaron todo el triperío a su lugar a que se acomodara solito como pudiera, les juro que en algún punto creí que habían dejado unas pinzas o algo ahí dentro, fue una experiencia bien de la chingada, porque para mi mala suerte la segunda noche que estuve en recuperación, por ahí de la madrugada, subieron a mi piso a un señor, días antes le habían extirpado la apéndice como a mí y ya lo habían soltado y todo bien, pero esa noche regresó y lo operaron de emergencia porque los puntos se le habían reventado cuando estornudó mientras se bañaba. Al escuchar eso, no me quería ni mover y lo que más me preocupaba es que mi doctor me dijo que para poder soltarme y me pudiera ir a casa debía, o liberar gases o evacuar la tripa. Si pensé, si por estornudar a este cabrón se le abrió la herida no me imagino si yo me tiraba un pedito, qué me iba a pasar. Pero todo fue una mentira del vecino cabrón, al otro día llegó su hijo del señor y escuché perfecto como le dijo "Papá, no chingues por favor, ya me dijo la vecina que estabas cargando cajas dos días después de que te operaron, que estornudo ni que nada". No saben cómo me regresó el alma al cuerpo, después como que se escapó, pero no, no fue el alma y ya me soltaron a mí y me fui a casa en paz.

Las de los pies fueron incómodas, pero solo un rato después de la cirugía porque cuando pasó la anestesia me dolió un chingo desesperantemente de lágrima y berreo, pero un día y ya. Lo más complejo fue que para poder recuperarme al cien, los enyesaron. Anduve con muletas un mes en cada intervención, eso fue algo incómodo y peligroso, me caí varias veces cuando pasé por pisos mojados y las muletas se abrían como patitas de Bambi, pero no pasó a mayores. En fin, todo esto que conté fue justo porque pensaba cómo no hay una forma de enyesar el corazón o el alma cuando se nos rompe por una pena, todo sería más fácil, nos ponen yeso cuando alguna extremidad está rota y no hay que moverla para que pueda sanar y aunque toques en la zona no sientes nada, hasta tus amigos y primos te ponen dibujos y mensajes chidos para que te recuperes más rápido, y cada rayita es una caricia que nos va sanando y cuando pasa un tiempo considerable nos retiran esa cobertura y hasta más delgada queda esa zona y algo pálida pero las molestias no pasaron de una comezón y ya, nada que una aguja de tejer no pudiera aminorar. Pienso que alguien debería inventar una forma de enyesar el corazón para cuando se nos rompe.

viernes, 5 de enero de 2024

"El yo"

Casi nunca platico el significado de un tatuaje mío, evado el tema o simplemente digo cualquier cosa. O tal vez, no tengo esa apertura o confianza con cualquiera, digamos que no me gusta sentirme juzgado por mis ideas o creencias... Este ha sido tal vez el más complicado por la zona, no el dolor, ese es mental, un dolor muy normal comparado con todos los otros tatuajes, eso sí, la recuperación ha sido más incómoda que todos los anteriores juntos. No fue una decisión a la ligera; uno no puede trasgredir ciertas zonas que ayudan a identificar "El yo", que en esencia es cómo te ves y te reconoces en un reflejo y que sin mucho esfuerzo perfectamente sabes que eres tú. Te ves, te reconoces y ahí estás siempre. Podrá no gustarte lo que reflejas, pero eres tú. Entonces, si te atreves a pasar esa línea y trasgredes la cara, las mejillas, incluso el cuello, con tinta, con perforaciones es probable que, cuando te veas en un espejo, ya no esté "El yo", quien es en quien te reconoces y te encuentras. —Supongo que, aunque parezca la cosa más simple y sencilla, el hecho de reconocer nuestra figura en un espejo requirió un arduo trabajo y adaptación a través de años de evolución—. Si ya no está "El yo", es como si te hubieras perdido en el abismo que representa esa imagen tuya en el espejo y lo vas a buscar en más modificaciones y perforaciones y tinta pero nunca más lo vas a encontrar.

Pero yo ahí sigo, esta mañana me he visto al espejo, ahí estoy, ahí me reflejo y sigo siendo yo...

¿Qué significa mi tatuaje? Mucho. Para mí representa mucho, concretamente en que no me debo guardar ninguna emoción ni palabras. Que debo expresar de manera positiva y constructiva lo que a mí me afecta, lo que pienso de quienes amo. Las palabras se hicieron para usarse, habladas o escritas. Nunca me quedaré con nada atorado en la garganta. Esas palabras y esas emociones que no liberas después a la larga son muy dañinas. ¿Amas? Dilo. ¿No amas? También dilo. ¿Algo dolió? Sácalo...

O tal vez mi tatuaje solo significa que tenía dinero y que mi tatuador tenía un espacio grande disponible en su agenda...

lunes, 11 de diciembre de 2023

Mi Guerrero Ikal...

Si hay algo en esta vida que amo con todo mi corazón es beber café y comer; me encanta probar de todo y si hay algo que odie con todo mi ser, es un mal café y desperdiciar mi hambre en algo que no esté delicioso. Entonces, por suerte apareció este lugar de mis hermanos @Lalix, @Saner y el guerrero Ikal. Ellos sí que supieron fusionar el arte, la cocina y el buen café un templo único.


Por ahí se dice que las grandes cadenas de café no venden precisamente café ni mucho menos está bueno, venden la experiencia, pero en este lugar, va todo incluido magistralmente: una sofisticada experiencia, una sazón espectacular que explora los sabores de México y el mejor café de la ciudad grano por grano. Gracias a mis amigos por la oportunidad de haber conocido y experimentado este templo antes que nadie. Si bien está inspirado en el arte de mi carnalito SANER, también estoy seguro de que el toque elegante y de buen gusto de Lalix está en cada rincón de este espacio, con detalles que hacen de la visita una experiencia única.

Es imposible probar toda la carta, pero justo ese es el mejor pretexto para volver y volver. Sin embargo, lo que degusté no tiene madre; las tlayudas que bien pueden ser la joya de la corona, los molletes en un pan especial horneado con arándanos y un toque secreto que los hace únicos, o las enmoladas que guardan una explosión de sabores en cada bocado. Una carta de bebidas increíble; terminar la experiencia con un volcán de chocolate y su toque discreto de chile, desde luego acompañado del café de la casa que también no tiene madre. —Tal vez esa sea mi única queja, que aún no hay venta de ese café en alguna presentación aunque fuera de medio kilo para mi prensa francesa—. Ojalá alguien conociera a los creadores para pasarles mi sugerencia.

Vayan, regálense una experiencia única; no se van a arrepentir. Y quién quita que tengan suerte y se encuentren a Saner y lo puedan conocer y hasta platicar un ratito con él.






martes, 5 de diciembre de 2023

Que su ora pronobis por aquí y por allá

Hace unos años se fueron unas de las personitas más hermosas que pude haber conocido; me cuesta un poco reescribir esto. Es la razón del por qué las navidades y yo no teníamos una relación cordial, siendo que en el pasado era por mucho mi época favorita del año. Esas personitas hermosas fueron en vida mis abuelos; uno no escoge a sus familiares, se dice por ahí y qué bueno, de no ser así, quién sabe cómo me hubiera ido. Desde siempre le doy gracias al destino, a Dios y a la vida por haberlos puesto en mi camino.

Solía pasar algunas vacaciones con ellos; en diciembre era la más esperada su familia es muy numerosa y hubo una época donde era obligado estar en la noche de Navidad en su casa, y durante mucho tiempo fue así. Una reunión que comenzaba desde que mi abuela organizaba las posadas en su cuadra y era emocionante cada una de las nueve noches recorrer la calle principal con una velita encendida y cantando para pedir posada y que nos dieran los aguinaldos con un tamal y atole. Incluso no faltaba la niña con las greñas chamuscadas, ya fuera a propósito o por accidente.

Y pasó que de repente volví a emocionarme por la temporada, después de unos buenos años de amargura y cierta reconcómia con la Navidad —A veces creo que uno solito se tortura sin ningún propósito saludable, solo sentir tristeza y ya, y se invade de nostalgia, y culpas, propias y ajenas ambas imperdonables— Yo culpaba al último mes del año y a la temporada de haberse llevado a mi abuela y a mi abuelo, también por rupturas sentimentales o por malas noticias y malas pasadas del destino y siempre decía algo así como "sorpréndeme diciembre ¿ahora con qué saldrás?" y tonterías por el estilo, era como si ser amarguetas y externarlo fuera algo "cool".

Me quejaba desde las lucecitas prende y apaga hasta la comida —O sea sigo creyendo que los romeritos no están chidos, pero cada quien, simplemente ya no lo externo en mal pedo como antes, esta culero que uno hable pestes de algo que con seguridad alguien si disfruta— O los Intercambios navideños, ya fueran familiares, godines, de valedores o con algún vínculo emocional, esos si me tenían muy frustrado y amargado mal pedo, pero francamente estoy seguro que uno con sus malas vibras siempre va a ver mala onda donde no lo hay, si llegué a decir bárbaridades de esa dinámica, en muchos rechacé mi participación pero no siempre se podía ya fuera por conveniencia o por compromiso, el punto es que casi nunca quedaba satisfecho y creo saber la razón.

Hace unos días escuché a un tipitín expresarse de la navidad y de los intercambios casi tal cual como lo hacía yo y chale, que duro fue verme reflejado en esos comentarios, si pensé: que pinche mega hueva haberme escuchado así tantas veces, me dio vergüenza y diría que pena ajena pero no, eso fue real y genuina pena propia; bueno, les decía que creía conocer el origen de mi repudio a los intercambios que combinado con mis penas no me dejaban disfrutar la navidad plenamente... Creo que tendría algunos 6 añitos cuando la profesora Felicitas de segundo año de primaria organizó el primer intercambio navideño en que iba a participar, no tenía ni puta idea de qué era eso, pero mi jefita me ayudó a entender y a emocionarme por esa dinámica con mis compañeritos de clase. Las reglas eran muy sencillas: un intercambio nada ostentoso ni pretencioso y de no más de unos cuantos pesos, totalmente libre, el punto era convivir y pasarla chido antes de las vacaciones decembrinas. Mi mamá me ayudó y me guió muy sabiamente, recuerdo que me tocó darle regalo a María de los Ángeles, entonces me sugirió que le diera algo que le fuera útil en su día a día y seguramente ella lo apreciaría y aunque fue un intercambio de niños de primaria, uno siempre se «mopetea», o sea no hubo que su lista de 3 preferencias, ni pistas, ni nada de eso, entonces compré un lápiz muy lindo, un osito de color rosa que era un saca puntas super coqueto y una goma bien chula, lo envolvimos con su moño navideño y listo. De verdad que estaba emocionado y ansioso por entregarlo. Llegó el día y vaya que sentía mucha emoción por ver la cara que pondría María de los Ángeles al recibir mi regalo y sí estuvo chido, el saca puntas de osito tenía mucha onda y claro que una niña de seis años se iba a emocionar un chingo. Después pasaron casi todos mis compañeritos y hasta la maestra, y yo nada, se sentía mucha emoción y nervios y en eso escucho el nombre de Leydi Diana y ella se acercó a mí y me dio mi regalo... Un adorno navideño en forma de cometa hecho de papel metalizado, no sé qué esperaba recibir, pero les juro que eso no era. Mi mamá lo tomó muy mal cuando lo vio y creo que me influenció para que yo lo tomara peor y por mucho tiempo, sin culpar a mi madre eh, yo asumo que fue mi decisión dejar que ese hecho tomara mucha relevancia en mi vida. Por años recordé esa anécdota en muy mal plan y decidí que había sido una sentencia para siempre pasarla pésimo en los intercambios navideños. He aquí la importancia de soltar a tiempo y no que después uno se escucha horrible maldiciendo la dinámica y amargando a los demás.

Hoy pienso en el contexto de Leydi Diana, de entrada ella profesaba otra religión, tal vez simplemente no me quiso dejar sin regalo y lo solucionó de la mejor manera que se le ocurrió, tal vez no había para más, nunca lo sabré, solo sé que lo debí haber soltado desde hace mucho, me faltó empatía. Ella ya no está en este mundo y no me hace sentir chido que aunque fuera en broma yo hubiera seguido recordando esa mañana de diciembre de 1988 como si hubiera sido algo realmente grave. Sin la carga negativa y siendo objetivo claro que he tenido muy buenos intercambios de regalos, solo que por alguna razón pendejamente siempre le di más importancia y más peso a lo que para mí fueron malos ratos, quién sabe, que tal que alguien por ahí recuerda algún regalo mío como una pésima experiencia.

Ya es diciembre otra vez y hacía mucho tiempo que la navidad no me emocionaba ni tantito, muchos años han pasado de la última vez que recuerdo haber sentido ansiedad e ilusión por la temporada. Las cosas pasan, los seres queridos y amados se van y ni los meses ni las personas eligen irse o llevarse a nadie en una fecha específica para afectarnos, cada quien sus miserias y sus penas pero sin mal vibrosear a los demás, recuerdo a mis abuelos con mucho cariño, los he soñado mucho y los extrañaré siempre, y quiero pensar que allá donde están verán que hoy vuelvo a disfrutar estos días como cuando morrito, como cuando mi abuela ponía su nacimiento y la pasaba tan bien en las vacaciones esperando el 24 de diciembre con un chingo de ilusión yendo de posada en posada derritiendo velitas y que su ora pronobis por aquí y por allá y chamuscando sin querer las greñas de alguna vecina.