sábado, 21 de enero de 2017

Corre que te alcanzo

Esto que te contaré, pasó hace algunos meses, a nadie se lo he platicado, hoy puede ser gracioso pero en ese momento sufrí cómo no te imaginas, vamos al grano, era un lunes 450 am desperté y me alisté para ir a un día más, primero al ejercicio después al trabajo sólo que antes de todo eso hay que caminar un buen tramo, y antes de caminar me tengo que preparar y asear y muchas cosas el hecho es que en este ir y venir sentí una molestia en el estómago, un malestar de algo que hubiera comido y que no cayó bien. Pero no le di mucha importancia, terminé mis preparativos y me salí, de nuevo el malestar se hizo presente, y de nuevo lo ignoré, sin saber que lo pagaría caro, muy caro.

El malestar se puso más rudo estaba a la mitad del camino justo entre mi casa y el baño más cercano que es de una gasolinera, un volado decidió mi suerte y seguí hacía la gasolinera, el plan en mi cabeza era sencillo, llegar ubicar el baño y pagar lo que fuera necesario, así lo hice, no sin antes dejar mi ateísmo a media calle ya que poco antes de mi destino sentí que no llegaba y recé hipócritamente lo que pude, al ver la luz de los baños hubo una paz, paz que duró muy poco porque en mi plan no contemplé una variable, había una mujer haciendo limpieza del lugar, PUM esa muerte chiquita acompañada de sudor helado que recorre la espalda desde la nuca hasta donde se deja de llamar espalda se apoderó de mi.

Delante mío una mujer de pocas palabras, con una negativa rotunda, una honestidad intachable que resistió a mi billete de veinte pesitos y en actitud molesta y en defensa atravesó en el marco de la puerta escoba y jalador en forma de equis, y ofendida exclamó... regresa en media hora, si quieres. Yo no tenia media hora es más sentía que no tenía ni cinco segundos más, una especie de baile desesperado y retrasado me delataban, el sudor en mi frente acompañaba el cuadro patético, -que traumas tendría aquella mujer que se ensañó conmigo, cómo es un poco de poder puede envilecer a alguien al grado de verte sufrir y no sentir nada- en fin que en verdad nada cambió su determinada decisión de no tirar paro. Me volví vulnerable y algo torpe, teniendo a mis disposición mil adjetivos y groserías para desquitarme aunque sea un poco, sólo atiné a decir de manera tibia y creo que con voz entrecortada un simple y gris "ojalá nunca le pase" al mismo tiempo que me daba la vuelta y la castigaba con mi indiferencia.
Si se lo preguntan, logre encontrar otro baño, de alguna manera el malestar se pudo contener y me dio tiempo suficiente para llegar a donde tenia que llegar y hacer lo que tenía que hacer...

Ojalá nunca les pase...

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