miércoles, 25 de septiembre de 2024

Instrucciones para preparar un buen "Carajillo"

Hace un buen rato que dejé un "muchito" el alcohol, fue por voluntad o por miedo, no sé (pero sí sé, nomás que no quiero decirlo). Descubrí que, en realidad, es una sustancia tóxica que entra a tu cuerpo y causa mucho daño, y no hay ningún tipo de destilado o fermentado que tenga "beneficios para la salud", ninguno. Todo lo que se dice son medias verdades envueltas en grandes mentiras. Por ejemplo, para poder ver los "beneficios" de beber vino tendrías que tomarte litros y litros para medio notar algún beneficio, solo que para ese entonces, tu hígado sería más un chicle masticado olvidado al rayo del sol que un hígado de verdad.

Entonces, creo que lo más chingón sería tenerle respeto al "chupe". Creo que, teniendo en cuenta lo que sé, solo me resta aceptarlo y disfrutar de vez en cuando de un buen trago. Reservo mis permisos para un mezcal con mi padre en momentos en los que naturalmente va bien un chingadazo de fuego acompañado de su plática. Otro permiso es para una cerveza con mis hermanos mayores —El problema es que ellos no son de una chelita, sobre todo mi hermanita, la "más mayor"—. Pero yo me atengo a una, y al igual que con mi papá, disfruto su compañía y una buena plática. Creo que los momentos con el alcohol son más entrañables justo por la atmósfera alrededor que por el sabor del alcohol en sí. —Tengo historias bárbaras de un par de pares de veces... tal vez un poco más, en donde se me pasaron las cucharadas y, la neta, sí me arrepiento—.

Otro momento que tengo permitido es para mí, y realmente son situaciones especiales donde puedo darme chance de beber lo que me gusta y que me pone alegre. Es decir, no bebo un mezcal o una cerveza cada que veo a mi papá o a mis hermanos. Ese momento conmigo es en mi cumpleaños o en algún festejo muy especial, y es meramente por los tragos de señora madura, empoderada, feliz y plena. Es una tontería describirlos así, pero creo que la mayoría del público consumidor de esos tragos coquetos son señoras. Se dice y no pasa nada, aunque el alcohol no tiene género ni preferencias, y agarra parejo. El punto es que me gustan mucho las piñas coladas, la sangría, el clericot y los carajillos... Estos últimos por sobre todo lo demás. Después de una cena, no sé por qué, pero de verdad que cae perfecto. No sé si disfruto más del ritual de preparación que del sabor en sí o todo junto, pero neta que rico es.

Pero ¿qué es un carajillo? Por si no lo sabes, el carajillo es una bebida que combina un café expreso con alguna bebida alcohólica, generalmente con licor 43, pero también se prepara con coñac, ron, whisky o hasta mezcal. Por lo regular, se sirve en un vaso pequeño con hielos.

Es delicioso, y no hay ninguna forma en que pueda transmitir ese gusto, solo invitándote a que lo pruebes o haciendo una cata de carajillos. Los probamos juntos y vamos viendo e intercambiando opiniones, porque hay mil formas de prepararlo, con diversos ingredientes: que si canela, que rodajas de naranja flameadas, que si chocolate... Como todo, el límite es la imaginación. Siento que es mi trago favorito, y está reservado para momentos realmente especiales, como cumplir años, o sea, que lo bebo muy pocas veces al año.

¿Qué es lo que lo hace especial? ¿Acaso será un buen café? ¿El licor? ¿Los hielos? ¿El vaso old fashion? ¿El mesero? ¿La "shakeada"? ¿El lugar, la hora o la compañía? No sé con exactitud, pienso que todo lo anterior por separado no sería para nada parecido a un buen carajillo. Siento que es una excelente analogía de cómo empatamos en la vida con alguien para formar algo maravilloso, increíble, inolvidable e irrepetible. En esta receta imaginaria de carajillo, yo sería un buen café: rico, aromático, caliente, con notas de chocolate y algo de cítricos, y que por sí solo estoy muy a toda madre en mi pequeña tacita. Funciono perfecto, pero con la compañía exacta y perfecta de un licor voy a funcionar mejor. Alguien es ese licor, y creamos el mejor carajillo, por el momento exacto que nos hemos mezclado, y porque el vaso donde nos fusionamos está hermoso y muy reluciente con la cantidad exacta de hielos.

Y así se forma el mejor carajillo que alguien pueda probar. Y el lugar, la hora y el momento es lo que nos hace creer que somos único e irrepetibles, pero seguramente, mientras yo siga siendo ese café especial de calidad, tueste medio, aromático, podré intentar convertirme en un delicioso carajillo nuevamente. Siento que si mantenemos nuestra identidad y nuestra esencia, siempre podemos mezclarnos bien chingón con nuevos licores, en nuevos vasitos y con otros hielos...

Supongo que el licor tiene la obligación de hacer lo mismo.

En fin, seamos siempre un buen licor 43 o un buen café, listos para formar el mejor carajillo de nuestras vidas.
















viernes, 6 de septiembre de 2024

Instrucciones para lavar los trastes...

Instrucciones para lavar los trastes

Primero y muy importante: tener trastes sucios es indispensable. Segundo, una voluntad sobrehumana de realizar esta práctica o que el destino lo haya alcanzado y no tenga ni un solo vaso limpio. Lo siguiente es conseguir una motivación extra a la urgencia; yo recomiendo poner una selección de canciones hecha por usted, asegurarse de que sean directamente proporcionales a la cantidad de trastes que va a lavar. Asegúrese también de que le den pila, no recomiendo el azar porque generalmente los aparatos digitales ponen lo que su chingada gana se les da, y es una monserga intentar cambiarle con las manos llenas de jabón, incluye a Alexa. Luego uno parece subnormal gritándole a una inteligencia artificial como si de verdad se tuviera un vínculo familiar con ese robot.
Ahora sí viene lo chingón. Aquí puede ser muy opcional y mucho dependerá de si alguna vez ha lavado o no trastes. Yo uso jabón en polvo y es así desde que me acuerdo: es muy práctico y es biodegradable, y ya con eso es razón suficiente. Vacío un poco en un recipiente y listo. No uso agua ni nada, la fórmula ya tiene lo necesario y neta que no le hace falta nada —vamos a lavar trastes, no vamos a lavar un motor—. He visto que le ponen un chorrito de cloro, que su limón partido en cuatro, que vinagre, que una bolsita de té y varias cosas más; cada quien, pero en serio, de verdad que no le hace falta nadota. Lo principal es que el recipiente del jabón prevalezca lo más seco y limpio todo el tiempo.
Esto comienza así...

Lo mejor es tener orden en el lavatrastes, fregadero o lavadero; o tina, o donde usted los vaya botando después de ensuciarlos. Y es aquí donde doy pauta para insertar el verdadero propósito de este instructivo. Pienso que es una analogía bien chingona de nuestro comportamiento ante cualquier discrepancia, sobre todo en una relación o un vínculo emocional, y creo que esta metáfora aplica muy bien. Justamente, tener ordenados los trastes para lavarlos es igual a tener ordenados los pensamientos y argumentos para poder contrastarlos en una disputa. Dejar que se acumulen tantos resulta en algo difícil de controlar, y amontonados sin cuidado es peor porque no sabremos por dónde comenzar. Yo hago todo a mano limpia, sin guantes —a mí los guantes me provocan salpullido e irritación—. No necesito ayuda ni nada de eso. Voy tomando mis trastes y los voy limpiando, retirando los restos de comida con la mano y un poquito de agua antes de pasar la fibra, por cierto mi fibra tiene dos superficies: una suave por un lado y una más dura y áspera por el otro, y la uso dependiendo de la gravedad del asunto.

Casi siempre, y procuro que así sea, solo he usado el lado más suave. La tomo y la coloco sobre el jabón, y con lo que se le adhiere con eso voy lavando cada traste. Así es como mantengo el jabón limpio. Si por alguna razón descubro que hay una traza de cebolla o algún otro resto de comida o que la hay agüita y ya se mira algo turbia, lo reemplazo de inmediato. Creo que es igual con una diferencia: no me gusta hacer uso de groserías ni mezclar o generalizar las cosas. Siempre es mejor ser claro y directo, pero con empatía, sin necesidad de usar el lado áspero de la fibra para defender un punto o terquear a la hora de querer solucionar un problema.

A veces es mejor ir lavando los trastes conforme se van ensuciando, porque es inevitable y es algo que no tiene explicación. Pareciera como si los trastes se reprodujeran entre ellos. Yo he dejado mi fregadero limpio con el trapo colgando del grifo en señal de victoria, y a la mañana siguiente ya hay platos, vasos y cucharas. Y estas últimas son insoportables a la hora de lavarlas, y no sé qué lugar ocupan en esta metáfora, pero son odiosas porque parecen interminables al momento de irlas bañando.

Es inevitable que los trastes se ensucien, así como es inevitable discutir o tener una confrontación. Pero si tenemos orden y claridad en las ideas, es igual a no tener una montaña de trastes sucios con restos de alimento pegados. Siento que lo mejor es irlos lavando conforme se ensucie algo, pienso en mi vaso de licuadora después de hacer un licuado de plátano con avena, si lo lavo inmediatamente después de usarlo es mucho pero mucho más sencillo que si lo dejo ahí hasta el final del día, y también este recipiente requiere una técnica precisa que involucran desarmarlo completamente y lavar a consciencia cada uno de sus componentes porque no está chido tomase un licuado de lo que sea con sabor a guajillo o salada verde, es lo mismo con los temas que uno medio sana en alguna discusión, que solo los va pateando. 
Lo otro recomendable es ir acomodando sus trastecitos conforme se ensucian, por si no hay tiempo de hacerlo inmediatamente. Que si plato sobre plato, que si los vasos a un lado y los cubiertos en otro, que si enjuagarlos o dejarlos con un poquito de agua para que sea mucho más fácil darles su bañadita. Que no juntar lo que se ensució poquito, solo por un té o un café, con los de las enmoladas o con los del tiradero que se hace al preparar milanesas. Los primeros son similares a atender un problema leve, como un malentendido, una mala broma, pero a veces los dejamos pasar como si nada y luego se juntan. Algo que se pudo limpiar en chinga se ensució de grasa y mole, y todo se hace un batidero, igual a cuando no resolvemos pequeños problemitas que se acumulan y cuando todo revienta, no hay control. Y siempre, siempre las cazuelas o la olla express se lavan al último, como los temas más difíciles. A veces lo mejor es dejarlos remojando una noche, y al otro día, con más calma y la cabeza fría, será más fácil dejarlos limpios.
En fin, todo esto lo reflexioné justo mientras lavaba mis trastes. Siento que ese es mi momento de meditar y donde hablo conmigo, donde discuto conmigo y hasta donde me regaño. Casi siempre es donde decido qué voy a preparar de comer o lo que diré en posibles discusiones que nunca llegan, pero que por si acaso ya tengo respuestas. Sin tema, puedo decir que de verdad me gusta lavar los trastes. Estar en acción, pensando, es mi mejor manera de meditar; el silencio no me ayuda mucho para lograrlo, pero frente a una pequeña montaña de trastes me han llegado muy buenas ideas. Si has leido hasta esta parte, diré que todo lo anterior fue un resumen de cómo me siento hoy que cumplí mis primeros 42 años de vida. Tal vez no estoy donde pensé o como me imaginé, pero sí estoy en un punto donde siempre había soñado estar, y eso me pone muy feliz. Recibí un regalo increíble: mi máquina para preparar café delicioso, porque la que tenía decidió jubilarse justo el martes pasado, y usar la nueva me puso muy feliz. Quien me conoce sabe que mi día no comienza sino hasta después de mi primer sorbo de café. También recibí llamadas y mensajes bien chingones de la gente que más quiero, y noté que ya no llegaron ni llamadas ni mensajes de gente que decidió desaparecer, pero eso no merma el ánimo, todo lo contrario.
Gracias por un año más de vida, gracias por los mensajes y llamadas.

Con razón...
¡Qué linda estuvo la mañana del viernes!





















viernes, 5 de julio de 2024

Zapatito blanco zapatito azul...

 "Zapatito blanco, zapatito azul"... "Un avión japonés, ¿dime cuántas balas tira al mes?"
Así, con esas pegajosas e incoherentes cancioncitas, se decidía cómo se iba a participar en algún juego infantil: que si a "las trais"; que si a las escondidillas, el fut y otros más. De vez en vez, era esperar a que alguien se apiadara y te eligiera para pertenecer a un bando u otro, pero casi siempre mi suerte era quedar al último para ser elegido y pasar a ser "de chocolate", que fue mi destino siempre. Ser de chocolate era la manera más amable de decirme torpe, poco hábil o menso, pa pronto. Para bien o para mal, lo que lograra en el juego que fuera no tenía una chingada de validez. En fin, era aceptar eso o quedarme sentado viendo cómo todos se divertían.

Uno se acostumbra al rechazo, se normaliza, y la autocompasión a veces es destructiva, eso es lo malo porque tardé mucho en aceptar que no tenía habilidades y que no fue culpa de nadie, ni mía. Simplemente, pues, qué gacho que por mis acciones los equipos donde el destino me puso hubieran sido atrapados, descubiertos o goleados. Por eso, pido un perdón sincero desde estas líneas.

En fin, la vida siguió y una vez que desbloqueé el nivel infancia y caí al siguiente, la cosa no mejoró mucho que digamos. Ya no eran canciones bobas, ahora era más directo, pero en este punto ya me había resignado a que nunca iba a meter un gol y dejé ir para siempre los deportes y las actividades físicas, las que implicaban un acto voluntario, porque hubo otras que eran obligatorias y esas pues ni cómo. Lo malo de mi nuevo nivel es que se llama adolescencia, y si de por sí ya era poquito agraciado, creo que a esa edad me creció primero la cabeza que el cuerpo, la voz se hizo rara y, chale, con los granitos en la cara. Creía que era el final de todo, y todo apenas comenzaba, sin saberlo era el tiempo de los quince años de la mayoría de mis compañeras —Y nadie me dio ese spoiler—. Era muy común que se hicieran fiestas chidas y elegantes y que bailaran un vals y una "quebradita" o montaran la coreografía de un tango con estrellón de botella y toda la cosa... Obviamente esta vez no me iban a elegir a mí con un "zapatito blanco bla bla bla" por todo lo que dije. O sea, yo lo sabía, pero en el fondito, muy en el fondito de mi ser, y aún sabiendo que tenía la gracia de una servilleta de papel al aire para bailar, pues sí hubiera estado chido que Vanessita o Chayito, o Lorenita me hubieran elegido. Bueno, tal era mi tragedia que, aún cuando tenía una novia, ni ella me eligió. Se acostumbraba que el novio fuera chambelán —Que es como se les conocía a los acompañantes de la quinceañera—. Eso a súper escondidas del papá de la cumpleañera, obviamente. Todas, y cuando digo todas, es tooooooodas mis amigas y conocidas hicieron chambelán al novio en turno, pero la mía prefirió cortar con nuestra hermosa relación antes de otra cosa.

Resultó que la vida y el destino me hicieron chambelán de mi hermana. No sé si fue petición genuina de ella o mi madre la presionó de alguna manera para pedirme que lo fuera. Sospecho que la chantajearon con no alquilar el carruaje calabaza tirada por un auto antiguo, si no me pedía bailar en sus quince años. Como fuera, para ese entonces, iniciando el año 2000, con toda la vergüenza anticipada y el miedo al ridículo, le puse todas las ganas y, aunque me costó, lo logré de la mejor manera posible. Gracias a Dios no había historias de Instagram ni transmisión en vivo del Face, porque si no, mis tías y mi mamá nos hubieran perpetuado. Solo hubo una grabación en VHS, peeeeeeero, sepa dónde quedó solo hay una que otra foto por ahí.




Con el tiempo aprendí a aceptarme, a controlar mis inseguridades y a medio bailar. Sigo teniendo la gracia de una servilleta, y aún cuando todos los ritmos los bailo igual, por lo menos ya no doy pisotones y le pongo muchas ganas. Divertido es, y como no es para concurso, pues hasta hoy no ha habido queja, todo lo contrario.

































jueves, 27 de junio de 2024

Con razón qué linda estuvo la mañana (Cumple Ceci)

Con razón qué linda estuvo la mañana de hoy, pues si es tu mero mero cumpleaños madrecita chula, hermosa, preciosa...

Estaba buscando una foto de nosotros juntitos y solitos para usarla de pretexto y felicitarte y me reencontré con esta joya. Nos la tomamos una madrugada por allá en septiembre de 2015 y para mi, que soy un coleccionador de recuerdos, éste es uno de mis mejores recuerdos contigo por todo lo que significó para mi vida. Yo crecí mucho esa madrugada, entendí y comprendí muchas cosas de la vida, de mi pero principalmente de ti, te puedo decir que soy otro después de esa gran ocasión; a mis 33 años y ya siendo padre de la Valentina tuve una plática de sexualidad con mi madre, podría decir que más vale tarde que nunca pero eso sería reducir nuestra charla a un mero trámite simplón y no, lo de esa velada fue una experiencia única y estoy agradecido de que hubiera sucedido a su tiempo, sin prisa y con calmita porque nos amanecimos. Las cosas chidas son como son y cuando deben ser y no cuando nosotros quisiéramos que fueran. Me encantó verte, oírte y encontrarte más como amiga que como madre, fue como si de alguna forma hubiera podido viajar al pasado y me hubiera encontrado a una Ceci toda tierna de 24 añitos contándome cosas intimas y dudas y miedos y eso es invaluable mamita chula.

Fue una velada improvisada, muy personal; muy intima y no divulgaré a detalle todo lo que esa madrugada nos compartimos, solo diré que bastó una taza de té de manzana-canela para ti y una copa de whisky para mi y nos soltamos como pandita en tobogán con la mejor plática madre hijo que jamás, jamás habíamos tenido. 

Que sirva de pretexto para desearte feliz cumpleaños madre, que la vida nos de para más y más platicas y más y mejores recuerdos juntitos. Te mando de mientras un abrazo apretadito al alma y no al cuerpo, ya nos veremos y te lo daré de verdad, en tanto pasa festeja mucho y come harto pastelito...
  

viernes, 24 de mayo de 2024

La cartera nueva...

Dicen que los hombres solo cambian de cartera cuando alguien les regala una nueva, pero también dicen que los hombres no lloran y que deben ser fuertes, feos y formales, incluso que no deberían lavar ropa, ni trastes; ni cocinar pero sí se espera que tengan una cajita de herramientas y sepan algo de plomería y de mecánica...

Pues de acuerdo a esos clichés creo que no soy hombre porque, ni tengo cajita de herramientas, ni sé de mecánica ni plomería básica, de hecho, me emocionan más unos utensilios de cocina mamalones y aprenderme una receta que unas pinzas o un juego de llaves, de vez en cuando me echo una lloardita de 10-15 minutitos; la pinshi cartera la cambié porque yo mismo me regalé otra, yo cocino, lavo, plancho y en cualquier mecate tiendo.

Divagué, lo sé, soy muy propenso a hacerlo, pero a veces no puedo evitar ser algo intenso. Solo quiero expresar una idea que surgió mientras hacía el cambio de cartera, y es que al desocupar la viejita me di cuenta del desmadre que traía cargando a lo puro pendejo. Es increíble todo el espacio que ocupan tickets de compra que sirven para pura chingada ya ininteligibles, siendo basura. Encontré tarjetas de presentación de sepa quién madres, había papelitos doblados con notas inservibles y mi viejo boleto del metro por si una emergencia, y eso fue lo más cabrón porque claro que tuve emergencias en el metro, por prisa o por lo que fuera, y ese perro nunca apareció hasta hoy que ya no sirve para nada porque lo descontinuaron. Y entre tanto desmadre salieron tarjetas de banco vencidas y más tarjetas en los diversos compartimentos, igual vencidas, inservibles, junto con un naipe, el 8 de corazones negros, una carta que nunca entregué, hasta la tarjeta de la leche y la del Blockbuster, basura, basura y más basura. Pensé en solo hacer un pequeño "fenchui" en la nueva y meter todo otra vez, pero no, no se podía. Ahora mi nueva cartera solo tiene un par de espacios para billetes y algún par de notas o tickets, y un tercero con mecanismo muy facherito que mediante una palanquita muy discreta expulsa un número limitado de tarjetas o identificaciones y ya está. Confieso que tardé en hacer el cambio, tardé en decidir qué madres debería ir en esa nueva y preciosa cartera, pero una vez que logré depurar mi cagadero he sido el más feliz por lo práctico que resultó solo traer un par de tarjetas, licencia, identificación oficial y la membresía del Costco —uno nunca sabe cuándo se nos va antojar revender un pastelito o un ventilador—. En fin, de verdad que es bien chingón no estar cargando mierda y media inservible, estorbosa, y pienso que de alguna manera también hice depuración y "fenchui" en mi cabeza y en mis emociones. Pienso que todos deberíamos ir haciendo más pequeño no solo el bolso o la cartera, también el buche de las emociones, o de perdida ordenarlo. A veces solo de ver el desmadre de cosas nos causa hueva y depresión y solo seguimos acumulando más y más.


viernes, 8 de marzo de 2024

María

María...

Es una mujer muy hermosa, ¿verdad? Siempre fuerte, incansable, de seriedad absoluta y palabra de ley, de mezcal y de cerveza, con un don especial en la cocina y con mucho amor en el corazón, de ese que se demuestra y no del que solo se dice. Mi primer recuerdo de ella es muy mío, es muy antiguo y a veces parece más un sueño, pero nadie me lo cambia ni me lo corrige, los sueños no tienen olores y esa es mi mayor prueba de que lo viví porque justo la recuerdo cocinando, con el olor del pueblo, ese olor rico que te hace volver a un pasado maravilloso; con notas de leña y de tierra y notas destacadas y saturadas de maíz y chile y de fortaleza y pasión. De pocas personas uno se acuerda exactamente el día que las conoció, solo las especiales, las que marcan para siempre como la vez que la vi recorrer mi pueblo cargando una sandía en la cabeza solo con la ayuda de su reboso y con las bolsas del mandado en las manos sin perder el equilibrio con una enorme maestría envidiable. Así conservo esos recuerdos de mi abuela en un rincón muy especial de mi corazón, y yo cuido mucho mis recuerdos.

Dicen por ahí que solo es cuestión de rascarle un poquito a la historia de las abuelas y bisabuelas y gran parte de ellas tienen rastros de tristeza, de resignación, a veces de frustración y hasta de violencia, como si su pecado hubiera sido haber nacido mujer, y pienso mucho en los sueños de mi abuela más allá de lo que significa para mí su fortaleza y su poder, más allá de haber cocinado increíblemente siempre o de haber cuidado y guiado a sus hijos y nietos. Pienso con cierta pena y vergüenza en lo que ella hubiera querido realmente para sí misma si la vida hubiera sido más ligera, pienso en esos sueños tan personales, tan de uno que son casi como fantasías, eso me hubiera gustado conocer de mi abuela y no solo de ella, pienso lo mismo de mi madre y de mis tías y mi bisabuela.

Qué impactante es ver hacia atrás y darse cuenta de que hubo mujeres en mi familia que seguramente dejaron sus anhelos y sus sueños para que hoy yo pueda estar escribiendo esto. Hoy tengo bien clarito la influencia y lo grandioso que ha sido que mujeres valiosas como mi abuela María hayan forjado y sembrado semillas tan chingonas que me permiten ser menos inútil emocionalmente.

viernes, 23 de febrero de 2024

"¡VRGA!"

Imagina qua ya estás por terminar la semana, que solo quieres pasar un momento de calidad con la luz de tus ojos, entonces decides ir al parque con tu pequeña hijita a darle una buena zaradeada en los columpios, corretearla un poquito y después ir por unas paletitas heladas y así disfrutar de la tarde pero principalmente disfrutar de su inocente sonrisa. Pues así lo hice, no solo los columpios, con ella no hay plan que sea efectivo, a pesar de que hacía un calor insoportable busqué el lado más sombreado de los juegos y fui juez de sus nuevos pases de baile, cantamos una canción y le pregunté ¿qué había sido lo más asombroso que había visto ese día?, dijo —Tú crees que David se comió sus mocos, casi vomito cuando lo vi. Sonrió y después se colgó del pasamanos con una habilidad envidiable, otro ratito de correr y ya cansados más yo que ella, la persuadí para ir por unas paletas de hielo y ahí estábamos comiendo una paleta helada cada quien ella disfrutaba una de limón y yo de una "sabor rojo" entre el ruido de chamacos corriendo y gritando, de repente mi pequeñita dejo de sorber su postre por un segundo, se me quedó viendo con su carita de yo no fui incluyendo su miradita hermosa toda tierna y de la nada me pregunta: papá ¿Qué es verga? lo soltó así en seco sin avisar sin más, de la manera más genuina e inocente, una pregunta muy cabrona pero ella no sabía que me estaba metiendo en un problema solo me miro y siguió en lo suyo sorbiendo y dejando sin color su paleta helada de limón. 

¡VERGA! se me congeló el cerebro, nunca imaginé que a sus cuatro añitos pasaría de preguntar ¿Por qué el cielo es azul? a eso tan cabrón, en ese momento, en un segundo se me pasmó la rata, todo lo hermoso del parque, el poquito viento pero bien reconfortante que nos pegaba en la cara se detuvo, parecía como si alguein hubiera apagado el ruido de fondo y todo fue silencio incómodo, se me atragantó la paletita y pasé aceite con esa pregunta. Uno no está preparado para recibir estos pases y tirar al gol, si fuera esa analogía seguramente lo más sencillo hubiera sido prender la bola como venía y patearla a donde topara, o sea regañarla y decirle que eso no se debe decir nunca y voltearle la carita de un cachetadón aunque después ella tuviera que cenar por la nuca, pero no, ese pase era perfecto, bajé el balón lo controlé y después tiré al ángulo... —Si fue gol o no ya lo decidirás tú después de terminar de leerme— 

Por la cabeza me pasaron muchas cosas lo principal era indagar ¿Dónde lo había escuchado? Me aterrorizó pensar en que podría estar en una situación de abuso, entonces con mucho cuidado y serenidad le pregunté ¿Dónde lo haz escuchado mi amor? ¿Quién te lo dijo? —Su respuesta fue algo reveladora por decirlo menos, honesta, directa y sin temor a nada, —Tú la dices mucho, y mi mamá también y hasta mis tíos, se mandan a la verga entonces yo quiero saber ¿qué es verga?
¡VERGA! otra vez. Tal parecía que esa tarde Vale, tenía la misión de ponerme a prueba y replantearme si en verdad estaba capacitado para ser papá, o sea si bien no hay un manual para estas cosas, también tampoco se puede criar una bebe en medio de un ambiente tan pelado. La realidad es que nadie te enseña que hacer en estos casos, bien pude ignorarla o distraerla para hacer menos incómodo el momento; bien pude haber dicho cualquier cosa pero tengo la convicción de no inventarle respuestas, si sé lo que pregunta le respondo, si no lo sé se lo hago saber sin miedo y le digo que lo voy a averiguar y ya está no pasa nada. Siempre ha sido así, así cuando crezca sabrá que su papá no lo sabía todo pero también tampoco nunca le inventó cosas con tal de convivir ye querer quedar como un chingón sabelotodo. Pero lo que respondí siempre fue la neta sin pelos en la lengua. Mi propósito es guiarla y tratar de generar un espacio de confianza y no minimizar sus dudas o sus miedos ni mucho menos sus logros por pequeñitos que pudieran parecer, entonces le di la más honesta y clara de las respuestas, así tal cual la definición de la palabra y no es que me la sepa de memoria, no soy enciclopedia, formulé mi respuesta después de ver la "güiquipedia" en chinga, al final eso no era lo importante, lo importante vino enseguida, con la definición clara en la mesa y ya que Vale y yo habíamos desbloqueado un nuevo nivel de confianza le expliqué los usos y el impacto de usar esa palabra en su entorno, con su familia, en su escuela en general en este país, intentaba no ser incongruente, es una grosería así se le conoce y sí, yo hablo y me expreso con muchas groserías, esa y un chingo más, desde que me acuerdo siempre ha sido así; que antes fuera más o menos recatado o me controlara cuando vivía con mis padres es diferente, pero vaya siempre he estado rodeado de personas que se expresaban con muchas palabrotas, mi abuelo decía un chingo, mi mamá se sabe las chidas, mi bisabuela ooooots no se diga, la tía Yola cuando los salvajes de mis primos le crispaban los nervios les gritaba antes de llorar " A ver jijos de su puta madre" era muy gracioso.
Tal vez en la familia de mi papá siempre han sido mucho más reservados para ese tema, no los recuerdo nunca tan efusivos haciendo uso de las groserías más que de manera divertida para darle ese toque chido a una plática y no más y ahí en medio quedé yo, entonces decidí ponerme reglas sencillas pero bien efectivas, partiendo del principio sublime de que las palabras se hicieron para ser usadas y no censuradas y de que no hay malas palabras sino malas personas, entonces decidí que iba a expresarme con groserías para hacer más chingona una plática, nunca para una discusión acalorada o un tema demasiado serio o sensible y mucho menos con alguien que quiero y aprecio. 

Y eso fue lo que le expliqué a mi Valentina curiosa, obviamente de manera mucho más sencilla pero igual de efectiva, solo agregué que nunca use groserías para referirse a ella misma, que no se insulte. Fue muy fuerte enfrentarme a la realidad, yo creía que era mesurado con mis expresiones, cuando nunca fue así, tal vez desde que ella se acuerda ya me conoció así para ella siempre ha sido muy normal escucharme hablar de la forma en que lo hago, si está bien o no, no lo sé solo sé que trato de ser lo más congruente posible al final es muy liberador mandar a la chingada algo que nos incomoda o simplemente hablar en completa libertad pero siempre con respeto.



 

viernes, 16 de febrero de 2024

Escribir un libro, plantar un árbol y tener una hija...

 El famoso dicho "En esta vida hay que hacer tres cosas: escribir un libro, plantar un árbol y tener una hija" tiene sus raíces en un relato profético de Mujámmad, Mensajero del Islam, el cual dice: "La recompensa de todo trabajo que realiza el ser humano, finaliza cuando éste muere, excepto tres cosas: una limosna continua, un saber o un conocimiento beneficioso y un hijo piadoso que pide por él, cuando éste está en la tumba". 

Este fino proverbio, aunque ampliamente conocido, a menudo se malinterpreta. El relato establece que las recompensas de las acciones humanas cesan al morir, excepto por tres cosas: la caridad continua, el conocimiento beneficioso y una hija piadosa que ruega por su padre después de su fallecimiento. En lugar de interpretarse como un intento del ego humano por asegurar su legado, este dicho resalta la importancia de acciones altruistas y orientadas hacia el bien común. La esencia de estas tres actividades radica en su capacidad para generar beneficios duraderos y trascender la vida individual del ser humano. 

Y aunque la filosofía y la interpretación detrás de "Plantar un árbol, tener una hija y escribir un libro" sea más profunda y compleja que esas tres acciones en sí mismas, hoy me siento un poco menos inútil e ignorante; tengo una hija hermosa que tendrá buenos recuerdos de mí y, con suerte, hará oración cuando ya no esté. Estoy casi seguro de que ayudé a plantar los tres árboles que están en casa de mis padres —Muy a pesar de que una noche se metió una enorme y loca vaca a nuestro terreno y casi los desaparece— Y literalmente escribí un libro y estoy haciendo otro que eventualmente verá la luz, y eso es para mí una forma de dejar evidencia de que en este lapso que me tocó vivir, la pasé bien. Y quién sabe, con algo de suerte, mis relatos lograrán llegar al corazón de alguien, o le arrancarán una sonrisa y le servirán de algo.
Fue un proceso muy largo, mucho más de un año en que por fin pudo llegar a mis manos. Hoy que lo leí, me sentí bien chingón y aún cuando lo consideré un mero ejercicio para el libro que estoy haciendo, la memoria que está plasmada en estas copias es genuina y de gran valor para mí. A veces me pregunto: ¿Qué diría Carolina si un día lo lee? Al final, es una historia donde ella fue el principal motivo que me hizo escribirlo...

miércoles, 7 de febrero de 2024

Un yesito para el corazón

Estaba haciendo una analogía para tratar de encontrar un consuelo o una cura, o por lo menos una explicación, para cuando se rompe el corazón; algo así como un remedio para pasarla lo menos mal posible, o al menos algo que te haga reír en esos momentos tan feos... Total que una cosa en mi pensamiento me llevó a otra y así, entre tanta maraña de ideas para lo que intentaba teclear, recordé las veces que he regresado de la anestesia...

Han sido varias si contamos las de los dientes y muelas. Siento que anestesia es anestesia y aquí no se discriminan historias. Tres veces fui dormido total, total así de inyección en la espina dorsal con una sensación de toques eléctricos que recorren toda la rabadilla hasta la nuca y la punta del coxis; que incluyeron rodada en camilla por un pasillo interminable viendo al techo pasar y pasar, titilantes lamparitas deprimentes de hospital rumbo al quirófano. No faltó también la mascarilla de oxígeno y su cuenta del uno al cien, aunque nomás llegué hasta el tres. Volver de esas es una experiencia cuasi religiosa que me dejó siempre la sensación de haber ganado una batalla sin siquiera haber levantado la espada: dos cirugías en mis pies para caminar sin caerme y una para extirpar la apéndice. La primera vez lloré, lloré y lloré. No sabía ni entendía nada, tal vez lo único claro es que la operación era esperanzadora para una mejor calidad de vida, pero en ese preciso momento de volver no tenía a mis padres cerca, no conocía nada ni tenía idea de qué pasaba hasta que una enfermera me dio la paz que necesitaba, me ubicó en tiempo y espacio y me ofreció un refresquito de manzana. Esa madre cura el corazón y la panza y las penas y todo lo hace más sencillo, neta. La segunda vez que regresé tuve la sensación de que la cirugía estaba en proceso. Me dio pánico y terror, pero al igual que la vez pasada, un enfermero me tranquilizó después de que le pregunté muy angustiado si aún estaba la operación en proceso. Se rió. De solo imaginar mi cara, yo también me hubiera reído, la neta. Pero fue muy empático, esta vez me tocó jugo de manzana y una explicación de por qué despertaba aun en el quirófano y no en una sala de recuperación, con una máquina que tomaba mi presión automáticamente cada quince minutos, así vi pasar las manecillas del reloj una hora y media. La tercera, esa sí fue la más rara de las tres. Volví en un cuarto oscuro, incrustado a una camilla sin poder moverme. Parecía como si me hubieran envuelto, me sentí muy incómodo, acongojado, apretadito como tamal. El espacio era totalmente oscuro, lo recuerdo interminable, con muchas camillas a mis costados al frente, frío y aparentemente nadie cerca. Si creí que estaba en la morgue o medio muerto o esperando audiencia con San Pedro. Y como esta vez no lloré y me sentía tranquilo, en paz pues solo esperé, y de nuevo un enfermero bien amable y super chido me habló, me explicó todo el pedo y listo todo bien ya no había apéndice dando lata y en breve me iba a trepar a piso para recibir visita.

Ahora, las otras "menores", las de los dientes. Primero una muela maldita que se me picó hasta la raíz, tendría como siete años y era la primera vez que escuchaba la palabra endodoncia. Me iban a hacer una endodoncia en el hospital de especialidades dentales de Tlatelolco en CDMX, un miércoles a las siete de la mañana. ¿Saben a qué putas horas me tuvieron que despertar para llegar puntuales desde el pueblo al mentado hospital ese? Exacto, no eran horas de Dios cuando salimos, mi madre y yo. Primero caminar, luego carreta, luego un camión, luego metro y luego transbordar y más metro y caminar y caminar y luego correr cuando mi mamá se dio cuenta que faltaban cinco minutos para la cita y había que llegar si no se perdería el espacio y se reprogramaría para uuuuuuuuun chingo después, y eso era un lujo que no nos podíamos dar. En fin, llegamos minutos más minutos menos pero sin tema, nos recibieron. Me acomodaron en un sillón dental bien cómodo, bien comodísimo, bien rico y madres. A abrir la boquita, solo recuerdo una jeringuilla de vidrio, un piquete de anestesia, una especie de globo azul y ¡Madres! alguien bajó el switch. Me desmayé, la única vez que me he desmayado fue esa. Qué vergüenza por mi jefita, cuando regresé de esa anestesia vi a mi mamá y no tenía color, estaba bien espantada, el pobre dentista con sus ojotes bien pelados y más espantado que mi mamá. Y todo nervioso preguntando si el paciente iba en ayunas. ¡No mame, doc! Venimos de allá, de la tierra de Juan Dieguito, antes diga que cenamos, ¿quién va a desayunar a las tres de la mañana? Todavía nos quiso regañar y le pidió a mi mamá que fuera por un pan, aunque fuera. Yo obviamente no me podía ver, pero estoy seguro que por sus caras yo estaba embarrado en el sillón con la lenguita por fuera, toda seca y más pálido que una vela toda escurrida.

En fin, la otra de dentista fue con las muelas del juicio, me brotaron en la parte inferior como granos de maíz pozolero, todo reventado y apuntando para donde se les inflamó. Esas madres estaban incrustadas hasta el fondo, les juro que el doctor puso un pie en mi cara para poder generar palanca y jalar el del lado izquierdo, cuando lo vi salir era una pieza gigante, nunca me imaginé que tendrían ese tamaño monstruoso, con razón dan un chingo de lata. Al otro hubo que hacerlo pedazos con una sierra ruidosa, yo sentía cada jalón, cada corte y el ruido cuando se desprendieron de mi quijada fue escalofriante. Esta vez la cirugía fue de noche, así que comí bien antes de. Fui y regresé solito de la clínica, yo ya estaba más crecidito eso fue un año antes de la pandemia. Recuerdo que iba en el transporte mordiendo unos comprimidos de algodón con la fuerte indicación de no escupir por lo menos una hora. ¡Un suplicio total!

Eso sí, la recuperación de "ambas cuatro ocasiones" fue tortuosa, las muelas del juicio fueron las más desgraciadas, la indicación fue no hacer nada, pero uno se siente bien león y ya había planes, ni modo de cancelar. Esa primera noche fue terrible una vez que pasó la sensación de tener labios de colchón bimbo, medio cené un caldito de pollo, pero los cuidados eran una chinga, no podía comer nada tostado, tenía que enjuagar los huecos que quedaron con una jeringa y agua oxigenada, el dolor en la mandíbula me duró semanas, de repente sentía cada jalón que dio el doctor, y esa molestia solo pasaba con una pastilla que se disolvía debajo de mi lengua, pero la muy perrita me quitaba el dolor, pero me provocaba una sensación horrible en el tracto digestivo; justo a la altura del pecho se sentía horrible. —Nunca tomen ketorolaco sublingual para nada— Del apéndice, chale, ese me provocó unos cólicos de la rechingada, no sé si sepan, pero para poder extirpar la madre esa sacaron todos los metros de tripas que uno tiene, cortaron lo que debían cortar, echaron un nudo y regresaron todo el triperío a su lugar a que se acomodara solito como pudiera, les juro que en algún punto creí que habían dejado unas pinzas o algo ahí dentro, fue una experiencia bien de la chingada, porque para mi mala suerte la segunda noche que estuve en recuperación, por ahí de la madrugada, subieron a mi piso a un señor, días antes le habían extirpado la apéndice como a mí y ya lo habían soltado y todo bien, pero esa noche regresó y lo operaron de emergencia porque los puntos se le habían reventado cuando estornudó mientras se bañaba. Al escuchar eso, no me quería ni mover y lo que más me preocupaba es que mi doctor me dijo que para poder soltarme y me pudiera ir a casa debía, o liberar gases o evacuar la tripa. Si pensé, si por estornudar a este cabrón se le abrió la herida no me imagino si yo me tiraba un pedito, qué me iba a pasar. Pero todo fue una mentira del vecino cabrón, al otro día llegó su hijo del señor y escuché perfecto como le dijo "Papá, no chingues por favor, ya me dijo la vecina que estabas cargando cajas dos días después de que te operaron, que estornudo ni que nada". No saben cómo me regresó el alma al cuerpo, después como que se escapó, pero no, no fue el alma y ya me soltaron a mí y me fui a casa en paz.

Las de los pies fueron incómodas, pero solo un rato después de la cirugía porque cuando pasó la anestesia me dolió un chingo desesperantemente de lágrima y berreo, pero un día y ya. Lo más complejo fue que para poder recuperarme al cien, los enyesaron. Anduve con muletas un mes en cada intervención, eso fue algo incómodo y peligroso, me caí varias veces cuando pasé por pisos mojados y las muletas se abrían como patitas de Bambi, pero no pasó a mayores. En fin, todo esto que conté fue justo porque pensaba cómo no hay una forma de enyesar el corazón o el alma cuando se nos rompe por una pena, todo sería más fácil, nos ponen yeso cuando alguna extremidad está rota y no hay que moverla para que pueda sanar y aunque toques en la zona no sientes nada, hasta tus amigos y primos te ponen dibujos y mensajes chidos para que te recuperes más rápido, y cada rayita es una caricia que nos va sanando y cuando pasa un tiempo considerable nos retiran esa cobertura y hasta más delgada queda esa zona y algo pálida pero las molestias no pasaron de una comezón y ya, nada que una aguja de tejer no pudiera aminorar. Pienso que alguien debería inventar una forma de enyesar el corazón para cuando se nos rompe.

viernes, 5 de enero de 2024

"El yo"

Casi nunca platico el significado de un tatuaje mío, evado el tema o simplemente digo cualquier cosa. O tal vez, no tengo esa apertura o confianza con cualquiera, digamos que no me gusta sentirme juzgado por mis ideas o creencias... Este ha sido tal vez el más complicado por la zona, no el dolor, ese es mental, un dolor muy normal comparado con todos los otros tatuajes, eso sí, la recuperación ha sido más incómoda que todos los anteriores juntos. No fue una decisión a la ligera; uno no puede trasgredir ciertas zonas que ayudan a identificar "El yo", que en esencia es cómo te ves y te reconoces en un reflejo y que sin mucho esfuerzo perfectamente sabes que eres tú. Te ves, te reconoces y ahí estás siempre. Podrá no gustarte lo que reflejas, pero eres tú. Entonces, si te atreves a pasar esa línea y trasgredes la cara, las mejillas, incluso el cuello, con tinta, con perforaciones es probable que, cuando te veas en un espejo, ya no esté "El yo", quien es en quien te reconoces y te encuentras. —Supongo que, aunque parezca la cosa más simple y sencilla, el hecho de reconocer nuestra figura en un espejo requirió un arduo trabajo y adaptación a través de años de evolución—. Si ya no está "El yo", es como si te hubieras perdido en el abismo que representa esa imagen tuya en el espejo y lo vas a buscar en más modificaciones y perforaciones y tinta pero nunca más lo vas a encontrar.

Pero yo ahí sigo, esta mañana me he visto al espejo, ahí estoy, ahí me reflejo y sigo siendo yo...

¿Qué significa mi tatuaje? Mucho. Para mí representa mucho, concretamente en que no me debo guardar ninguna emoción ni palabras. Que debo expresar de manera positiva y constructiva lo que a mí me afecta, lo que pienso de quienes amo. Las palabras se hicieron para usarse, habladas o escritas. Nunca me quedaré con nada atorado en la garganta. Esas palabras y esas emociones que no liberas después a la larga son muy dañinas. ¿Amas? Dilo. ¿No amas? También dilo. ¿Algo dolió? Sácalo...

O tal vez mi tatuaje solo significa que tenía dinero y que mi tatuador tenía un espacio grande disponible en su agenda...