3:40 a. m., lo supe porque revisé el reloj, pero principalmente porque alguien me despertó, fue suficiente una leve sacudida en el hombro y paré de roncar, cuando despegué mis pestañas vi a un joven vestido de uniforme color naranja con amarillo, amablemente pero directo, estiró la mano y me dio un paquete de papel higiénico de cuatro rollos y me dijo: “Estos son los mejores para descansar la cabeza si te quedas dormido en la banca de una tienda de 24 horas”. ¿Cómo chingados llegué aquí? ¿Y por qué en lugar de estar en mi cama, estoy en una banca más dura que las piedras? ¡Ah, sí, ya recordé! Básicamente es por caliente, sí, así es, ¡fue por caliente! Tomando en cuenta mi poca, casi nula experiencia sexual, creí que podría pasar una noche muy ardiente, muy chingona y tener sexo desenfrenado con una chica y que, además, sería fantástico.
Lo del amanecer en un OXXO se lo debo realmente a mi buena suerte, pude haber pasado la noche deambulando en las fauces oscuras peligrosas e inciertas de esta ciudad o bajo un puente, o en un parque, o sepa Dios con sus caprichos. Realmente si no cogí esa noche no fue por mi inexperiencia, sino porque creo que el karma instantáneo y las buenas costumbres de las familias estaban atentas e hicieron una muy buena chamba esa madrugada.
Por aquellos días yo tenía una linda novia, amable y compresiva, de sentimientos muy nobles, se preguntarán: ¿qué buscaba yo con otra mujer? —Si regresan al segundo párrafo, justo al principio, ahí lo dice claro—. Pues bien, a la otra chica la conocí un miércoles cualquiera, ambos hacíamos fila en un módulo para tramitar la identificación para votar, necesitaba ese plástico para poder ir de fiesta sin la necesidad de sobornar a nadie y para dejar de causar molestias a mis amigos, es muy denigrante ser el tipo que acaba con la fiesta antes de que esta siquiera comience, varias veces nos regresamos porque yo no tenía cómo comprobar que era mayor de edad, obvio eso implicaba desde burlas hasta insultos e improperios varios, que está de más detallar.
Volviendo a la fila para tramitar mi identificación, era muy larga, varias veces estuve a punto de claudicar, pero me mantuve en ella, después de varios minutos con el sol a plomo y harto de esperar en un descuido cayeron de mi mano los documentos que debía entregar para realizar el trámite, y ahí estaba ella, muy hermosa, con un vestido corto, sandalias doradas, una piel color canela pasión increíble; con unos ojos verdes realmente muy verdes, fue muy amable, me ayudó levantando las hojas regadas, las sacudió y las puso en mis manos, me atrapó su linda cara y ahí se chingó la cosa, antes de este incidente yo no sabía que ella existía, nunca me percaté de su presencia detrás de mí, en fin, comenzamos una plática agradable, muy amena, le agradezco que las dos horas siguientes antes de ser atendidos se fueran muy rápido. El proceso pasó, la foto, la firma, la entrevista, etc. Me pidió que no me fuera, que al finalizar el trámite nos esperáramos. Así lo hice, al salir del módulo me buscó entre la gente, estaba radiante, se acercó lo suficiente y con una sonrisa enorme e hipnótica me dijo: “Qué chingón que te esperaste”, seguimos la plática, empatamos casi al instante, me enteré dónde vivía, qué estudiaba, hermanos, música y comida favorita, hubo muchas preguntas, pero la obligada de ambos fue para indagar la existencia de algún novio o novia, aunque no se crea, yo no negué nunca que tenía una relación, ella en cambio dijo que estaba libre como el viento y feliz, que recién salía de un noviazgo tormentoso. Casi sin darme cuenta la acompañé hasta su casa, ahí nos despedimos, intercambiamos teléfonos —de casa, antes no era tan pinche común el celular—.
Aún no llegaba bien a mi casa y ya me estaba llamando, cuando atendí dijo que creyó por un momento que le había dado un número falso, agradeció la plática en el módulo de trámites, la compañía, reafirmó que le caí muy bien y me invitó a una fiesta para el fin de semana, pero aclaró de manera categórica y muy enérgica que no aceptaría un no como respuesta y especificó que me esperaría en su casa el viernes a las 8:30 p. m. 7:00 a. m., llegó el viernes, y yo con él, puntual a la clase en la universidad, mis labores escolares pasaron como debían pasar, 3:00 p. m., no he cometido nada indebido, y me sentía algo extraño, al final, mi cita de la noche solo me invitó a una fiesta, pero por obvias razones no le platiqué nada a mi novia, seguro estoy de que, si a ella le hubiera pasado esto y me lo cuenta, se la armo de súper pedo. 3:15 p. m., me despedí de mi novia, de mis amigos y a casa, nada de ir a algún tugurio de mala muerte o a comprar caguamas y beber atrás del taller de serigrafía —una bonita tradición de aquellos tiempos, en realidad podía ser cualquier día de la semana, pero los viernes era mucho más común porque adquiría un tono de ritual—. Tenía el pretexto exacto para no quedarme más tiempo, yo asistía a un curso los sábados por la mañana, argumenté tener mucha tarea y un examen, por lo que la despedida fue rápida. Un camino largo y tedioso me esperaba, poco más de una hora y media hasta mi casa; 4:54 p. m., entraba directo a la cocina buscando comer algo, después hacer la tarea de mi curso y alistarme para la cita, ya estaba emocionado y me emocioné más cuando mi recién conocida amiga me marcó para confirmar que iría con ella, yo tenía unas dudas, pues no estaba claro si la fiesta sería en su casa, a lo que contestó que no, que sería donde su mejor amiga, pero remató con algo muy pero muy inquietante; me dijo que no me preocupara por el regreso, pues prometió que después del festejo podría quedarme en su casa, en su habitación, y todo esto con un tonito muy coqueto y seductor que no fue difícil terminar de convencerme.
Los siguientes instantes pasaron más lento que la fila en la que estaba antes de conocerla, honestamente se me hacía tarde para llegar con ella, imaginaba cómo y qué haríamos estando solitos, inventé a mis padres que saldría con mis amigos y que me quedaría en casa de uno de ellos y no hubo mayor problema. 8:30 p. m., estaba tocando el timbre en casa de Carolina justo a la hora acordada, ella aún se estaba arreglando, su mamá y su hermana me invitaron a pasar, la casa era pequeña pero muy agradable, con una decoración sencilla pero de buen gusto, paredes blancas relucientes, en unos pasos estaba en la sala, los sillones eran de color negro muy cómodos, me senté y justamente observé a Carolina, ella salía corriendo de una habitación que supuse era el baño, aún envuelta en una toalla y su cabello también —¿por qué les encanta hacer esperar? ¿Es esto una especie de deporte extremo? ¿Es parte de un ritual de apareamiento o una prueba? A mí francamente se me hace una falta de respeto—. Caro se dirigió hacia el fondo donde había unas escaleras de madera y debajo de estas su habitación, ¡así es!, su habitación estaba debajo de unas escaleras. A las 8:35 p. m., hora en que lo supe, esa indignación porque no estuviera lista para la cita ya me era totalmente intramuscular, ya se había desvanecido y en su lugar se posicionó de mí esa condición de cavernícola que me anunciaban un futuro muy alentador en la bola de cristal que para ese momento era mi imaginación, podía adivinar que la habitación de sus papás y de su hermana estaban en la planta alta de la casa, justo al final de esas benditas escaleras.
Carito, muy hermosa, apareció después de unos minutos, bárbara, tremenda, etérea, sublime, inalcanzable y empoderada en unos pantalones blancos ajustados, ¡qué manera de caber en esos pantalones! Eran algo transparentes y dejaban apreciar muy bien la forma de su cuerpo, la piel de sus hombros descubiertos en ese tono de color canela pasión tan característico de ella se veía más brillante con una blusa azul de motitas blancas, un escote de holanes y encaje que terminó por desbaratar mi cordura, me saludó amable y coqueta asumió que yo me había presentado ya con su familia y sin decir más nos fuimos a la fiesta. 9:15 p. m y un par de colonias más adelante de la casa de mi nueva amiga, estaba lo que ella llamó “la fiesta”, en realidad lo que sucedía es que su mejor amiga estaba celebrando su embarazo, era una reunión familiar justo para dar la noticia, en la mesa de la casa había pollo frito de un coronel muy famoso con nombre de ciudad estadounidense, complementos y cervezas para compartir, Carolina pasó un buen rato platicando con la futura madre, yo cené algo y bebí poco, me preocupaba y me ocupaba mantener la imagen que daría más tarde en la habitación debajo de las escaleras. Después de unas cervezas Carito tomó mi mano y me acercó a ella, supuse que hablaba de mí con su amiga por las risas y comentarios en voz baja, me miró y me besó, fue algo agradable y lindo para ser la primera vez, después vinieron más y más besos, mucho más intensos y cálidos, en un instante me apartó hacía un balcón y con las luces titilantes de la oscura ciudad justo con un poco de viento en nuestras caras ella me preguntó: “¿Qué somos?”. Me quedé mudo, pues hasta entonces mi novia no se había aparecido en mi conciencia y fue hasta que lanzó como balazo su pregunta cuando recordé mi relación, yo dije bien seguro y muy macho empoderado que no sabía qué éramos pero que me gustaba estar así sin ponerle etiqueta ni nombre, al menos por el momento, mis palabras creo que la ofendieron e hizo un pequeño pero bastante incómodo drama; logré calmarla y entendió mi situación, o al menos eso me hizo creer por los besos que siguieron a ese momento.
Cuando menos lo imaginaba, escuché de sus traviesos labios la frase esperada: “En cuanto quieras nos vamos”, ella aún no terminaba de decir la última palabra de esa oración tan anhelada y yo ya estaba queriendo irnos, inmediatamente nos despedimos y casi sin darme cuenta ya estábamos en camino. 11:50 p. m., llegamos a la puerta de su casa, me dijo: “Espera aquí, avisaré que ya llegué”, me dejó otro beso con mordida y subió a prisa con ese pantalón blanco tan provocativo, me dejó con los nervios y las ganas hechos un desmadre. 11:52 p. m., revisión y auto exploración de puntos de seguridad: peinado, aliento, condones, todo en su lugar y sin novedades, nervios y ganas, malditas ganas a tope. Carito apareció después de unos minutos, sin decir mucho más de lo necesario y con una cara algo triste me despidió. 11:58 p. m., estaba cerrando la puerta en mi cara, al fondo escuché la voz de su papá algo enérgico y determinado que preguntaba si ya me había ido.
Ahí estaba yo, a la mitad de su colonia, una colonia desconocida, sola, sin un gramo de amabilidad de mi Caro para haberme llamado un taxi, exiliado caminé hacía la entrada principal del fraccionamiento, lo primero que se me ocurrió fue esperar un taxi de los que iban apareciendo en el camino cegándome con sus luces, dejaban a los residentes, creo que mi expresión desencajada les hacía acelerar en cuanto me acercaba pidiendo el servicio. Sin exagerar, me senté en la banqueta junto a un poste con una luminaria medio desgastada y titilante, ya no había opciones ni nada, solo nervios y ese sabor amargo en la garganta cuando hay mucha incertidumbre y temor, comencé la noche bien león listo para coger y dar un super show bajo esas escaleras; en cambio, en ese instante lo único que quería coger era un puto taxi e irme a casa.
Después de muchos intentos fallidos de conseguir transporte me dirigí más derrotado y más resignado a un OXXO que estaba a la vuelta, compré un café y me senté a esperar o más bien fingí esperar qué hacer, el plan se iba dando conforme avanzaban las acciones, ese vasito de café me duró un muy buen rato, al cabo del cual el dependiente se acercó y me preguntó si estaba bien, ¿qué le debía decir?, ¿“soy un perdedor, se me escapó viva la paloma y no tengo cómo irme a mi casa”?, no dije nada, su atención fue muy amable, dije que esperaba a alguien que había quedado en pasar por mí, y entonces dijo algo que nunca contemplé en mí improvisado plan, el joven ofreció su teléfono para que llamara y fueran por mí a esa tienda, ¿quién hace eso?, le tomé la palabra y fingí que hacía una llamada y que nadie contestaba, me dijo que en el fraccionamiento había cuatro OXXOS, que tal vez ese era el problema e insistió en que indicara que era el de la segunda sección, que marcara las veces que fuera necesario. Obviamente no le podía hablar a mis padres, en primera, no tenían forma de ir por mí, y en segunda, me golpearían hasta que salpicara sangre y después yo tendría que limpiar, la realidad es que no tenía a nadie a quien llamar para pedir ese tipo de ayuda.
Espero realmente que cuando tenga una emergencia y requiera un teléfono alguien me lo pueda facilitar cómo aquella noche. Fielmente creo que el encargado se dio cuenta de mi desgracia y simplemente se apiadó de mí con un poco de pena ajena, ya que supo que nadie iría a buscarme, y ya no insistió, compré un café más y regresé a mi banquita. 2:00 a. m., todo parecía tranquilo, unos cuantos borrachos y tercos, nada extraordinario, hasta que hizo su aparición una horda de mal vivientes saqueando el establecimiento en una forma sistemática, unos cuantos se formaron en línea de cajas, la mayoría se disipó por los pasillos; vi cómo tomaban cervezas y todo tipo de bebidas y las escondían entre chamarras largas, lo mismo con botanas y lo que se pudiera, mi amigo el dependiente no podía hacer nada ante tal situación, intentó detenerlos y cobrar, pero en minutos ya se habían retirado en un par de autos sin placas, mientras esto pasaba él ya había hecho el llamado a la policía con un botón de pánico, los oficiales llegaron solo para escucharlo, pedirle que cerrara y solo atendiera por la clásica ventanita, ya que estos delincuentes traían racha, pues en las otras tiendas del fraccionamiento habían pasado a surtir su fiesta con la misma dinámica. ¡Qué pinche consuelo! Siendo honesto, esa situación me pegó un buen susto, entre tanto yo creí que mi ángel protector de la noche me botaría a la chingada, no fue así, pues me quedé dormido y solo me despertó para hacer menos incómodo mi sueño con un paquete de papel higiénico que usé como almohada, mismo que cuando amaneció compré como souvenir junto con otro café, este tipo de tiendas han evolucionado tan chingón y tal vez esto sea una idea millonaria, que entre tantos servicios con los que ahora cuentan un hospedaje de emergencia “all inclusive” no suene tan mal; en fin, agradecí infinitamente a mi amigo el hospedaje y me despedí.
Clareaba y caminaba hasta casa, para nada es lo mismo el aspecto de la ciudad cubierta de oscuridad que con los primeros rayos de sol, no es que los peligros se oculten con la luz del día, pero por alguna razón ya no te sientes tan desamparado, hay mucha más gente recién bañadita y oliendo a limpio, y eso siempre da confianza. 6:30 a. m., llegué con mi almohada improvisada a casa, era muy buena hora, quedé bien con mis padres, pues estaba a tiempo para ir a mi curso.
De Carolina no supe mucho más, francamente no quise ni buscarla, estaba herido en mi orgullo, alguna vez habló para pedir disculpas, no recuerdo si le conté mi aventura, como sea, tal vez me lo tenía merecido por andar de caliente, aquí entre nos, lo que más me ardió es que esa noche frente a sus escaleras no tuvo el valor de desafiar el mandato de su padre, yo sabía muy bien cómo guardar silencio.