viernes, 14 de febrero de 2025

A propósito del día del amor y la amistad

A propósito del Día del Amor y la Amistad, y después del último relato de mi gran amor y que todos, hasta yo mismo, fuimos team Gaby, pienso que uno va madurando y lo que en un tiempo causó algo de dolor hoy se siente ya muy intramuscular. Pero de que me dejó una gran enseñanza, me la dejó...

Pienso que esta vida es un eterno ping-pong. No es que sea karma o algo así, es simplemente que un día somos víctimas y otras veces victimarios, y nomás hay que tener en cuenta que no es lo mismo ser borracho que ser el cantinero; en ambos frentes se goza y se sufre por igual.

¿Cómo me recordarán los amores con quienes un día me compartí? Sería interesante saberlo. Soy un romántico, apasionado y más intenso que el café. Siento que muchas veces mi severa falta de autoestima me jugó en contra. Si bien siempre fui yo el que inició una plática o una insinuación, casi siempre fue con un salvoconducto de por medio, ya fuera una sonrisa, una mirada o un chisme que me indicara que tenía posibilidades de tener algo más que miradas y sonrisas. Insisto en que mi poca autoestima y mis inseguridades me condicionaron a atesorar el amor o lo que creía que era el amor en casi cada relación que tuve. Pero también lo malgasté, lo sé, y no me siento orgulloso de ello. Algunas veces sí me la volé y fui bastante, pero bastante celoso; toxiquillo desde chiquitillo, intenso y más espeso que el pulque. Otras tantas, apasionado, ardiente, comprensivo, empático, buen conversador y gracioso, pero esas cualidades no justifican lo primero.

Francamente, estoy seguro de que la mayoría de las veces que me rompieron el corazón, que creí haber estado enamorado y que me dolió cuando me dejaron, no fue amor, fue mi ego que se sintió humillado. No sé por qué, pero ese duele más y se siente, y se ve en las acciones que tomamos cuando eso pasa. Porque cuando fue amor de verdad, pues sí dolió lo que tenía que doler y ya está, se supera y listo. El otro no; el ruido que hace el ego lastimado es escandaloso porque el coraje no es con quien nos hubiera botado, es con uno mismo. Y somos crueles con nuestra persona, nos regañamos, nos decimos cosas ofensivas y luego están las preguntas que también lastiman: ¿Qué hice mal? ¿Qué dije? ¿Por qué no estuve más atento? Pero nunca o casi nunca hay respuestas. Pienso que por eso es tan complicado identificar entre ambas.

Hoy comprendo que uno estaría mejor si simplemente aceptara que no podemos hacer que alguien nos quiera o nos ame como nosotros deseamos. Todo sería más fácil, y no solo en el amor pasional de una pareja, sino principalmente con los padres, hermanos o abuelos. Nadie, pero nadie, debería estar obligado a querer a nadie. Pero es imposible aceptar que un padre o una madre no sientan amor por nosotros. Llegar a ese autocontrol y tener ese entendimiento es imposible. A veces hasta creo que se usa de pretexto para ser crueles sin responsabilidad afectiva y para justificar muchas actitudes nocivas: el abuso del alcohol porque ella no me quiere, o “soy así porque mi papá me dejó” o “me drogo porque mi mamá no me quiso”.

He aprendido mucho. He podido identificar muchos patrones y actitudes mías que me hacen ser lo que soy. Sé que haber crecido con muchas inseguridades y falta de autoestima me llevó a atesorar los momentos bonitos y las relaciones, por más efímeras y poco serias que fueran. Tal vez era así porque se sentía chingón encontrar atención y cariño, y como en el fondo sabía que durarían poco, pues intenseaba; no sabía cuándo podría volver a pasar.

Ayer escuché en un pódcast que alguien le preguntaba a gritos a una persona: “¿Qué hay detrás de estar en el gimnasio, de querer ponerse mamado, de estar lleno de tatuajes y poner cara de malo?” Y esa misma voz daba la respuesta: “Hay un niño inseguro, buleado, con poca autoestima. Es lo que proteges con todo eso”.

Me resonó en lo más profundo, me hizo sentir que me hablaba a mí. Reflexioné y entendí que sí, que inconscientemente le puse una protección a ese niño con zapatos ortopédicos que tenían una manguera atada a la cintura. Que el afán de tener tatuajes tan evidentes tal vez obedece a querer distraer la atención de otros defectos e inseguridades tan evidentes; a blindar y a incomodar para evitar algún daño otra vez. Esa voz me hizo sentir vulnerable, me vi descubierto en algo que ni yo sabía que hubiera planeado. Sin embargo, al poco rato me dio paz, y qué chingón saber y conocer el porqué de nuestras actitudes; saber que muchas veces lo que hacemos inconscientemente tal vez es simplemente que la burra no era arisca...


No hay comentarios: