miércoles, 11 de mayo de 2016

¿A qué te mandé? ¿A que chingados te mandé?

Corría el año de 1900 y algo, creo que 93, teníamos poco de haber cambiado la moneda recuerdo que se le decía nuevos pesos y era un desmadre los pinches de las tienditas se ponían algo necios y de la nada ya no recibían dinero que no tuviera N$ grabado o impreso, esto aún cuando en la tele y radio se comunicaba lo contrario, si existía una fecha límite pero le faltaba un ratote.
Las monedotas pesadas pasarían a la historia y darían lugar a unas más pequeñas, y aquí comienza lo que en realidad quiero contar, las monedotas eran practicas, había cinco diferentes denominaciones; iban de los 50 centavos con Morelos si no mal recuerdo hasta la de 1000 pesos con Sor Juana, en medio las de 100 200 y 500, mi fiel compañera por muchos años fue la 100 con don Venustiano Carranza, de éste ejemplar, mi madre me daba una todos los días para gastarlo a la hora del recreo, y créanme se hacían maravillas con esa cantidad por allá en 1989, esta fiel compañera versátil era aliada de padrinos y tíos, ideal para dar cómo domingo a chamacos latosos, o como limosna en la misa pero lo más destacado era que por sus características físicas por muchos años fue usada para ser introducida por una ranura y darle vida a los videojuegos en las maquinitas, dependiendo tu suerte pasabas largas horas de juego, esto mientras en casa la familia esperaba las tortillas, o refrescos, o pan o lo que fuera, que te hubieran mandado, la realidad es que las retas se tornaban épicas y no podías abandonar el juego así como así, nomás por llevar a tiempo el mandado, digamos que te veías mal.
Así estaba yo una tarde de muy buena suerte frente a la maquinita, Mortal Kombat 1 era el motivo, practicaba mis mejores trucos y habilidades aplicando fatalities sin piedad, sin exagerar mi record más menos 15 wins, las monedas formadas al calce del cinescopio, cuatro amigos cagados de que no podían sacarme, ¿a qué me había enviado Ceci? no puedo recordarlo, el punto es que en la batalla más apretada y cerrada cuando ésta exigía mayor atención; de repente sentí una mano que tomó mi despeinada cabellera y que también sacudía mi cabeza brusca y salvajemente, estoy seguro que quería arrancarla como ZubZero que era mi personaje en ese momento, de inmediato pensé que era algún ardido de mis compas, sólo atiné a gritar ¿Qué te pasa pendejo? pero enseguida supe que se trataba de mi madre porque preguntó ¿A qué te mandé? ¿A que chingados te mandé? Obvio sin soltar mis greñitas, cómo pude, logré zafarme de su mano vengadora y correr hacía mi bici, salir en chiga lejos de mis amigos y conocidos para llegar a casa y… y nada, ¿Ahí hacía dónde te mueves? Cuando ella llegó me terminó de ejecutar pero bueno ya no había testigos, y es que del susto no se y no recuerdo hasta hoy día qué madres me encargo de la tienda esa tarde.
Que vergüenza con los cuates, esa vez no solo perdí mi record también perdí un poco de respeto con el barrio, la confianza de mi Ceci y es que para se honesto eso sólo fue el colmo de su paciencia pues por esos días siempre tardaba horas cada vez que me mandaban a algo.
Algunas tardes que seguí jugando, mis amigos utilizaron el terror psicológico por mucho tiempo para desconcentrarme, de repente y de la nada, a medio juego gritaban: ¡Ahí viene tu jefa! Mi cara debe haber sido muy cagada siempre porque nunca dudaba y siempre me aseguraba que no fuera cierto, entre tanto dejaba de poner atención al juego por salvaguardar mi desgastada dignidad, y pues me vencían.



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