Instrucciones para lavar los trastes
Primero y muy importante: tener trastes sucios es indispensable. Segundo, una voluntad sobrehumana de realizar esta práctica o que el destino lo haya alcanzado y no tenga ni un solo vaso limpio. Lo siguiente es conseguir una motivación extra a la urgencia; yo recomiendo poner una selección de canciones hecha por usted, asegurarse de que sean directamente proporcionales a la cantidad de trastes que va a lavar. Asegúrese también de que le den pila, no recomiendo el azar porque generalmente los aparatos digitales ponen lo que su chingada gana se les da, y es una monserga intentar cambiarle con las manos llenas de jabón, incluye a Alexa. Luego uno parece subnormal gritándole a una inteligencia artificial como si de verdad se tuviera un vínculo familiar con ese robot.
Ahora sí viene lo chingón. Aquí puede ser muy opcional y mucho dependerá de si alguna vez ha lavado o no trastes. Yo uso jabón en polvo y es así desde que me acuerdo: es muy práctico y es biodegradable, y ya con eso es razón suficiente. Vacío un poco en un recipiente y listo. No uso agua ni nada, la fórmula ya tiene lo necesario y neta que no le hace falta nada —vamos a lavar trastes, no vamos a lavar un motor—. He visto que le ponen un chorrito de cloro, que su limón partido en cuatro, que vinagre, que una bolsita de té y varias cosas más; cada quien, pero en serio, de verdad que no le hace falta nadota. Lo principal es que el recipiente del jabón prevalezca lo más seco y limpio todo el tiempo.
Esto comienza así...
Lo mejor es tener orden en el lavatrastes, fregadero o lavadero; o tina, o donde usted los vaya botando después de ensuciarlos. Y es aquí donde doy pauta para insertar el verdadero propósito de este instructivo. Pienso que es una analogía bien chingona de nuestro comportamiento ante cualquier discrepancia, sobre todo en una relación o un vínculo emocional, y creo que esta metáfora aplica muy bien. Justamente, tener ordenados los trastes para lavarlos es igual a tener ordenados los pensamientos y argumentos para poder contrastarlos en una disputa. Dejar que se acumulen tantos resulta en algo difícil de controlar, y amontonados sin cuidado es peor porque no sabremos por dónde comenzar. Yo hago todo a mano limpia, sin guantes —a mí los guantes me provocan salpullido e irritación—. No necesito ayuda ni nada de eso. Voy tomando mis trastes y los voy limpiando, retirando los restos de comida con la mano y un poquito de agua antes de pasar la fibra, por cierto mi fibra tiene dos superficies: una suave por un lado y una más dura y áspera por el otro, y la uso dependiendo de la gravedad del asunto.
Casi siempre, y procuro que así sea, solo he usado el lado más suave. La tomo y la coloco sobre el jabón, y con lo que se le adhiere con eso voy lavando cada traste. Así es como mantengo el jabón limpio. Si por alguna razón descubro que hay una traza de cebolla o algún otro resto de comida o que la hay agüita y ya se mira algo turbia, lo reemplazo de inmediato. Creo que es igual con una diferencia: no me gusta hacer uso de groserías ni mezclar o generalizar las cosas. Siempre es mejor ser claro y directo, pero con empatía, sin necesidad de usar el lado áspero de la fibra para defender un punto o terquear a la hora de querer solucionar un problema.
A veces es mejor ir lavando los trastes conforme se van ensuciando, porque es inevitable y es algo que no tiene explicación. Pareciera como si los trastes se reprodujeran entre ellos. Yo he dejado mi fregadero limpio con el trapo colgando del grifo en señal de victoria, y a la mañana siguiente ya hay platos, vasos y cucharas. Y estas últimas son insoportables a la hora de lavarlas, y no sé qué lugar ocupan en esta metáfora, pero son odiosas porque parecen interminables al momento de irlas bañando.
Es inevitable que los trastes se ensucien, así como es inevitable discutir o tener una confrontación. Pero si tenemos orden y claridad en las ideas, es igual a no tener una montaña de trastes sucios con restos de alimento pegados. Siento que lo mejor es irlos lavando conforme se ensucie algo, pienso en mi vaso de licuadora después de hacer un licuado de plátano con avena, si lo lavo inmediatamente después de usarlo es mucho pero mucho más sencillo que si lo dejo ahí hasta el final del día, y también este recipiente requiere una técnica precisa que involucran desarmarlo completamente y lavar a consciencia cada uno de sus componentes porque no está chido tomase un licuado de lo que sea con sabor a guajillo o salada verde, es lo mismo con los temas que uno medio sana en alguna discusión, que solo los va pateando.
Lo otro recomendable es ir acomodando sus trastecitos conforme se ensucian, por si no hay tiempo de hacerlo inmediatamente. Que si plato sobre plato, que si los vasos a un lado y los cubiertos en otro, que si enjuagarlos o dejarlos con un poquito de agua para que sea mucho más fácil darles su bañadita. Que no juntar lo que se ensució poquito, solo por un té o un café, con los de las enmoladas o con los del tiradero que se hace al preparar milanesas. Los primeros son similares a atender un problema leve, como un malentendido, una mala broma, pero a veces los dejamos pasar como si nada y luego se juntan. Algo que se pudo limpiar en chinga se ensució de grasa y mole, y todo se hace un batidero, igual a cuando no resolvemos pequeños problemitas que se acumulan y cuando todo revienta, no hay control. Y siempre, siempre las cazuelas o la olla express se lavan al último, como los temas más difíciles. A veces lo mejor es dejarlos remojando una noche, y al otro día, con más calma y la cabeza fría, será más fácil dejarlos limpios.
En fin, todo esto lo reflexioné justo mientras lavaba mis trastes. Siento que ese es mi momento de meditar y donde hablo conmigo, donde discuto conmigo y hasta donde me regaño. Casi siempre es donde decido qué voy a preparar de comer o lo que diré en posibles discusiones que nunca llegan, pero que por si acaso ya tengo respuestas. Sin tema, puedo decir que de verdad me gusta lavar los trastes. Estar en acción, pensando, es mi mejor manera de meditar; el silencio no me ayuda mucho para lograrlo, pero frente a una pequeña montaña de trastes me han llegado muy buenas ideas. Si has leido hasta esta parte, diré que todo lo anterior fue un resumen de cómo me siento hoy que cumplí mis primeros 42 años de vida. Tal vez no estoy donde pensé o como me imaginé, pero sí estoy en un punto donde siempre había soñado estar, y eso me pone muy feliz. Recibí un regalo increíble: mi máquina para preparar café delicioso, porque la que tenía decidió jubilarse justo el martes pasado, y usar la nueva me puso muy feliz. Quien me conoce sabe que mi día no comienza sino hasta después de mi primer sorbo de café. También recibí llamadas y mensajes bien chingones de la gente que más quiero, y noté que ya no llegaron ni llamadas ni mensajes de gente que decidió desaparecer, pero eso no merma el ánimo, todo lo contrario.
Gracias por un año más de vida, gracias por los mensajes y llamadas.
Con razón...
¡Qué linda estuvo la mañana del viernes!
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