miércoles, 25 de septiembre de 2024

Instrucciones para preparar un buen "Carajillo"

Hace un buen rato que dejé un "muchito" el alcohol, fue por voluntad o por miedo, no sé (pero sí sé, nomás que no quiero decirlo). Descubrí que, en realidad, es una sustancia tóxica que entra a tu cuerpo y causa mucho daño, y no hay ningún tipo de destilado o fermentado que tenga "beneficios para la salud", ninguno. Todo lo que se dice son medias verdades envueltas en grandes mentiras. Por ejemplo, para poder ver los "beneficios" de beber vino tendrías que tomarte litros y litros para medio notar algún beneficio, solo que para ese entonces, tu hígado sería más un chicle masticado olvidado al rayo del sol que un hígado de verdad.

Entonces, creo que lo más chingón sería tenerle respeto al "chupe". Creo que, teniendo en cuenta lo que sé, solo me resta aceptarlo y disfrutar de vez en cuando de un buen trago. Reservo mis permisos para un mezcal con mi padre en momentos en los que naturalmente va bien un chingadazo de fuego acompañado de su plática. Otro permiso es para una cerveza con mis hermanos mayores —El problema es que ellos no son de una chelita, sobre todo mi hermanita, la "más mayor"—. Pero yo me atengo a una, y al igual que con mi papá, disfruto su compañía y una buena plática. Creo que los momentos con el alcohol son más entrañables justo por la atmósfera alrededor que por el sabor del alcohol en sí. —Tengo historias bárbaras de un par de pares de veces... tal vez un poco más, en donde se me pasaron las cucharadas y, la neta, sí me arrepiento—.

Otro momento que tengo permitido es para mí, y realmente son situaciones especiales donde puedo darme chance de beber lo que me gusta y que me pone alegre. Es decir, no bebo un mezcal o una cerveza cada que veo a mi papá o a mis hermanos. Ese momento conmigo es en mi cumpleaños o en algún festejo muy especial, y es meramente por los tragos de señora madura, empoderada, feliz y plena. Es una tontería describirlos así, pero creo que la mayoría del público consumidor de esos tragos coquetos son señoras. Se dice y no pasa nada, aunque el alcohol no tiene género ni preferencias, y agarra parejo. El punto es que me gustan mucho las piñas coladas, la sangría, el clericot y los carajillos... Estos últimos por sobre todo lo demás. Después de una cena, no sé por qué, pero de verdad que cae perfecto. No sé si disfruto más del ritual de preparación que del sabor en sí o todo junto, pero neta que rico es.

Pero ¿qué es un carajillo? Por si no lo sabes, el carajillo es una bebida que combina un café expreso con alguna bebida alcohólica, generalmente con licor 43, pero también se prepara con coñac, ron, whisky o hasta mezcal. Por lo regular, se sirve en un vaso pequeño con hielos.

Es delicioso, y no hay ninguna forma en que pueda transmitir ese gusto, solo invitándote a que lo pruebes o haciendo una cata de carajillos. Los probamos juntos y vamos viendo e intercambiando opiniones, porque hay mil formas de prepararlo, con diversos ingredientes: que si canela, que rodajas de naranja flameadas, que si chocolate... Como todo, el límite es la imaginación. Siento que es mi trago favorito, y está reservado para momentos realmente especiales, como cumplir años, o sea, que lo bebo muy pocas veces al año.

¿Qué es lo que lo hace especial? ¿Acaso será un buen café? ¿El licor? ¿Los hielos? ¿El vaso old fashion? ¿El mesero? ¿La "shakeada"? ¿El lugar, la hora o la compañía? No sé con exactitud, pienso que todo lo anterior por separado no sería para nada parecido a un buen carajillo. Siento que es una excelente analogía de cómo empatamos en la vida con alguien para formar algo maravilloso, increíble, inolvidable e irrepetible. En esta receta imaginaria de carajillo, yo sería un buen café: rico, aromático, caliente, con notas de chocolate y algo de cítricos, y que por sí solo estoy muy a toda madre en mi pequeña tacita. Funciono perfecto, pero con la compañía exacta y perfecta de un licor voy a funcionar mejor. Alguien es ese licor, y creamos el mejor carajillo, por el momento exacto que nos hemos mezclado, y porque el vaso donde nos fusionamos está hermoso y muy reluciente con la cantidad exacta de hielos.

Y así se forma el mejor carajillo que alguien pueda probar. Y el lugar, la hora y el momento es lo que nos hace creer que somos único e irrepetibles, pero seguramente, mientras yo siga siendo ese café especial de calidad, tueste medio, aromático, podré intentar convertirme en un delicioso carajillo nuevamente. Siento que si mantenemos nuestra identidad y nuestra esencia, siempre podemos mezclarnos bien chingón con nuevos licores, en nuevos vasitos y con otros hielos...

Supongo que el licor tiene la obligación de hacer lo mismo.

En fin, seamos siempre un buen licor 43 o un buen café, listos para formar el mejor carajillo de nuestras vidas.
















viernes, 6 de septiembre de 2024

Instrucciones para lavar los trastes...

Instrucciones para lavar los trastes

Primero y muy importante: tener trastes sucios es indispensable. Segundo, una voluntad sobrehumana de realizar esta práctica o que el destino lo haya alcanzado y no tenga ni un solo vaso limpio. Lo siguiente es conseguir una motivación extra a la urgencia; yo recomiendo poner una selección de canciones hecha por usted, asegurarse de que sean directamente proporcionales a la cantidad de trastes que va a lavar. Asegúrese también de que le den pila, no recomiendo el azar porque generalmente los aparatos digitales ponen lo que su chingada gana se les da, y es una monserga intentar cambiarle con las manos llenas de jabón, incluye a Alexa. Luego uno parece subnormal gritándole a una inteligencia artificial como si de verdad se tuviera un vínculo familiar con ese robot.
Ahora sí viene lo chingón. Aquí puede ser muy opcional y mucho dependerá de si alguna vez ha lavado o no trastes. Yo uso jabón en polvo y es así desde que me acuerdo: es muy práctico y es biodegradable, y ya con eso es razón suficiente. Vacío un poco en un recipiente y listo. No uso agua ni nada, la fórmula ya tiene lo necesario y neta que no le hace falta nada —vamos a lavar trastes, no vamos a lavar un motor—. He visto que le ponen un chorrito de cloro, que su limón partido en cuatro, que vinagre, que una bolsita de té y varias cosas más; cada quien, pero en serio, de verdad que no le hace falta nadota. Lo principal es que el recipiente del jabón prevalezca lo más seco y limpio todo el tiempo.
Esto comienza así...

Lo mejor es tener orden en el lavatrastes, fregadero o lavadero; o tina, o donde usted los vaya botando después de ensuciarlos. Y es aquí donde doy pauta para insertar el verdadero propósito de este instructivo. Pienso que es una analogía bien chingona de nuestro comportamiento ante cualquier discrepancia, sobre todo en una relación o un vínculo emocional, y creo que esta metáfora aplica muy bien. Justamente, tener ordenados los trastes para lavarlos es igual a tener ordenados los pensamientos y argumentos para poder contrastarlos en una disputa. Dejar que se acumulen tantos resulta en algo difícil de controlar, y amontonados sin cuidado es peor porque no sabremos por dónde comenzar. Yo hago todo a mano limpia, sin guantes —a mí los guantes me provocan salpullido e irritación—. No necesito ayuda ni nada de eso. Voy tomando mis trastes y los voy limpiando, retirando los restos de comida con la mano y un poquito de agua antes de pasar la fibra, por cierto mi fibra tiene dos superficies: una suave por un lado y una más dura y áspera por el otro, y la uso dependiendo de la gravedad del asunto.

Casi siempre, y procuro que así sea, solo he usado el lado más suave. La tomo y la coloco sobre el jabón, y con lo que se le adhiere con eso voy lavando cada traste. Así es como mantengo el jabón limpio. Si por alguna razón descubro que hay una traza de cebolla o algún otro resto de comida o que la hay agüita y ya se mira algo turbia, lo reemplazo de inmediato. Creo que es igual con una diferencia: no me gusta hacer uso de groserías ni mezclar o generalizar las cosas. Siempre es mejor ser claro y directo, pero con empatía, sin necesidad de usar el lado áspero de la fibra para defender un punto o terquear a la hora de querer solucionar un problema.

A veces es mejor ir lavando los trastes conforme se van ensuciando, porque es inevitable y es algo que no tiene explicación. Pareciera como si los trastes se reprodujeran entre ellos. Yo he dejado mi fregadero limpio con el trapo colgando del grifo en señal de victoria, y a la mañana siguiente ya hay platos, vasos y cucharas. Y estas últimas son insoportables a la hora de lavarlas, y no sé qué lugar ocupan en esta metáfora, pero son odiosas porque parecen interminables al momento de irlas bañando.

Es inevitable que los trastes se ensucien, así como es inevitable discutir o tener una confrontación. Pero si tenemos orden y claridad en las ideas, es igual a no tener una montaña de trastes sucios con restos de alimento pegados. Siento que lo mejor es irlos lavando conforme se ensucie algo, pienso en mi vaso de licuadora después de hacer un licuado de plátano con avena, si lo lavo inmediatamente después de usarlo es mucho pero mucho más sencillo que si lo dejo ahí hasta el final del día, y también este recipiente requiere una técnica precisa que involucran desarmarlo completamente y lavar a consciencia cada uno de sus componentes porque no está chido tomase un licuado de lo que sea con sabor a guajillo o salada verde, es lo mismo con los temas que uno medio sana en alguna discusión, que solo los va pateando. 
Lo otro recomendable es ir acomodando sus trastecitos conforme se ensucian, por si no hay tiempo de hacerlo inmediatamente. Que si plato sobre plato, que si los vasos a un lado y los cubiertos en otro, que si enjuagarlos o dejarlos con un poquito de agua para que sea mucho más fácil darles su bañadita. Que no juntar lo que se ensució poquito, solo por un té o un café, con los de las enmoladas o con los del tiradero que se hace al preparar milanesas. Los primeros son similares a atender un problema leve, como un malentendido, una mala broma, pero a veces los dejamos pasar como si nada y luego se juntan. Algo que se pudo limpiar en chinga se ensució de grasa y mole, y todo se hace un batidero, igual a cuando no resolvemos pequeños problemitas que se acumulan y cuando todo revienta, no hay control. Y siempre, siempre las cazuelas o la olla express se lavan al último, como los temas más difíciles. A veces lo mejor es dejarlos remojando una noche, y al otro día, con más calma y la cabeza fría, será más fácil dejarlos limpios.
En fin, todo esto lo reflexioné justo mientras lavaba mis trastes. Siento que ese es mi momento de meditar y donde hablo conmigo, donde discuto conmigo y hasta donde me regaño. Casi siempre es donde decido qué voy a preparar de comer o lo que diré en posibles discusiones que nunca llegan, pero que por si acaso ya tengo respuestas. Sin tema, puedo decir que de verdad me gusta lavar los trastes. Estar en acción, pensando, es mi mejor manera de meditar; el silencio no me ayuda mucho para lograrlo, pero frente a una pequeña montaña de trastes me han llegado muy buenas ideas. Si has leido hasta esta parte, diré que todo lo anterior fue un resumen de cómo me siento hoy que cumplí mis primeros 42 años de vida. Tal vez no estoy donde pensé o como me imaginé, pero sí estoy en un punto donde siempre había soñado estar, y eso me pone muy feliz. Recibí un regalo increíble: mi máquina para preparar café delicioso, porque la que tenía decidió jubilarse justo el martes pasado, y usar la nueva me puso muy feliz. Quien me conoce sabe que mi día no comienza sino hasta después de mi primer sorbo de café. También recibí llamadas y mensajes bien chingones de la gente que más quiero, y noté que ya no llegaron ni llamadas ni mensajes de gente que decidió desaparecer, pero eso no merma el ánimo, todo lo contrario.
Gracias por un año más de vida, gracias por los mensajes y llamadas.

Con razón...
¡Qué linda estuvo la mañana del viernes!