martes, 5 de diciembre de 2023

Que su ora pronobis por aquí y por allá

Hace unos años se fueron unas de las personitas más hermosas que pude haber conocido; me cuesta un poco reescribir esto. Es la razón del por qué las navidades y yo no teníamos una relación cordial, siendo que en el pasado era por mucho mi época favorita del año. Esas personitas hermosas fueron en vida mis abuelos; uno no escoge a sus familiares, se dice por ahí y qué bueno, de no ser así, quién sabe cómo me hubiera ido. Desde siempre le doy gracias al destino, a Dios y a la vida por haberlos puesto en mi camino.

Solía pasar algunas vacaciones con ellos; en diciembre era la más esperada su familia es muy numerosa y hubo una época donde era obligado estar en la noche de Navidad en su casa, y durante mucho tiempo fue así. Una reunión que comenzaba desde que mi abuela organizaba las posadas en su cuadra y era emocionante cada una de las nueve noches recorrer la calle principal con una velita encendida y cantando para pedir posada y que nos dieran los aguinaldos con un tamal y atole. Incluso no faltaba la niña con las greñas chamuscadas, ya fuera a propósito o por accidente.

Y pasó que de repente volví a emocionarme por la temporada, después de unos buenos años de amargura y cierta reconcómia con la Navidad —A veces creo que uno solito se tortura sin ningún propósito saludable, solo sentir tristeza y ya, y se invade de nostalgia, y culpas, propias y ajenas ambas imperdonables— Yo culpaba al último mes del año y a la temporada de haberse llevado a mi abuela y a mi abuelo, también por rupturas sentimentales o por malas noticias y malas pasadas del destino y siempre decía algo así como "sorpréndeme diciembre ¿ahora con qué saldrás?" y tonterías por el estilo, era como si ser amarguetas y externarlo fuera algo "cool".

Me quejaba desde las lucecitas prende y apaga hasta la comida —O sea sigo creyendo que los romeritos no están chidos, pero cada quien, simplemente ya no lo externo en mal pedo como antes, esta culero que uno hable pestes de algo que con seguridad alguien si disfruta— O los Intercambios navideños, ya fueran familiares, godines, de valedores o con algún vínculo emocional, esos si me tenían muy frustrado y amargado mal pedo, pero francamente estoy seguro que uno con sus malas vibras siempre va a ver mala onda donde no lo hay, si llegué a decir bárbaridades de esa dinámica, en muchos rechacé mi participación pero no siempre se podía ya fuera por conveniencia o por compromiso, el punto es que casi nunca quedaba satisfecho y creo saber la razón.

Hace unos días escuché a un tipitín expresarse de la navidad y de los intercambios casi tal cual como lo hacía yo y chale, que duro fue verme reflejado en esos comentarios, si pensé: que pinche mega hueva haberme escuchado así tantas veces, me dio vergüenza y diría que pena ajena pero no, eso fue real y genuina pena propia; bueno, les decía que creía conocer el origen de mi repudio a los intercambios que combinado con mis penas no me dejaban disfrutar la navidad plenamente... Creo que tendría algunos 6 añitos cuando la profesora Felicitas de segundo año de primaria organizó el primer intercambio navideño en que iba a participar, no tenía ni puta idea de qué era eso, pero mi jefita me ayudó a entender y a emocionarme por esa dinámica con mis compañeritos de clase. Las reglas eran muy sencillas: un intercambio nada ostentoso ni pretencioso y de no más de unos cuantos pesos, totalmente libre, el punto era convivir y pasarla chido antes de las vacaciones decembrinas. Mi mamá me ayudó y me guió muy sabiamente, recuerdo que me tocó darle regalo a María de los Ángeles, entonces me sugirió que le diera algo que le fuera útil en su día a día y seguramente ella lo apreciaría y aunque fue un intercambio de niños de primaria, uno siempre se «mopetea», o sea no hubo que su lista de 3 preferencias, ni pistas, ni nada de eso, entonces compré un lápiz muy lindo, un osito de color rosa que era un saca puntas super coqueto y una goma bien chula, lo envolvimos con su moño navideño y listo. De verdad que estaba emocionado y ansioso por entregarlo. Llegó el día y vaya que sentía mucha emoción por ver la cara que pondría María de los Ángeles al recibir mi regalo y sí estuvo chido, el saca puntas de osito tenía mucha onda y claro que una niña de seis años se iba a emocionar un chingo. Después pasaron casi todos mis compañeritos y hasta la maestra, y yo nada, se sentía mucha emoción y nervios y en eso escucho el nombre de Leydi Diana y ella se acercó a mí y me dio mi regalo... Un adorno navideño en forma de cometa hecho de papel metalizado, no sé qué esperaba recibir, pero les juro que eso no era. Mi mamá lo tomó muy mal cuando lo vio y creo que me influenció para que yo lo tomara peor y por mucho tiempo, sin culpar a mi madre eh, yo asumo que fue mi decisión dejar que ese hecho tomara mucha relevancia en mi vida. Por años recordé esa anécdota en muy mal plan y decidí que había sido una sentencia para siempre pasarla pésimo en los intercambios navideños. He aquí la importancia de soltar a tiempo y no que después uno se escucha horrible maldiciendo la dinámica y amargando a los demás.

Hoy pienso en el contexto de Leydi Diana, de entrada ella profesaba otra religión, tal vez simplemente no me quiso dejar sin regalo y lo solucionó de la mejor manera que se le ocurrió, tal vez no había para más, nunca lo sabré, solo sé que lo debí haber soltado desde hace mucho, me faltó empatía. Ella ya no está en este mundo y no me hace sentir chido que aunque fuera en broma yo hubiera seguido recordando esa mañana de diciembre de 1988 como si hubiera sido algo realmente grave. Sin la carga negativa y siendo objetivo claro que he tenido muy buenos intercambios de regalos, solo que por alguna razón pendejamente siempre le di más importancia y más peso a lo que para mí fueron malos ratos, quién sabe, que tal que alguien por ahí recuerda algún regalo mío como una pésima experiencia.

Ya es diciembre otra vez y hacía mucho tiempo que la navidad no me emocionaba ni tantito, muchos años han pasado de la última vez que recuerdo haber sentido ansiedad e ilusión por la temporada. Las cosas pasan, los seres queridos y amados se van y ni los meses ni las personas eligen irse o llevarse a nadie en una fecha específica para afectarnos, cada quien sus miserias y sus penas pero sin mal vibrosear a los demás, recuerdo a mis abuelos con mucho cariño, los he soñado mucho y los extrañaré siempre, y quiero pensar que allá donde están verán que hoy vuelvo a disfrutar estos días como cuando morrito, como cuando mi abuela ponía su nacimiento y la pasaba tan bien en las vacaciones esperando el 24 de diciembre con un chingo de ilusión yendo de posada en posada derritiendo velitas y que su ora pronobis por aquí y por allá y chamuscando sin querer las greñas de alguna vecina.








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