viernes, 16 de febrero de 2024

Escribir un libro, plantar un árbol y tener una hija...

 El famoso dicho "En esta vida hay que hacer tres cosas: escribir un libro, plantar un árbol y tener una hija" tiene sus raíces en un relato profético de Mujámmad, Mensajero del Islam, el cual dice: "La recompensa de todo trabajo que realiza el ser humano, finaliza cuando éste muere, excepto tres cosas: una limosna continua, un saber o un conocimiento beneficioso y un hijo piadoso que pide por él, cuando éste está en la tumba". 

Este fino proverbio, aunque ampliamente conocido, a menudo se malinterpreta. El relato establece que las recompensas de las acciones humanas cesan al morir, excepto por tres cosas: la caridad continua, el conocimiento beneficioso y una hija piadosa que ruega por su padre después de su fallecimiento. En lugar de interpretarse como un intento del ego humano por asegurar su legado, este dicho resalta la importancia de acciones altruistas y orientadas hacia el bien común. La esencia de estas tres actividades radica en su capacidad para generar beneficios duraderos y trascender la vida individual del ser humano. 

Y aunque la filosofía y la interpretación detrás de "Plantar un árbol, tener una hija y escribir un libro" sea más profunda y compleja que esas tres acciones en sí mismas, hoy me siento un poco menos inútil e ignorante; tengo una hija hermosa que tendrá buenos recuerdos de mí y, con suerte, hará oración cuando ya no esté. Estoy casi seguro de que ayudé a plantar los tres árboles que están en casa de mis padres —Muy a pesar de que una noche se metió una enorme y loca vaca a nuestro terreno y casi los desaparece— Y literalmente escribí un libro y estoy haciendo otro que eventualmente verá la luz, y eso es para mí una forma de dejar evidencia de que en este lapso que me tocó vivir, la pasé bien. Y quién sabe, con algo de suerte, mis relatos lograrán llegar al corazón de alguien, o le arrancarán una sonrisa y le servirán de algo.
Fue un proceso muy largo, mucho más de un año en que por fin pudo llegar a mis manos. Hoy que lo leí, me sentí bien chingón y aún cuando lo consideré un mero ejercicio para el libro que estoy haciendo, la memoria que está plasmada en estas copias es genuina y de gran valor para mí. A veces me pregunto: ¿Qué diría Carolina si un día lo lee? Al final, es una historia donde ella fue el principal motivo que me hizo escribirlo...

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